Claustro

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CAPÍTULO 27

   ¿Qué cambios puede proporcionar el desempeño del poder omnímodo sobre una persona? ¿Era Ovidio el mismo que cuando todo empezó? Él sentía que ya no era esa persona superada por las circunstancias, ese ser depresivo y decadente, sus tendencias suicidas habían dado de lleno con la imposibilidad de morir y eso debe tener consecuencias tanto físicas como morales. Aún así, ¿controlaba su vida Ovidio? ¿Era capaz de ejercer su propia libertad? ¿Acaso no tenía un fin que provenía del exterior? Luego no era libre por muy todopoderoso que se sintiera. Ovidio pensaba que se le había otorgado un don y que no tenía que hacer sino aquello para lo que estaba destinado ese don. Pero, ¿Podía no hacerlo? ¿Hasta qué punto ejercía sobre sí mismo un control el hecho de ser lo que ahora era? ¿Acaso podía negarse a actuar como su mismo yo le había indicado que debía hacerlo? ¿Era, en realidad, él mismo quien le había visitado y quién le había inducido por un camino y no por otro? ¿Podía ser esa persona otro ser? ¿Podría ser un impostor a quien le venía bien hacerse pasar por sí mismo para llevarle por el camino que a ese ser le interesaba? Ya no podía estar seguro de nada. Debía confiar. Debía tener fe. ¿Pero qué es tener fe? ¿Es saber que lo que estás haciendo tiene sentido? ¿Es conducirse sobre el mundo desempeñando el papel que te ha sido asignado? ¿Quién te ha asignado ese papel? ¿Por qué razón lo seguimos? ¿Existe el libre albedrío?

   Ovidio se sentía superado pero en el fondo de su alma sentía que lo que hacía estaba bien. ¿Hasta qué punto era cierta esa sensación? ¿El obrar de una manera y no de otra te proporciona calma y sosiego? ¿Por qué razón no se sentía sosegado en absoluto? ¿Acaso no estaba haciendo lo que debía hacer?

Tenía la necesidad de consuelo, de que alguien le dijera que siguiera adelante, que estaba haciendo un gran trabajo, que estaba, en efecto, salvando el mundo. La prueba lo tenía en su propio colegio, la mejoría del mismo indicaba que estaba haciendo lo correcto. El hecho de que todo el planeta se hubiera unido en un gobierno mundial significaba que estaba haciendo lo correcto. Que las cosas en su mundo hubieran mejorado le decía que estaba haciendo lo correcto. Aún así se sintió triste por el peso que conllevaba esa relativa condena de saberse responsable de tan gran carga. Salvar el mundo, nada más y nada menos. ¿Quién no se va a sentir superado por ello? Este pensamiento pareció reconfortarle, le reconciliaba con su propia humanidad. Le hacía sentirse falible, capaz de fallar, de errar. Era un hombre a pesar de todo y veía en el futuro algo grande, algo maravilloso, y la posibilidad de creer en el ser humano después de todo porque si en algo había cambiado era en eso, en dar a las mujeres y a los hombres esa posibilidad de saberse dueños de su propio destino. Ser artífices de la reconstrucción de la cultura, de observar en el horizonte mil razones para continuar la lucha eterna que le da sentido a cualquier vida: tener futuro.

   Así pensaba Ovidio mientras se disponía a responder a las preguntas de la prensa. La verdad es que no pensó siquiera en ofrecer una versión comprensible de los hechos. No pensó en omitir ciertas cosas o en dejar en el  tintero lo que él era en realidad. Se limitó a contestar con la verdad y únicamente con la verdad. Pero, ¿Estaba el mundo preparado para la verdad? ¿Resultaría creíble lo que iba a contar? ¿Hasta qué punto le iban a entender? ¿Sería contraproducente que todo el planeta se enterase de todo lo que él sabía?

   —¡Señor García! ¿Dónde ha estado todo este tiempo? ¿Qué ocurrió después de meterse dentro de esa cabeza que estaba hundida en la ría de Bilbao? ¿Cuánto tiempo lleva aquí? ¿Se ha familiarizado con los cambios que se han producido desde su ausencia? ¿Cómo valora usted esos cambios? ¿Cuál es el próximo paso que usted va a llevar a cabo? ¿Pretende regresar a las clases? ¿Qué materias daba y cuáles le gustaría dar? ¿A quién va a votar?

   —Bueno, todo empezó con los dinosaurios. Gobernaban el mundo con garra de hierro y vino un meteorito y los aniquiló. Mucho tiempo después se transformaron en petróleo y cuando nos dimos cuenta de que ese petróleo valía millones entonces se lió una gorda. Todos querían explotarlo y hubo guerras y el ser humano humilló al ser humano y la tiranía se hizo fuerte y la democracia murió pero no el intento de las mujeres y los hombres por hacernos partícipes de algún tipo de esperanza en un mundo mejor. Y ahí es donde entro en juego. Decido suicidarme. Me tiro al agua con la esperanza de ahogarme y de dejaros a vosotros el marrón. Pero, en lugar de eso, entro en un mundo paralelo donde gobierna Gronfgold…

   —¡Gronfgold! ¿Ha dicho Gronfgold? ¿Lo conoce?

   —¿Que si lo conozco? ¡Le corté la cabeza a ese cabrón!

   En ese momento un gran murmullo recorre la sala. Uno de los favoritos para erigirse con la soberanía mundial ha sido “agredido” por esa persona a través de la cual comenzó a cambiar todo. No le dejaron hablar más. Todos los periodistas recibieron una llamada para cortar inmediatamente la emisión. Se estaba hablando de un intento de agresión a un ser que había logrado las simpatías de millones de personas en el mundo. Eso no pintaba muy bien. Algunos esgrimieron la excusa de que no querían interferir en las votaciones y por eso se fueron.

   Ovidio se dio cuenta de su error y se escabulló de allí como pudo. En pocos segundos había pasado de ser una buena noticia mundial a ser perseguido por la Policía dado que lo que había sugerido se había interpretado como un intento de eliminación de un adversario político. Ahora era el hombre más buscado del mundo.

   El propio Gronfgold dio una rueda de prensa al sentirse herido por las palabras de Ovidio y expuso de tal manera el agravio que se erigió en víctima a la par que se preparaba para ganar las elecciones. En pocas horas las encuestas le empezaron a dar como favorito y entonces las musas se alarmaron e intentaron hablar con Ovidio. Pero Ovidio tenía ya otros planes. ¿O no?

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