Pink Spanish Horror Show. La premier de Barbie

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Por Sonia Mauriz Pereira

Vaya por delante que no me gusta el rosa, ni como color, ni como tipo de prensa. 

La Barbie sí. Aunque parezca raro por que soy feminista, pero es que cuando yo era cría era la opción menos cercana a la sección femenina, todas las muñecas eran bebés. 

Con la Barbie, mi mejor amiga (saludos donde estés, Paula) y yo jugábamos a profesionales independientes y adineradas. Como no teníamos Ken, quedábamos con él pero le dábamos plantón para ir a la playa y a bailar (Mi muñeca tuvo un lío con Heman pero no funcionó. Muy bajito)

Coinciden muchas mujeres de mi generación, tras ver la película, en que se busca tocar esa fibra nostálgica de las que jugamos en su momento con Barbie y que fué la primera muñeca no orientada solo a la maternidad, como podemos ver por el papel de la madre en la historia. 

Existe en el film una clara dicotomía «Barbieland» Vs «Mundo real». Parece que en España tuvimos la discutible fortuna de que algunos asistentes a la premiere quisieron ejemplificar sin pretenderlo el contraste que además se les fué de las manos cayendo en lo grotesco. 

Ni Goya se atrevió a tanto. 

En la película se nos cuenta el viaje de la heroína, que la lleva de su mundo superficial y artificial influido por el exterior, al mundo real donde llega humanizándose al adentrarse en su interior. 

En esa alfombra rosa, los humanos reales (parte de la escena pública española actual) en cambio, deciden asistir y vivir como personas que huyen de su interior, escondiéndose en disfraces que los plastifiquen y los deshumanicen. Son caricaturas de sí mismos. 

Y ello no responde a otra cosa que a los grandes espejos deformantes de las modas posmodernas, para no vernos a nosotros mismos, para individualizarnos y negarnos a ser como el otro, negando así la colectividad y la mortalidad. 

De hecho la conciencia de la muerte es la que desencadena la travesía de Barbie. 

Y es una Barbie desnormalizada del género, la típica que de pequeñas rapamos, pintamos… la que como una suerte de Tiresias despierta a Barbie. 

(Si no os gusta Tiresias, vale la Ursula de la Sirenita) 

La sociedad posmoderna niega la humanidad, la biología, la vejez, venera la juventud y propone que no hay realidad condicionante, solo una realidad subjetiva donde el sujeto escoge categorías performables y la opresión es una estética. 

Viendo las fotos de la alfombra rosa, ese vodevil mediocre, representación de la sala de espera de Beetlejuice pero en rosa y cutre, es obvio que se esperaban una película en esa línea identitaria queer.

(Con sinceridad, las feministas también lo esperábamos a pesar de la directora Greta Gerwig y sus antecedentes, por indefensión aprendida, supongo) 

Esperaban y deseaban una sublimación transhumanista del ser humano performativo, de la idea de mujer como género, como una forma de actuar y una vestimenta, al margen de la anatomía porque todos y todas sabemos de que órganos carecen Ken y Barbie

( El asignador de sexos no trabaja en Mattel) 

¡Atención, spoiler! 

Y por eso ya se ha acusado a la película, con escaso éxito cancelatorio, de transfobia. Ya que Barbie en su odisea particular, ya humanizada, decide ser real y su primera actividad como hembra humana adulta (coged los pañuelos radfems) es ir al ginecólogo. 

Imagino que a los representantes del Pink Spanish Horror Show se les iba cayendo el sudor plástico mientras, escena tras escena, iban descubriendo que se hablaba de abandonar la performance y ser real. 

Entiendo que les coja por sorpresa tras estos últimos años en que toda producción artística apuntaba en la misma dirección. 

Cierto es que últimamente vemos pérdidas millonarias en empresas como Disney y despidos muy coincidentes en el tiempo de directoras de inclusión en Disney, Warner, Netflix… 

No es que la inclusión esté mal, pero debe reflejar la vida cotidiana y no forzarse. Quizá en Elementary hubiera sido más entendible y menos saturante un personaje en silla de ruedas. 

La inclusión parece solo incluir siglas y no discapacidades, tal vez por ser menos cool. 

Las siglas parecen dominarlo todo ocupando cualquier espacio hasta el punto que en el estreno de una película infantil, no vimos niños.

Es para mayores de 13 pero no vimos ningún famoso con familia. 

Y es lógico, si barruntaban que se iban a escuchar cosas como «coño truncado» y se verían símbolos BDSM sin ninguna relación con el mundo de Barbie. 

Sin embargo en el estreno en Hollywood y Londres con los actores del film vemos mucha más sobriedad. Ryan Gosling y el resto de hombres llevan trajes pastel muy al estilo típico de Ken. Sin torsos desnudos, maquillajes exagerados, atrezzo BDSM o de sireno escapado de la lonja. 

Las mujeres, incluyendo a la protagonista Margot Robbie,l a Barbie encarnada, visten vestidos muy parecidos a los que tenían nuestras Barbies. 

Me parece de señalar que la actriz elegida tiene 30 años, una edad maldita para una mujer en Hollywood. 

Si comparamos las imágenes el faranduleo patrio estos aparecen como muñecos de marca blanca de sex shop. 

No sé si diría que es una película feminista, no podemos esperar pureza teórica o la biografía de Pankhurst, pero sí me parece un soplo de aire fresco, el sonido de trompetas del cambio de inclinación de la campana de Gauss, el fin del olor a naftalina. 

En ese sentido hay que agradecer a los frikis locales que marcaran tan visualmente lo grotesco que resulta ese mundo artificial y deshumanizado cuando ya no es ni original, cuando llega tan a rebufo de lo que estuvo de moda en el exterior que solo se ve fealdad y deformación sin contenido. 

Barbie escapa de un mundo bello pero superficial y escoge la humanidad bella por su significado, la asume sin disfrazarse, deformarse o huir de ella. 

Dejad que me ilusione un poco con ese mensaje tan poco habitual hoy día y olvide el Planet Terror cutre rosa de la premiere.

@SoniaRadFem

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