La invención de una nueva realidad

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Ane Maiora

Estamos inmersas en la denuncia de la otra pandemia del S XXI. En poco tiempo se ha hecho fuerte entre nosotros una realidad paralela digna de las mejores series de ciencia ficción más inverosímiles. El primer mundo ha decidido detener el crecimiento de sus niñas y niños.La llamada incongruencia o disforia de género, que es un trastorno que solo afectaba a un 0.01% de la población (0.03% en el caso de mujeres) se ha transformado en un movimiento social con todas las características de una pandemia . Los números son estremecedores. Por ejemplo, en Madrid (Gregorio Marañón) la Unidad de Identidad de Género ha visto un incremento de solicitudes de atención del 500% entre 2017 y 2019. En RU el número de menores derivados a Tavistock, la clínica de identidad de género de los servicios públicos de salud de Inglaterra, aumentaron en un 4000% en la última década. Por ponerlo en números tangibles: en RU en 2009 atendían la clínica de género 77 menores de 18 años de ambos sexos . En 2019 eran 2590 , el 70% niñas. Estas cifras indican no sólo un cambio radical de tendencia, ya que precisamente la incongruencia con el propio cuerpo afectaba mayoritariamente a varones, sino también un cambio y un crecimiento increíblemente acelerado que demanda explicaciones. 

Bajo un paraguas de supuesta aceptación y con el marco de la diversidad, se quiere normalizar la medicalización y patologización de actitudes y gustos de la infancia que se pueden considerar incongruentes para con el sexo de la criatura, hasta el punto de aceptar intervenciones invasivas en edades muy tempranas y lo que es peor, sin llegar a entender sus consecuencias. Pero, sobre todo, la ”infancia trans” esconde tras de sí una incógnita. Nadie sabe concretar muy bien de qué hablamos cuando se utiliza el término trans, a qué se refiere y qué conlleva, si estamos hablando de algo normal o un trastorno, si ha de utilizarse medicación o cirugías para su tratamiento, por qué se produce. Profesionales como Paloma Azpilicueta Aguilar Psicóloga clínica y psicoterapeuta Grup de Treball «Psicoanàlisi i Societat» del COPC se están haciendo varias preguntas. En un reciente artículo alertaba: 

Los profesionales de la salud mental seguramente necesitamos aprender cosas que ignoramos o que son nuevas para nosotros, y quizá también necesitamos no ceder a las presiones o las amenazas más o menos implícitas. Por ejemplo: ¿Qué significa «despatologizar» lo trans si los abordajes que se hacen «encadenan» a las personas a medicación de por vida o a cirugías en bucle? Por ejemplo: ¿Qué sucede con la terapia de conversión? ¿Quién «convierte» a quién? ¿Los que toman al pie de la letra los deseos (por más enfática o vehementemente que se planteen) de los niños y adolescentes o los que transmiten calma, y respetan el tiempo y el esfuerzo necesarios para aclarar temas complejos y problemáticas entremezcladas? 

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? 

Como señala la catedrática Juana Gallego, tres coartadas se han conjugado para que la sociedad acepte la posibilidad del cambio de sexo: 

-la intelectual lo ha vendido como creíble 

-la emocional como derechos y 

-la comunicativa como glamurosa 

INFANCIAS TRANS

La disforia de género es un término que más o menos nos resulta conocido. Hace alusión a la disconformidad de una persona con su sexo biológico. Esta disforia o incongruencia entre el sexo con el que naces y el sexo con el que te identificas puede llegar a provocar un gran malestar y sufrimiento. Hay personas que pueden llegar a encontrar alivio «transicionando», adecuando su físico al sexo con el cual se identifican. 

Pero ¿es de esto de lo que hablan las asociaciones transactivistas o las asociaciones como Naizen, Chrysallys, etc. cuando abordan el tema de la transexualidad, en concreto cuando hablan de la transexualidad infantil, cuando hablan de diversidad? 

Podríamos pensar que sí (y de hecho es lo que piensa la mayoría de la gente ajena al tema) que el propósito de estas asociaciones es buscar la aceptación sin prejuicios de unos niños y niñas que,por la razón que sea, sienten una incongruencia de género. Podríamos pensar (y se piensa) que el propósito, el objetivo de todo el despliegue mediático, la creación de protocolos y leyes y los programas didácticos que hablan de infancias trans y de diversidad es la no discriminación de estas personas. Pero, ¿es eso lo que nos dicen exactamente estas asociaciones? 

