Fue el día después cuando apareciste
con tus zapatos ínfimos del color aullido pureza
y tu bolso y tu seriedad habitual y tus labios cerrados
al airón que sopla por esos infiernos de ahí fuera.
Sí, ese día fue cuando barrunté la posibilidad de requerirte para un resplandor,
querida Carmen….so pena del silencio de la incertidumbre y de la materia.
El día después de sobrevivir a mi particular y pequeña glaciación, ese fue el día.
Una vez más me había
librado del almohadón que la muerte nos brinda
a todas horas, en una eterna jornada, que se trueca en una Estigia y que sobreviene a todo hombre, de espera, de espera, de eternísima espera.
Y sí, te esperaré en la feria del libro antiguo, allí, en el
Paseo de Recoletos, número floreal, distrito melentonia, caseta de este humilde bardo que ansía tu amistad, tu
recogimiento lustral.
Y ahora lo vuelvo a ver, fue el día después, tras acabar aquella entrevista, ¿lo recuerdas?, cuando atrapé ese pálpito volador que la
vida me reclamaba desde hacía tiempo.
Atréteve, asómate, búscame, a partir del día 10 de abril, Paseo de Recoletos, número floreal, distrito melentonia, caseta “Tu librería de siempre”, hora: la del atrevimiento, cuando toquen los clarines en adelante, ciudad: la del sepelio final de Zorrilla.
Recoge este guante y yo prometo inclinar mi dorso de rapsoda devoto y amarrar nuestra amistad al robusto tronco de Philótes.
Sí, fue el día después, siempre es el día después, el de la verdad, el de la muerte, el de la vida, el del reencuentro, la desolación, la euforia, el de una amistad tanto tiempo acariciada.
Aunque te digan que soy un poeta loco y que siembro la tierra pucelana de cumbres borrascosas, respóndeles que sólo los locos tenemos futuro, que los cuerdos son un fraude y que se alimentan de la sangre nutricia del dolor.
Yo les absuelvo a todos, todos son mis hijos, mis patéticos cuerdos.
¡Atrévete! ¡Atrévete!, contra toda lágrima, te estaré esperando…
