El futuro de Europa

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Lidia Falcón, presidenta del Partido Feminista de España

El 22 de marzo el Partido Feminista de España va a presentar su propósito de competir en las elecciones al Parlamento Europeo el próximo 9 de junio. En el salón de actos del edificio Abogados de Atocha, que CCOO mantiene en conmemoración y recuerdo del crimen fascista del 24 de enero de 1977, cuando cinco abogados laboralistas de Madrid fueron asesinados, y cinco más heridos de gravedad por un comando de falangistas.

Es simbólico, e importante, que el Partido Feminista se presente en ese entorno, en momentos como los actuales, en que el monstruo fascista pretende resucitar. En este primer cuarto del siglo XXI podemos ver como las amenazas y las violencias que ensangrentaron el siglo XX se repiten en varios países, y se están haciendo realidad en esta avanzada, civilizada, democrática y pacífica Europa, que pretende desde hace tres cuartos de siglo  ser modelo de la sociedad perfecta.

Lo que no denuncia la izquierda europea es la dependencia que mantienen la Comisión y el Consejo Europeos de las directrices de EEUU, las desigualdades económicas y sociales que mantiene la UE, donde el sector más rico ha aumentado su poder mientras 30 millones de ciudadanos son cada vez más pobres. Dónde la represión contra las mujeres no ha disminuido y los milenarios sistemas de explotación contra ellas: prostitución, trata de personas, violencias, se mantienen con la misma virulencia o mayor, mientras otros nuevos se han implantado:  vientres de alquiler, tráfico de niños, venta de óvulos, imposición de las leyes trans.

La entrada de España en la Unión Europea ha conllevado  la dependencia absoluta de nuestro país a las directrices y legislación europea, que deciden los países más ricos de ese consorcio. Las condiciones que aceptó el gobierno español han situado a España  en la marginalidad de la producción industrial, minera, astilleros, agrícola, ganadera y pesquera, destinándola a ser un país turístico. No han resuelto ninguna de las desigualdades económicas y sociales que nos aquejan y han hecho retroceder en derechos y libertades a las mujeres, al introducir descaradamente en las legislaciones y discursos propagandísticos de varios de los Estados miembros la ideología queer, y aprobar la legislación trans, entre ellos España.

Estamos viviendo las conmociones ocasionadas por una adhesión precipitada, en la que los intereses españoles fueron pospuestos en aras de lograr una entrada inmediata en el entonces Mercado Común, a la que no se pusieron condiciones.

La Unión Europea resultante ha sido denunciada por los partidos de izquierda como la complicidad de los grandes consorcios industriales, y la coalición de los mercados financieros en contra de sus pueblos. Esa Unión que reivindican las nacionalidades que se sienten diferentes en el seno de sus Estados, para proceder a dividir a sus propias naciones; esa Unión que se pretendía de los pueblos, y que en realidad es de las grandes corporaciones económicas y que enfrenta cotidianamente a los gobiernos de sus países, ¿ha tenido alguna vez en cuenta a las mujeres? Ni en su constitución ni en su desarrollo ni en la redacción de sus tratados ni en la reflexión de las condiciones que deben regirla, han tenido apenas parte las mujeres y menos, desde el feminismo.

En España las demandas centenarias de las mujeres respecto al trabajo, el paro, el salario, la igualdad de oportunidades, los puestos de dirección, la violencia machista, la prostitución, los vientres de alquiler, la educación, la sanidad, siguen sin satisfacerse.

En cuanto a las condiciones de trabajo solo un poco más de la mitad de las mujeres en edad activa tienen empleo, y sólo el 57% de las que se hallan en paro tienen cobertura de desempleo. 

La maternidad, la separación matrimonial y el divorcio conllevan graves costos para las mujeres y para sus hijas o hijos menores. En definitiva, todas esas circunstancias siguen manteniendo a las mujeres españolas en el lugar subordinado a que las condena su condición femenina, explotadas económica, política y culturalmente.

El Partido Feminista de España vuelve a la arena electoral. Esta será la segunda vez en las elecciones del Parlamento Europeo, pero la sexta en diversos comicios. Porque estamos convencidas de que sin un poder político que mantenga viva la ideología feminista que nos ha costado doscientos años elaborar y difundir, la situación de las mujeres y de los trabajadores y de los ancianos y de los niños en situación de marginación y pobreza no cambiará.

Las últimas elecciones portuguesas han añadido un clavo más al ataúd de la democracia y del socialismo. Italia, Francia, España, Noruega, Suecia, Alemania, están ya infectadas de los viejos discursos fascistas y de algunas de sus realizaciones prácticas. Guerra en Ucrania, genocidio en Palestina, guerras territoriales en el continente africano, impulsadas por las naciones europeas. Si la sociedad europea vuelve a ignorar las señales del peligro como en los años treinta, se extenderán más conflictos armados, guerras más  destructivas, pobreza generalizada y millones de muertos como ya ha enterrado este continente desde 1914.

Han de unirse las mujeres, los proletarios, los agricultores, los emigrantes, los que huyen de la persecución constante de las mafias, para que en Europa gobiernen los partidos y los políticos honrados y progresistas que puedan hacer avanzar nuestras sociedades hacia una sociedad de igualdad y fraternidad que han desaparecido.

Nuestra candidatura explica los propósitos que nos inducen a presentarnos, y que mi nombre avala con mi trayectoria de defensa de los mismos principios durante más de medio siglo. Os esperamos el día 22 de marzo a las 19 horas en Abogados de Atocha, para construir entre todas y entre todos los luchadores por el progreso, la alternativa que necesita este viejo y sangriento continente para resucitar de su triste pasado y construir su futuro que entierre para siempre las guerras, la pobreza y la represión contra las mujeres.  

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