Invención del niño trans 

Primero hay que crear una nueva realidad para que se pueda “verla”. 

Siempre existieron niños o adolescentes disconformes con su cuerpo sexuado, pero ahora se trata de una «nueva figura», una nueva posibilidad con manifestaciones en medios académicos, educativos, jurídicos, sanitarios y, por supuesto, políticos, en los medios de comunicación de masas y, muy especialmente, en las TIC (plataformas como youtube, las redes sociales, etcétera). Estamos asistiendo, a nivel mundial, al diseño de esta figura. Detrás de todo ello, hay muchas personas que sufren y que están desconcertadas (niños, adolescentes, adultos, familias), pero también hay algo de un movimiento social de contagio, una cierta «moda», como vemos entre las adolescentes y el fenómeno que conocemos como DGIR (Disforia de Género de Inicio Rápido)

Con discursos reduccionistas, misóginos y reaccionarios se visibiliza el tema dando naturaleza de ciencia a constructos sociales que llevamos siglos intentando romper. Primero, nos confunden intencionadamente usando indistintiamente, o como mejor les venga, los conceptos de género y sexo. No se puede elevar a identidad los gustos o aficiones de una niña o niño de 2 años. No se puede reforzar estereotipos de género para conducir a la infancia a una medicalización de por vida, darles bloqueadores de pubertad a criaturas tan pequeñas para que empiecen a odiar su cuerpo cuanto antes. Hace unos décadas si un niño mostraba un caracter afeminado, se le etiquetaba de “márica”. Ahora hemos “avanzado” y ya no tienes un niño homosexual, sino un nino trans. 

Si te gusta un color u otro, un juego u otro, no es cuestión de identidad de género: SON GUSTOS Y AFICIONES. Considerar que los gustos u aficiones o actitudes encajan con un sexo u otro es SEXISMO. Y estas asociaciones van aún más allá. “Si tus gustos y aficiones no coinciden con lo que se espera de tu sexo (género), ¡cambia de sexo!

La disforia de género desaparece de este discurso. No se habla de todas las causas posibles que puede llevar a una niño decir, creer que es, sentirse una niña. O lo que puede llevar a una niña ya no a sentirse niño, sino a rechazar convertirse en una mujer.

La infancia trans no existe, porque nadie nace en un cuerpo equivocado. Para lograr la igualdad de sexos es necesario abolir el género en lugar de reconocerlo como identidad. Debemos luchar por una educación libre de estereotipos sexistas, porque los juegos, los colores y los comportamientos no tienen sexo. La palabra “género” solo es una forma confusa de referirnos a la “feminidad” y “masculinidad». No existen las “infancias trans”. Existen niños y niñas, con cuerpos sanos, que deberían crecer libres de estereotipos sexistas.

EL ESPECTRO SEXUAL

Hay dos argumentos principales que suelen usarse para defender la afirmación de que el sexo es un atributo no binario que existe en un «espectro». 

El primero se basa en la existencia de condiciones intersexuales: personas con características sexuales intermedias o indeterminadas. Este argumento afirma que el sexo no puede ser binario si algunos individuos tienen una anatomía sexual que parece estar en algún lugar entre la de hombres y la de mujeres 

La intersexualidad se menciona con frecuencia en un intento de desdibujar la línea entre hombres y mujeres cuando se aboga por la inclusión de mujeres trans en los deportes femeninos y otros contextos. 

Pero la transexualidad no tiene absolutamente nada que ver con la intersexualidad. Para la gran mayoría de las personas que reclaman identidades trans o no binarias, su sexo no está en duda. Los órganos sexuales primarios, no la identidad, determinan el sexo de uno. 

El segundo argumento que suele usarse para defender el modelo del espectro sexual se basa en los caracteres sexuales secundarios. Estos abarcan todos los elementos de nuestra anatomía reproductiva, excepto las gónadas (órganos sexuales primarios). Los caracteres sexuales secundarios se diferencian durante la pubertad, como senos agrandados y caderas más anchas en las mujeres; y vello facial, voces más profundas, más musculatura y hombros más anchos en los hombres. Debido a que la distribución de estas características puede superponerse entre hombres y mujeres, se argumenta que, por lo tanto, deberíamos ver el sexo biológico como un continuo. 

