Más sobre pensiones. El relato

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Braulio Moreno Muñiz.

Según tengo entendido, en la agenda legislativa está previsto discutirse este año dos mil veintitrés, en las cortes, la reforma de las pensiones. Ante esta noticia se me disparan las alarmas y no puedo dejar de pensar. En una situación ordinaria “reformar” significaría: Avanzar, mejorar… Pero poniendo los pies y la cabeza en la realidad actual, en vez de mejorar, me temo que nos administren una dosis extraordinaria de retrocesos.

Ya los medios de comunicación de la burguesía nos están preparando para ello, y como no, vuelven a rociarnos con una desproporcionada cantidad de estadísticas, demasiado fáciles de interpretar, en el sentido que a la burguesía le interesa, esto es, que, en un futuro no muy lejano, no habrá pensiones que nos garanticen a los trabajadores un sustento justo.

Estadísticas y más estadísticas, números y más números, para dar un supuesto sustento racional a las ideas que protegen sus propios intereses. Pero las cifras no tienen en cuenta desde su pretendida frialdad, la existencia cotidiana de las personas. Y para desviarnos la atención de lo puramente humano, nos empujan a moldearnos a nosotros mismos de forma tal que encajemos en esas incontestables estadísticas, y aceptemos su realidad como algo irremediable. Y como sabemos, en la sociedad capitalista todo está sometido a la dictadura de la economía, de manera que todo lo relativo al devenir de nuestra existencia, ya sea cotidiano o trascendente, está sometido a la dictadura de los tecnócratas de los números, y según se han molestado ellos mismos con ahínco en dictarnos, solo nos alegran de forma inconscientemente asumida, las noticias que nos dan cuenta del desarrollo económico favorable a los beneficios del capital. Esto no se limita solo a nuestro país, sino que es un ataque a nuestros derechos en el ámbito de la Comunidad Europea.

En la CE se ha propuesto el capital, aprovechándose de la correlación de fuerzas, favorecida por su propia propaganda, administrarnos una ración enorme de liberalismo (que no de libertad) dejándolo todo al capricho del mercado, intentando así lavarse las manos y no sufrir menoscabo en sus beneficios “por culpa” de los impuestos que hay que arrancarles para equilibrar el reparto justo de la riqueza que, siendo honestos, está conseguida gracias al trabajo de todos los que, a nuestro pesar, no podemos intervenir en el mercado.

Los agoreros nos pronostican un futuro nefasto, una distopía irremediable. Y eso sí, nos dan su solución: Que los trabajadores, individualmente, ahorremos una cantidad de nuestro salario para sustituir en un futuro las percepciones de las pensiones públicas por ese pequeño capital. Cuando respondemos que eso, además de injusto es imposible, ellos alegan ¿Acaso los trabajadores no saben guardar una parte de su salario? Nosotros decimos que no es que no sepamos, sino que con el bajo nivel salarial no nos permiten ahorrar, y que, de ser así, preferimos que nuestras aportaciones a la hucha de las pensiones las gestione el Estado y no los fondos privados que darán preferencia a sus propios beneficios antes que al bienestar de los pensionistas.

Los medios burgueses, que dan la imagen en su línea editorial de un supuesto progresismo, intentando de manera insistente dar la sensación de que están de parte de los trabajadores, denunciando de forma sutil nuestras precarias condiciones de trabajo; por otro lado, ellos mismos ponen en duda que en un futuro el sistema sea capaz de proveer de los medios de vida adecuados. Entonces, dan voz a supuestos expertos independientes, tecnócratas que disponen de ideología hecha a medida, según la tendencia que en cada momento les venga bien a aquellos a los que en realidad representan.

Las soluciones que nos suelen proponer son de tipo coyuntural, y con un rancio tufo a caridad cristiana, sin embargo, el problema es estructural, afectando a todo el sistema capitalista. Esto dicho en su propio lenguaje. Sin embargo, para encarar el enorme problema, los marxistas tenemos otra manera de decirlo, esto es, y desempolvando la vieja diatriba entre Lenin y Rosa Luxemburgo, proponer la consecución de los fines a corto plazo, sin olvidarnos de que han de ser mejoras en el día a día, pero sin menospreciar la importancia de conseguir los fines a largo plazo. Así que no hemos de dormirnos en los laureles teniendo la ilusión de que con la consecución de algunos de los fines a corto plazo está todo solucionado, por que cambiar el sistema de raíz hace un siglo era un fin a largo plazo, y al decir esto, parece que pensamos en un lejano futuro, no nos engañemos, el futuro es hoy.

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