Sí, …la lucha de clases

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Pedro Andrés González Ruiz

En un entorno internacional desfavorable la economía española reacciona mejor que sus socios europeos, sin embargo, una mayoría de las familias no ven mejorar su situación. ¿Qué está pasando?

La acumulación mundial de capital está dando signos de agotamiento y con ella el modelo de gobernanza internacional que ha prevalecido. Por un lado, la estanflación (estancamiento más inflación) en Estados Unidos y la Unión Europea; por otro lado, la desaceleración de la locomotora china que no encuentra relevo. Un resultado de esto es el cuestionamiento de la superestructura actual capitalista (FMI, Banco Mundial, OCDE, entre otros), y el surgimiento de una réplica entre las economías emergentes en torno a los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que se están expandiendo con países como Arabia, Argentina e Irán, así como ganan influencia en África. Todo ello con el permiso de la crisis ecológica y las perspectivas bélicas en el mundo.

A pesar de esta situación internacional desfavorable, la economía española no ha sucumbido sobreponiéndose a los augurios de los organismos especializados y comportándose mejor que su entorno.

Las estimaciones oficiales del crecimiento del producto interior bruto (PIB) se han elevado para 2023, el empleo crece alcanzando cifras de récord la afiliación a la seguridad social con 20,7 millones de personas afiliadas, el paro lleva 27 meses de bajada, la inflación se situó en el 2,5% (en la Unión Europea por encima del 5%), el comportamiento de las ventas minoristas entreve una recuperación del consumo, los salarios están creciendo en torno al 3 por ciento.

Sin embargo, esta buena situación económica no termina de redundar en la mejora del bienestar de la mayoría de las familias: la inflación sigue castigando a las rentas que no se actualizan, la elevación de tipos de interés penaliza a las hipotecas variables, aumentan los precios de los alquileres y de la vivienda, subida del precio de los alimentos, también de los suministros energéticos (gasolina, electricidad, gas, …). De hecho, algunos estudios destacan que, tras la pandemia, los residentes españoles gastan (en torno a 22 mil euros anuales) más de lo que ganan (unos 20 mil euros anuales) concluyendo que están agotando los ahorros y recurriendo a préstamos.

Así, la acumulación de capital en el ámbito español está permitiendo crear más producto social, pero su reparto no está beneficiando a todos por igual. Los mecanismos de distribución entre las clases sociales y, dentro de éstas, entre familias y empresas están beneficiando más a unos que a otros.

Este hecho ha sido señalado por algunos organismos: según datos del Banco de España en 2022 las empresas no financieras duplicaron beneficios respecto de 2021; la gran banca también aumentó sus beneficios superando los 20 mil millones (el rescate bancario ascendió a 70 mil millones de euros) de los que 9 mil dedicó a dividendos; los directivos de las grandes empresas están aumentando sus salarios alejándose del de sus empleados (en 2022 los directivos del IBEX ganaron unos 4,7 millones de euros anuales unas 82 veces el salario medio de sus empleados); la AEAT informa que el número de ricos (patrimonio superior a los 6 millones de euros) se ha incrementado en más del diez por ciento en el último año.

Entre las condiciones sociales que están permitiendo esta particular distribución de la renta hemos de destacar el papel que desempeña la lucha de clases. En las sociedades capitalistas el reparto del producto pasa irremediablemente por la interacción entre las clases sociales, principalmente la burguesía y la clase obrera. Esta lucha, que es el motor de la distribución, puede ejecutarse desde el ámbito público (política de las administraciones públicas) o desde el privado (política de las organizaciones clasistas como partidos, sindicatos, asociaciones diversas desde climáticas hasta sexistas pasando por pacifistas, vecinales u otras). También, la lucha de clases, puede adoptar formas explícitas (movilizaciones, elecciones, …) o larvadas donde predomine lo individual. Esta lucha de clases es necesaria para un reparto menos lesivo, más igualitario, unas veces de los réditos del desarrollo de las fuerzas productivas, otras, en el caso contrario, de los costes que conllevan la destrucción de dichas fuerzas (crisis).

Crisis, de la que pocos nos vamos a librar porque la dinámica mundial del capital no dejará economía nacional indemne, ni siquiera la española, que no es más que un eslabón de la división internacional del trabajo bajo el mando de un capital que muestra signos de agotamiento. Hasta para la crisis la lucha de clases es la forma en que los costes se repartirán entre las personas que tienen intereses comunes. En cualquier caso, bien haríamos en crear las condiciones para ganar posiciones esta omnipresente lucha de clases. Y, como paso previo, empezar a organizar la acción política que ello implica, para lo cual hemos de empezar por explicarnos el comportamiento de la clase obrera.

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