No voy a aburrirles con infinidad de datos y apreciaciones sobre la extensa carrera artística de Concha Velasco, sino a dejar constancia del óbito de la actriz y presentadora de televisión,una constancia más emotiva que neutra para gran disgusto de nuestro director. Pero, créanme, a estas alturas ya me ha dejado por imposible.
Concha Velasco era mucho más que una muchachita de Valladolid nacida en plena posguerra, estamos hablando de una artista que, en mi opinión, fue mejorando con el paso de los años. Nada que ver la Concha Velasco de los años de Las chicas de la cruz roja con la de, entre otras peliculas, de La colmena, una pelicula de la década de los 80 dirigida porMario Camus y, que por cierto, no me cansaré nunca de ver, porque refleja como nadie la insidia y la miseria moral de nuestra posguerra, un pais devastado, oprimido y con una neurastenia colectiva.
Lo que yo queria contarles tiene que ver con la unica ocasión en la que pude disfrutar de ver en directo la fuerza interpretativa de la Velasco, una potencia que, o fuera por el personaje que interpretaba, la Hécuba troyana, o fuera por su mencionada fuerza interpretativa, – ya quisieran los de Actors Studio algo así- nos dejó al respetable público que esa noche acudimos al imponente Teatro Romano de Mérida, pegados tanto a los mullidos asientos de la cavea media como al duro pedernal de la summa cavea.
La desgarradora voz de la vengativa Hécuba retumbó hasta en los cimientos del grandioso Teatro Romano de Mérida, convirtiendo la tragedia de Eurípides en un salto mortal espacio-temporal.
Aquella iinocente muchachita de Valladolid se destacó, igualmente, por ser una persona de gran sensibilidad social que no reparó en denunciar todo tipo de injusticias y, en concreto, las que afectaran directamente a sus compañeros de profesión.
Sus restos descansan ya en el Panteón de Hombres Ilustres del Cementerio del Carmen en Valladolid, junto a insignes hombres y mujeres de las letras como José Zorrilla, Miguel Delibes o Rosa Chacel.
