Madrid se merece un gobierno feminista

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Lidia Falcón, Presidenta del Partido Feminista de España.

Escuchando los discursos de Isabel Díaz Ayuso recuerdo los versos de Bernardo López García conmemorando el 2 de mayo –y nada más apropiado para la Presidenta de la Comunidad de Madrid-cuando refiriéndose a Napoleón cantó: “Aquel genio de ambición,
que, en su delirio profundo, cantando guerra, hizo al mundo, sepulcro de su nación”. Con toda seguridad Ayuso se cree la nueva guerrera que salvará a la patria, no solo a Madrid, del usurpador Sánchez, y sus cómplices.  

En un parlamento delirante, la Presidenta acusa al Presidente de hundir a España en la ruina si se aprueba la ley de vivienda, cuyo éxito depende de, además de sus socios de coalición, del voto de H Bildu y de ERC, que como vascos y catalanes bien pueden ser tachados de invasores. Execra el límite que se impone al aumento del alquiler y asegura que se hundirá el mercado inmobiliario.

“Juntos tenemos dos misiones” les dice a los candidatos a la Asamblea de Madrid, en ese tono papal religioso que tan bien le va: “La primera poner al servicio de Madrid y de España –nada menos- un proyecto comprometido. Y la segunda demostrar que somos ese proyecto que España se está perdiendo…Las del 28 de mayo no son unas elecciones municipales y autonómicas más. Son la primera oportunidad para que la España real, la fiel, se manifieste. El PP de Madrid nunca había tenido tanto trabajo. Nuestra tarea es local, regional y nacional. Es tamos librando más que nunca la batalla por la libertad”.

“¡Guerra, gritó ante el altar, el sacerdote con ira; ¡guerra! repitió la lira con indómito cantar; ¡Guerra, gritó al despertar el pueblo que al mundo aterra!” y Ayuso toma aliento para seguir lanzando sus trenos al gobierno de España, a los socialistas que hunden la patria que ella, al mando de su ejército de candidatos a la Asamblea de Madrid tiene que rescatar de la invasión y el horror comunista que oprimen España.

Mientras tanto, cualquier habitáculo donde dormir en Madrid tiene precios de Manhatan, se desahucian cada día familias que no pueden pagar alquileres exorbitantes o hipotecas desorbitadas, se gentrifican los barrios, que fueron el territorio de los trabajadores, para entregarse a turistas dispuestos a pagar el doble de los alquileres por unos pocos días y el comercio de siempre desaparece tragado en las fauces de pizerías y empanadillerías para alimentar esos mismos turistas.     

Mientras, desde una perspectiva bastante más modesta, la de la  sanidad de Madrid –único territorio que de momento comanda la agresiva presidenta- los médicos del Hospital de la Paz reclaman las obras de reforma y mantenimiento que no comienzan, a pesar de que el dinero que tan generosamente nos envía Europa ya ha llegado pero no se sabe dónde está; y el Hospital dedicado a la enfermera Zendal, en ese espacio propio de un almacén, en el edificio de IFEMA, ni se habilita ni se utiliza, y no se sabe dónde ubicar a los pacientes que se amontonan en habitaciones sin calefacción.

Mientras, la región registra la mayor cifra de muertes laborales en 11 años. 95 trabajadores fallecieron debido a un repunte de los ictus y los infartos. Los sindicatos alertan de que la mortalidad aumenta a causa del estrés, la falta de descanso, el acoso. Y no se sabe cuántos inspectores de trabajo operan en la región. Pero esos no son temas que deban preocupar a una presidenta que tiene ínfulas de capitán general, con mando en plaza, y la misión –seguramente divina- de salvar a todo el país de la dictadura comunista que nos oprime.

Y, ¿cómo una presidenta con tan trascendental misión va a estar pendiente de los problemas de las mujeres, esa especie de segundo nivel, en la que ella no se encuentra representada?      Porque Isabel Díaz Ayuso es más que una mujer, categoría desdeñable, que debe dedicarse a las labores propias de su sexo, porque, cómo Juana de Arco, designada por orden divino a realizar hazañas bélicas memorables, se viste la cota de mallas, se calza los manguitos de acero y se ajusta el casco, para ir, lanza en ristre, a vencer el enemigo que reside en la Moncloa, lugar que a ella corresponde.

¿A quién se le ocurriría preguntarle a la señora Ayuso por el nivel de violencia machista que se ceba en las mujeres madrileñas? ¿Ni por qué ha de importarle el número de mujeres prostituidas en la región, de las que piensa seguramente que lo hacen por voluntad propia en uso de su libertad, que ella les garantiza? ¿Y por qué hay que prohibir las Ferias de mujeres que quieren embarazarse y parir niños para venderlos, si es un negocio privado? En el Madrid gobernado por ella no se prohíbe nada porque es el reino de la libertad.

Desde hace ocho años, 2016, rige en la Comunidad de Madrid la ley trans, aprobada y mantenida por su partido desde entonces. Y ella, que es tan devota, debía desear que no se conculcaran las leyes de la Naturaleza, pero durante su mandato no se ha modificado una coma del texto que permite hormonar y castrar menores, meter hombres disfrazados en las competiciones deportivas de mujeres, y permitir una promiscuidad con ellas poco decorosa en los servicios públicos. Y cuando VOX, con quien tiene muchas afinidades, le pidió que se derogara la ley, retrasó el procedimiento hasta dos meses antes del final de la legislatura, y ya no había tiempo. Quizá es que ella no tiene tiempo para emplearlo en semejantes minucias, cuando tan alto destino como el de salvar España del comunismo le ha sido encomendado por orden divino.

Poco han hecho los demás partidos de la oposición para denunciar esos desmanes, sobre todo porque esas formaciones políticas que se reclaman de izquierda están de acuerdo en prostituir mujeres, vender niños y mutilar muchachos y muchachas.

El Partido Feminista de España se presenta por primera vez a las elecciones municipales y autonómicas de Madrid. Y será también la primera vez que se propone un programa realmente feminista para evitar tales desmanes y proteger a las mujeres, para llevar adelante una política de reparto igualitario de la riqueza, de protección de los trabajadores, de una sanidad pública de calidad, de construcción de viviendas sociales, de educación democrática.

Las y los electores decidirán si quieren seguir gobernados por la iluminada presidenta que escogieron hace dos años, o permitir que Madrid, aquella que fue capital donde se cavaría la tumba del fascismo, se recupere de los desmanes que ha cometido la derecha en este último cuarto de siglo, con un proyecto feminista.

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