Las víctimas más olvidadas de las guerras

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Hay quien ha comentado que el efecto más pernicioso de las guerras, lo realmente monstruoso, es obligar a determinadas personas a hacer cosas que jamás hubieran pensado. En un momento dado un individuo cualquiera, al verse atrapado entre el fuego de dos facciones puede realizar actos verdaderamente horribles y que les dejarán huella. Luego el remordimiento, la lástima y los recuerdos les perseguirán toda la vida.

Pero este efecto, por lo visto, puede ocurrir a miles de kilómetros del frente. Me volví a acordar de ello cuando las grandes cadenas de supermercados españoles, agrupadas en una plataforma llamada AECOC, o Asociación de Fabricantes y Distribuidores, han advertido de que la situación de guerra en el Mar Rojo puede hacer que a la larga tengan que subir los precios a los que venden el producto final. Pobrecitos, ellos no querían. Es que la guerra los ha obligado. Seguro que el drama ahora no deja dormir a los jefazos de cadenas como Eroski, El Corte Inglés… Más aún cuando no hace tanto esta plataforma, u otras similares nos hicieron el mismo anuncio con la guerra de Ucrania. Recuerden, todo el grano del mundo curiosamente venía del Mar Negro y, por tanto, no quedaba otra que subir los precios de todo. Ahora resulta que tooooooooooooooooooodos los productos mundiales pasan por el embudo del Mar Rojo. Bueno, en realidad ocurrió lo mismo con la pandemia, con cada evolución tecnológica, con cada huelga de cualquier sector. Los grandes capitalistas, por lo que sea, son los que más sufren cualquier mal y deben tomar decisiones que jamás se hubieran planteado en ausencia de esas calamidades.

Visto que nadie se acuerda de estas pobres víctimas, a las que sin duda imagino hundidas cada vez que cobran a precio de oro productos como el aceite de oliva, que seguro que también se ha encarecido porque sólo se produce en la Cochabamba y llega a través de la ruta de los piratas intergalácticos, deberíamos hacer algo por ellas. Para empezar, de algún modo habrá que sacarles de la situación que les provoca esa angustia y remordimientos que deben padecer. Por ejemplo intervenir en los precios para que no tengan que tomar ellos esa terrible decisión tan traumatizante. En último caso, si siguen sufriendo, se les podrían expropiar sus negocios y ya nunca tendrán que preocuparse de nada. Se levantarán y trabajarán como cualquier persona para ganarse justamente el dinero sin experimentar ninguna penalidad ni tormento a causa de sus negocios.

Ya no tendrían que crear esas oscuras y antipáticas organizaciones, como la AECOC, CEOE y similares que se dedican a convencernos de que cada vez que nos bajan el sueldo o nos suben el precio es por nuestro bien. Entonces sus oficinas y bienes podrían ser dedicados a problemas más acuciantes y que nos aquejan a todos, no solo a estos señores que tanto sufren.

Como en aras de sus negocios y del bien común muchas veces han tenido que superar trabas burocráticas, inseguridad jurídica y otras calamidades semejantes, podría a disposición de ellos todos los medios para que regularicen su situación con hacienda y sus trabajadores. Ya saben, una auditoría de toda su actividad, para que, al fin, en medios materiales o en servicios a la comunidad paguen de una vez todas esas horas extras que dejaron sin pagar, aquellos ingresos que no pudieron declarar a tiempo, todas esas cosas que suele hacer esa gente por nuestro bien mientras toma la difícil decisión de subirnos los precios. Y así, una vez pasado el proceso de regularización ya serán libres y podrán trabajar como un ciudadano más.

Tras todo este proceso, dado que siempre se nos ha dicho que son estos señores quienes levantan el país y quienes asumen riesgos para que todo salga adelante, podrán por fin poner en práctica sus ideas y crear esas condiciones tan maravillosas que tanto trabajo dan a todos, pero esta vez, además, podrán disfrutarlo ellos.

Una vez hecho todo esto, además, nos ahorraríamos el dinero y los medios que se va a enviar a esa insólita misión en el Mar Rojo, que digo yo, que resulta inútil si de todas maneras estos señores iban a tener que apretarnos las cuentas a los consumidores por la falta de seguridad en la zona. No me negarán que es absurdo estar gastando dinero y armas en una misión que no alivia el sufrimiento que Netanyahu… Ah, no perdón, que los según el aparato mediático de estos capitalistas los culpables son los rebeldes hutíes y Hamás, sí. Bueno, decíamos que esa gente ha martirizado no solo a todos los niños de Gaza, sino a nuestros señores supermercaderos. Con el agravante en este caso, de que llueve sobre mojado. En cada conflicto quedan atrapados y no tienen más remedio que subirnos los precios.

A fin de cuentas, en el mundo actual parece que miles de niños asesinados no le interesan a nadie, pero las tribulaciones y padecimientos de unos cuantos señoritos capitalistas son sagradas. Pues aliviemos sus males. No es por nosotros, es por ellos. ¿No había que estar siempre creando las mejores condiciones para nuestros sufridos empresarios? Pues eliminemos la causa de su sufrimiento. Aquí hemos dicho ya cómo hacerlo.

Evolución del precio del aceite de oliva en la última década, sin duda por nuestro bien.

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