¿A qué se le llama izquierda?

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Lidia Falcón, Presidenta del Partido Feminista de España.

Los resultados electorales del 28 de mayo han producido una inundación de comentarios, críticas y diagnósticos de las causas que han provocado la derrota de la izquierda. Entre ellas la denuncia de Juan Carlos Monedero de las maniobras de la derecha contra Podemos, que ha utilizado las calumnias, las mentiras, y la persecución judicial incluso, considerando que esas son las únicas causas de los negativos resultados de las últimas votaciones. Ni una pizca de análisis sobre la conducta y las estrategias del propio Podemos que hayan podido influir en el hartazgo de los votantes. Eso, que en tiempos clásicos se llamaba autocrítica, y que precisamente inventó la izquierda que durante un tiempo lo utilizó para conocer mejor los errores que pudiera haber cometido para rectificarlos.  

Lo que no se ha puesto en cuestión, por ninguno de los analistas es sí realmente puede calificarse de izquierda a Podemos. Tal definición se ha dado por sentada y se sigue admitiendo sin duda alguna, sin pruebas que la certifiquen. Lo más contradictorio es que el propio fundador y dirigente, Pablo Iglesias, en cuanto apareció en los medios de comunicación se posicionó públicamente asegurando que ellos “no eran de izquierda ni de derecha”, sin que tal declaración les sirviera ni a la izquierda ni a la derecha para descalificar su progresismo.

Poco después, cuando por las medidas sociales que propugnaba comentó un periodista que sonaban a lo que Domingo Perón implantó en su país, Iglesias respondió muy tranquilo, que sí, “que eran bastante peronistas”. Y cómo esta nueva definición tampoco provocó ni escándalo ni aceptación por parte de las otras fuerzas políticas ni de los comentaristas avezados, tiempo después –y tiempo corto- aseguró que Podemos era socialdemócrata. A este batiburrillo de calificaciones para situar el espacio ideológico que ocupa esa formación política, se añaden las medidas que defienden respecto a la prostitución, los vientres de alquiler, la pornografía, la ley de violencias sexuales y su empecinada defensa de la ley trans, por lo que esa catalogación de izquierda que se le atribuye no tiene ningún basamento.

Ciertamente quiénes sitúan a Podemos en la izquierda, incluso extrema izquierda, es fundamentalmente la derecha, para que se asuste el desinformado y pusilánime votante actual. Con la amenaza de que Podemos convertirá a España en otra Venezuela, porque expoliará los bienes de las empresas e implantará una dictadura marxista, el PP y sus acólitos pretenden alimentar el miedo a los males que el comunismo siempre trae consigo. El discurso de la dictadura franquista sigue dando muy buenos resultados a la derecha para descalificar las organizaciones de izquierda.  

Pero la propia izquierda, aquella que se caracteriza por realizar un análisis materialista de la realidad, que denuncia el modo de producción capitalista como la estructura económica basada en la explotación de los trabajadores y la acumulación de beneficios para las corporaciones y la banca internacionales, debería haber puesto de relieve lo falso de que situaran en tal espacio ideológico y político ese magma de populismos que representa Podemos.

Cuando esa formación política, que ha llegado a ocupar puestos de gobierno, acepta serenamente la monarquía corrupta que nos esquilma y desprestigia nuestro país, y nunca plantea la reclamación de la república; cuando se muestra tan contenta con pertenecer a la OTAN y obedecer servilmente sus normas, y no plantea crítica alguna a esa organización bélica e imperialista, contra la que muy rotundamente se opuso una buena parte del pueblo español; cuando ni ha movido una pestaña ante la entrega del Sáhara a la satrapía del reino de Marruecos –lo que no hizo ni el franquismo-; cuando acepta la entrega de material de guerra a Ucrania para proseguir la guerra, provocada por el cerco de la OTAN a Rusia; cuando aprueba unos presupuestos de Defensa que duplican los del periodo anterior  y que son diez veces mayores que los de la sanidad; cuando ni ha derogado, ni siquiera reformado, la ley de seguridad ciudadana que acumula ya más de una década; cuando impone con gran empeño las leyes que perjudican a las mujeres, ¿cómo se puede situar a Podemos en la izquierda del arco ideológico, que a mayor escarnio se autotitula feminista?