Llama la atención la ausencia de cualquier mención a los órganos sexuales primarios (gónadas, es decir, ovarios y testículos) o las funciones típicas asociadas a cada sexo, como la menstruación en las mujeres y la eyaculación en los hombres. Tampoco se mencionan los óvulos o los espermatozoides. 

El principal defecto del argumento de los caracteres sexuales secundarios es que confunde causa y efecto; estas características, aunque son evidentes e inseparables de la forma en que la mayoría de la gente concibe a hombres y mujeres, en realidad no definen el sexo biológico de una persona. Más bien, estos rasgos se desarrollan como consecuencia del sexo de cada uno, a través de diferencias hormonales durante la pubertad. 

DISFORIA DE GÉNERO DE INICIO RÁPIDO (DGIR)

Es muy importante en este sentido, el estudio pionero sobre este fenómeno de la doctora en medicina Lisa Littuan (2017. Universidad de Brown) que fue quien acuñó el concepto de “disforia de género de aparición rápida “ (ROGD en sus siglas en inglés). Es un fenómeno que fermenta en grupos de amigas y se esparce dentro de ellos a modo de contagio y refuerzo colectivo, muy similar a lo que se vio con el fenómeno de la anorexia. También cuenta con potentes altavoces en las redes sociales.

La experiencia que se va recogiendo de este nuevo fenómeno, ha demostrado que muchos de esos cuadros de disforia están asociados a otros problemas: los espectros autistas, de atención e hiperactividad, disconformidad con su cuerpo, o haber padecido maltrato, abusos sexuales etc. También es un hecho comprobado que niños y niñas que no pasan por bloqueadores de la pubertad, en la adolescencia superan la disforia, y en bastantes casos, llegan a la edad adulta como hombres y mujeres homosexuales o bisexuales.. 

A estas niñas que se les podría ayudar con apoyo psicológico se las quiere medicar de por vida, además de mutilar sus cuerpos sanos. Y sobre todo, es un gran experimento. Sabemos por testimonios  que los detransicionadores no tienen a dónde acudir, los sanitarios que les han proporcionado los tratamientos hormonales etc, no saben qué hacer. Son vidas rotas.

Todo esto, que es violencia y dejar a las niñas en desamparo lo han  blindado  como ley. Ya lo he dicho anteriormente. Se parece mucho a aquella “moda” de la extrema delgadez. 

En palabras de la psicóloga Cruz Torrijos « estas leyes y teorías generistas no promueven la igualdad , promueven que haya más “trans’ ‘. Estas teorías transgeneristas están ya en los currículums escolares, en el sistema sanitario, en el jurídico, en los medios de comunicación. Todo ello supone, sin duda, un estímulo al crecimiento de la población autodefinida trans.

Están imponiendo la terapia afirmativa como único camino válido para la disforia. Cualquier acompañamiento o análisis para descartar patalogías subyacentes o terapia para superarlas se considera terapia de conversión y pretenden penalizarla legalmente. La terapia afirmativa es incuestionable (el modelo afirmativo no solo consiste en la transición social o en la aceptación sino que en la mayoría de los casos implica bloqueadores de la pubertad – hormonas y en muchos casos cirugía. Objetivamente parecen suficientes motivos como para cuestionarla. 

Sabemos que casi el 85% de las y los menores con disforia de género que no reciben tratamiento hormonal ni terapia afirmativa, desisten al pasar la pubertad. El propio Aingeru Mayor de Naizen da validez al dato aunque llega a la conclusión de que ese 85% en realidad no son transexuales. El resto sí, y no deberían estar incluidos en el total.

La cuestión entonces es ¿por qué se quiere imponer la terapia afirmativa y penalizar cualquier otra actuación sabiendo que solo un pequeño porcentaje de los menores con disforia son «realmente transexuales»? ¿Es tal la necesidad de despatologizar la disforia, de que la transexualidad no pueda volver a considerarse una patología que no importa la salud y la vida de ese 85%? ¿Es tal la necesidad de validar legalmente la «autodeterminación de sexo» , de conseguir un cambio registral sin necesidad de presentar un informe de disforia que nos importan tan poco las consecuencias? 

Cuando se intenta alcanzar la igualdad y la justicia distorsionando la realidad, la desigualdad y la injusticia nunca se eliminan, solo se reubican. Sex Is Not a Spectrum – by Colin Wright (realityslaststand.com)

Dejemos que los niños y adolescentes duden, prueben, cambien, crezcan.

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