¿Qué es de la izquierda?

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Lidia Falcón, presidenta del Partido Feminista de España

«Estas, que fueron pompa y alegría despertando al albor de la mañana, a la tarde serán lástima vana durmiendo en brazos de la noche fría».
(Calderón de la Barca) ¡Ay, los clásicos!

Mejor sería preguntar, “¿Qué es la izquierda?” en este recuento repetido de los resultados electorales de la consulta gallega.

La cita de nuestro clásico viene a cuento de la foto que se publicó el 14 de noviembre de 2021 con Ada Colau, entonces alcaldesa de Barcelona, Yolanda Díaz ministra de Trabajo, Mónica Oltra de Compromís Vicepresidencia de Valencia, Mónica García Diputada de Madrid de Más Madrid y Fátima Hamed, riendo entusiasmadas en las calles de Valencia, al anunciar el proyecto político más novedoso de los últimos tiempos que se llamaría SUMAR, y con el que Yolanda aseguró que se acercaba un futuro “maravilloso”. En aquel entonces consulté el diccionario y encontré entre las acepciones de “maravilloso” la de “fantástico”, que me pareció el más acertado para el caso.

La fantasía se ha hecho realidad en Galicia con el resultado de las últimas elecciones.  Resulta patético comparar los datos del año 2020 con el actual, para las formaciones a la izquierda del PSOE, entre las que se encuentran varias de las “maravillosas” de la foto.

Comenzamos con que Ada Colau ya perdió la alcaldía de Barcelona el 28 de mayo de 2023, Mónica Oltra tuvo que renunciar a escaño y competición electoral en un confuso proceso que la implicó torticeramente, Mónica García sigue en el escaño madrileño sin haber avanzado hacia ningún futuro maravilloso, y de Fátima Hamed no sé nada porque nadie dice nada de ella.

El resultado electoral de SUMAR que sumaba varios partiditos mal avenidos es del 1,90% de los votos y ningún escaño. Y la campaña electoral estuvo dirigida por Íñigo Errejón, veterano ya compañero de fatigas de Iglesias en Podemos y dirigente de Más Madrid.

La suma de SUMAR se restó con la salida airada de Podemos, en una bronca protagonizada por Ione Belarra, muy disgustada porque hubiesen prescindido de su gran amiga Irene Montero, un gran “capital político” según ella. Y Podemos, navegando solo en el proceloso mar de las aguas electorales, ha obtenido el 0,26% de los votos con 3.854, menos que PACMA, mientras en 2020 alcanzó 51.630 que supusieron el 3,94%, y aunque tampoco entró en el Parlamento gallego el honor quedó a salvo.

No he logrado saber qué ha sido de Esquerda Unida, si es que es más que unas letras: EU.

No sé qué se hizo de las Mareas ni de los Comunes, porque ni siquiera se informa.

¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los infantes de Aragón
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué fue de tanta invención
como trujeron.

Otra vez los clásicos. 

¿Qué está sucediendo con la izquierda? O la pregunta está mal formulada y hay que decidir qué es izquierda, en estos tiempos en que “el delirio del género” ha penetrado profundamente en las filas de esas organizaciones de nombres variados que forman el basamento de lo “Wok”, y que se nutren también del discurso nacionalista-independentista que ha arrasado la sociedad civil de varias regiones y acabado con las movilizaciones que impulsaba Izquierda Unida. Aquella consigna clásica de “proletarios del mundo, uníos” se ha desmigado en “catalanes o vascos o asturianos o andaluces, uníos” y no contra el Capital sino contra los madrileños, los castellanos o los murcianos. Que todos son sus enemigos. Y en eso deben de estar de acuerdo los aparceros y los caciques, los mineros y el empresario, los obreros y la patronal. Porque lo importante no es la lucha de clases sino “la identidad” y qué idioma se habla en el terruño.

 Y cuando se enredan y se arrastran las emociones y el tiempo en estas disquisiciones propias del dilema medieval sobre el sexo de los ángeles o del nacionalismo decimonónico, ya no queda ni tiempo ni fuerzas para enfrentar la opresión y la explotación del capitalismo.

Esa era el objetivo antiguo de la izquierda. Ese convirtió el Partido Comunista en el principal y más fuerte partido de la lucha antifascista. El mantenimiento de esos principios permitió que durante medio siglo inspirara y dirigiera el ideal socialista. Y luego comenzaron las dejaciones y las traiciones, y la socialdemocracia se fue comiendo el espacio y la moral de los trabajadores con unas cuantas ayuditas sociales. Y los populismos llegaron cuando las víctimas se despertaron de su letargo y volvieron a protestar, sin dirección ni objetivos ni propósitos claros. Y así estamos.

El drama es “¿Qué Hacer?” que los consejos del opúsculo de Lenin, hoy, en 2024, no sirven. Lo peor es que ni siquiera los implicados se lo plantean. Tanto despiste hay, que Sumar todavía no ha celebrado su asamblea fundacional, Iglesias salió a aconsejar el voto para el BNG, y los Podemos todavía deben estar pasmados de su masacre electoral.  De Izquierda Unida no hablemos porque Alberto Garzón la enterró.  Ha sido su definitivo sepulturero.  

¿Y qué nos queda?

Hablaré del feminismo en el próximo artículo.

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