Las definiciones actuales de los partidos políticos están tan tergiversadas que son un nuevo engaño para la ciudadanía. Impulsadas por los discursos populistas, falsos y sin sustento alguno del conocimiento de la realidad, las clases trabajadoras e incluso profesionales e intelectuales, se dejaron embaucar por las promesas imposibles de cumplir con que trufaban su propaganda los podemitas, en una operación al principio exitosa por lo que tenía de sorpresa y novedad. Su devenir prueba, mejor que cualquier otra consideración, la inconsistencia de su discurso, que no ha tenido más plasmación en su gobierno que unas cuantas subvenciones miserables para algunos sectores sociales.  Y, lo que no quieren reconocer las dirigentes del Ministerio de “igualdad”, Irene Montero, Ángela Rodríguez, Ione Belarra, Victoria Rosell, aceptando la prostitución como un trabajo sexual, permitiendo la contratación de vientres de alquiler, y con el empecinamiento que han mostrado en defender los engrudos legales de la ley “del sí es sí” y la ley trans, que semejante política las ha hundido en el rechazo que muestra el feminismo a semejante involución en los derechos de las mujeres.

Ahora conoceremos el mismo experimento en esa operación de Yolanda Díaz denominada “Sumar”, que es una imitación de Podemos. Se basa en los mismos principios: ninguna definición, según ella no viene a imponer, ni aún presentar su programa, sólo escucha a los ciudadanos y defenderá lo que ellos le digan; la organización brilla por su ausencia porque lo asambleario es lo que le gusta; y no tiene sitio en el tablero ideológico, su proyecto está por encima de la división de derecha o izquierda, tampoco se autotitula de centro, porque sus ideas y sus propósitos están por encima de esas arcaicas clasificaciones que a nadie ya le importan. Es un mensaje redentor de los trabajadores y necesitados, como el de una profeta –recordemos que Iglesias venía a asaltar los cielos. Y se reúne en asambleas multitudinarias, en las que la aplauden, la jalean y la besan, con el estilo de Eva Perón.

Si alguna firmeza ideológica exhibe es su devoción por la doctrina queer y el apoyo a la ley trans, a la que incluso quiere modificar para hacerla más beneficiosa para los concernidos. Apoyo que muestra cariñosamente en público –recordemos que uno de los principales ingredientes de su actuación es el cariño- cuando besa repetidamente a ese conocido representante del lobby trans que se hace llamar Carla Antonelli.

Lo único que queda claro de su programa político, en el tiempo que lleva gobernando, es que apoya las decisiones de Sánchez respecto a la OTAN, la monarquía, el Sáhara, el presupuesto militar, la guerra de Ucrania, a la par de su aliada Margarita Robles, que se muestra entusiasmada con el papel protagonista que tiene en el cumplimiento de las decisiones del gobierno.

Y pues, ¿dónde está la izquierda española? Hasta  Enrique de Santiago, Secretario General del Partido Comunista de España, afirmó hace poco que puesto que estamos dentro de la OTAN tenemos que cumplir sus normas. Será el segundo Santiago que acabe de hundir al Partido Comunista.

Si los trabajadores y las mujeres creen que en esas formaciones se encuentran los defensores de sus derechos y que votándoles en las próximas elecciones verán satisfechas sus necesidades y reclamaciones, nuevamente padecerán la decepción que sienten hoy con Podemos, que además arrastra a Izquierda Unida, hundida en el mismo pozo de decepción después de treinta y seis años de representar la única izquierda que existía en España. Y según el péndulo que rige las actuaciones populares, las clases trabajadoras votarán después a la derecha y a la extrema derecha, como ha sucedido el 28 de mayo. 

Estas próximas elecciones marcarán el próximo futuro y veremos cómo España se tuerce a la derecha e incluso al remedo de fascismo que tenemos, a imitación de Italia y de otros países europeos, que después de cincuenta años de gobiernos de la socialdemocracia están hoy pactando con el fascismo.

Porque la traición y la sumisión del Partido Comunistas a las exigencias de las oligarquías que mandan en nuestro país, y las necedades que han realizado las decenas de formaciones políticas nacidas del populismo –Yolanda quiere sumar a ¡quince partidos!- han destrozado a la izquierda en nuestro país, a la que únicamente representa el Partido Feminista de España.

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