El genocidio de Palestina

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Lidia Falcón, presidenta del Partido Feminista de España

Hay poblaciones en el mundo que han sido maldecidas por el destino y por la comunidad internacional. Esa que está gastando la fortuna del planeta en enviarle armas, municiones, drones, aviones y ayuda económica a Ucrania, desde hace dos años y durante un tiempo indefinido, para que se defienda de Rusia, y que contempla indiferente la masacre que está cometiendo Israel contra los palestinos. Como lo ha contemplado durante 75 años.

Israel tiene permiso para bombardear las ciudades, los pueblos, las casas, las escuelas, los hospitales, las carreteras, las centrales eléctricas, los pasos de frontera, de la Franja de Gaza y de Cisjordania, y contesta iracunda cuando se le pide una “pausa” en los bombardeos, o que deje salir a centenares de  mujeres, niños, ancianos, enfermos, por alguno de los pasos que controla. La ONU, la Unión Europea -Parlamento y Comisión-, los Estados democráticos de Europa, Estados Unidos de América, El Tribunal Penal Internacional, El Tribunal de Justicia Europeo y los partidos políticos que gobiernan esos países, no solo contemplan impávidos ese genocidio sino que lo justifican, apoyando a Israel, como lo hizo nuestra ínclita Presidenta de la Comisión Europea Von der Layen.

Ucrania merece todo el esfuerzo económico y militar de medio planeta, Palestina no merece más que destrucción, muerte, exilio, evacuación.

“El derecho a defenderse” sólo es de Israel. Palestina no lo tiene. Israel asegura que se defiende de los terroristas que la atacaron el 7 de octubre, y cuando vemos los cadáveres de niños y bebés, de enfermos en el hospital, de mujeres, bastantes embarazadas, de cooperantes de ONGs, de funcionarios de la ONU y de periodistas, no reconocemos a los terroristas. La hipocresía que encubre la maldad del gobierno de Israel y de su Ejército, es aceptada con complacencia por Estados Unidos, Alemania y Francia, que poseen derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, y con excusas y sensiblería por el resto de países democráticos, que ni siquiera han roto sus relaciones diplomáticas con Israel.

La lucha contra el terrorismo explica cualquier atrocidad que cometa el Ejército israelí y permite la impunidad de los colonos que ocupan los territorios palestinos, a los que acosan, agreden, insultan y hacen la vida imposible hasta que tienen que abandonar la tierra de sus antepasados, desde hace miles de años, que es lo que pretenden. Estas actuaciones de persecución y expulsión se llevan cometiendo por los colonos, con el apoyo y la protección del Ejército, desde hace tres cuartos de siglo, cuando al instalarse el Estado de Israel en los territorios palestino expulsó, a sangre y fuego, a 750.000 palestinos de su país. Y la comunidad internacional lo consintió, aunque en aquel momento no había comenzado el terrorismo de Hamás.

Si la lucha contra el terrorismo lo justifica todo, en España, donde sufrimos los atentados de ETA durante sesenta años, los gobiernos españoles debían haber borrado de la faz de la tierra al País Vasco. Sin embargo, aparte de las detenciones arbitrarias, la tortura en las comisarías y los cuarteles de la Guardia Civil, las condenas vitalicias, las ejecuciones judiciales y extrajudiciales, la opción de bombardear Bilbao y San Sebastián, no se barajó. Es más, cuando se descubrieron las hazañas de los GAL, aunque mohínos y arrastrando los pies, los juzgados procesaron a algunos de los sicarios que habían ido matando a etarras refugiados en tierras francesas y a otros que no lo eran, 17 cargos del Ministerio del Interior, incluyendo a los dos ministros, aguantaron la cárcel, y los sicarios Amedo y Domínguez, de oficio asesinos, estuvieron algún tiempo chupando reja.  No hubo entonces voz ni pluma alguna en España ni en la comunidad internacional que los disculpara arguyendo que nos teníamos que defender del terrorismo.

Pero ya se sabe que no es lo mismo tener la protección del sionismo internacional, de Estados Unidos y de las grandes potencias occidentales, y la humillante sumisión de la Unión Europea a las órdenes del Departamento de Estado de EEUU, que contar con espóradicos apoyos de los grupitos terroristas y otros suministradores de armas con los que contaba ETA. O de cualquier otro grupo terrorista, que nos asusta y a veces nos mata, pero cuyas hazañas no se consideran que den permiso al gobierno para que una potente aviación militar bombardee las casas, los hospitales, las centrales eléctricas, las carreteras y las fronteras, e invadiera el País Vasco con carros de combate, con el argumento de que en esos espacios se escondían los terroristas.

Si estas operaciones israelíes se prolongan no quedará tierra palestina ni habitantes en Gaza, Cisjordania y el archipiélago de territorios que constituyen hoy el Estado Palestino.    

Solamente es comparable la situación de Palestina con el genocidio armenio que llevó a cabo Turquía en 1915-16, en el que más dos millones de persona, por ser cristianas, fueron expulsadas de los territorios donde vivían, asesinadas, condenadas a muerte y muertas en el éxodo a que las obligaron huir por centenares de kilómetros sin comida ni agua. El paralelismo religioso de los judíos con los palestinos es de remarcar. Se le ha llamado también holocausto armenio y sucedió antes del holocausto judío. Y ya se ha olvidado por la comunidad internacional. Cuando el exterminio de los palestinos concluya, la comunidad internacional también los olvidará. Y los sionistas lo seguirán justificando por el derecho a defenderse de Israel contra los terroristas.

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