Se cierra en Sevilla un largo (13 años) capítulo de lawfare.

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Antonio Rodrigo Torrijos, sindicalista y político comunista, exportavoz de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Sevilla.

Tras la retirada, por parte de la Fiscalía de la Audiencia Nacional, de la acusación contra mi compañero José Manuel García y yo en el llamado caso Fitonovo y tras mi contundente absolución (julio de 2017) en el asunto Mercasevilla, se cierra un largo, grosero, antidemocrático y falaz capítulo de lawfare (pionero y de libro) que se orquestó en Sevilla y cuyo objetivo era desalojar a una fuerza transformadora (en este caso a IU) del Gobierno del Ayuntamiento de Sevilla, que estaba desarrollando una agenda social desconocida, hasta entonces, en la ciudad.

Baste recordar someramente algunos hitos para comprender la naturaleza de este proceso (cacería, le llamaría yo) planificado por el Tea Party local: el bono bus solidario, los talleres prelaborales, los presupuestos participativos, la construcción de miles de viviendas sociales a precio tasado, las cláusulas contra la siniestralidad laboral en la contratación pública, los carriles-bici y la inter modalidad en el transporte, la inversión en infraestructuras y servicios para los barrios periféricos (Centros de Formación para la inserción laboral, instalaciones deportivas y desarrollo del deporte base como un derecho…), la lucha contra la especulación inmobiliaria y la oposición al pelotazo de Tablada o la paralización de la central térmica de Punta del Verde, cuya construcción hubiese significado un aumento de contaminación y compatible con la salud, las peatonalizaciones, la lucha por la Memoria Histórica (retirada de medallas y distinciones a Franco, Queipo y otros, el cambio en el nomenclátor de docenas de calles con nombres de personas involucradas en el golpe militar del 36 o la represión posterior, el monolito de la Macarena en honor a los asesinados por el franquismo), la política fiscal progresiva que se hizo… Son elementos suficientes para entender que se estaba produciendo una transferencia de rentas desde lo privado a lo público y una transformación social y urbana de Sevilla que los que consideran que «mandan aunque no se presenten a las elecciones» no podían ni soportar ni permitir.

Para esa operación no hubo empacho en abrir procesos escandalosos, convenientemente publicitados y jaleados por la caverna mediática, adecuadamente acompasados a los tiempos electorales, sin rigor ni base jurídica alguna (como ha quedado suficientemente demostrado), teniendo en cuenta que TODOS las y los concejales de IU fuimos imputados (yo cuatro veces) algo inédito en la historia democrática del municipalismo, ni tampoco el uso indiscriminado de la mentira, el escándalo inducido y la calumnia para desacreditar al grupo municipal de IU en general y a mí en particular, compra de una «residencia» en el centro de Sevilla, comilonas y mariscadas a cargo del erario público, gastos superfluos, corrupción, nepotismo y un sinfín de prácticas reprobables todas falsas, como el tiempo y los hechos han constatado.

Sin embargo, la lección más destacable, cierto que hay otras, es que lo consiguieron: quebraron el Gobierno de Progreso, nos desalojaron (a IU) de él (tuvimos que dimitir en distintas etapas, Lolo Silva, José Manuel García y yo mismo) y, finalmente, consiguieron la mayoría más que suficiente para que gobernase en solitario el PP y hacer a Zoido -referente político y beneficiario de toda la operación- alcalde de la ciudad.

Lo que siguió es conocido: cuatro años (2015-2019) irrelevantes para Sevilla, paralización y reversión de los avances sociales y urbanos, y retroceso en el papel reconocido de Sevilla como referencia sostenible y social del municipalismo en esa época.

Una lección, en los tiempos de involución, odio inducido, imperio de la mentira y las noticias falsas, lawfare, persecución al cargo público, dirigentes políticos y/o sociales progresistas, oligopolio mediático, obstrucción a la renovación de instituciones del Estado claves para la normalidad democrática, e incluso la violencia verbal y no solo en las cámaras donde reside la soberanía popular… Lección, reitero, que es preciso aprender y tener en cuenta para que no se repita lo que en Sevilla consiguieron y que fue la subversión del sentir popular a través de la conjunción de poderosas fuerzas, al margen de la fiscalización democrática, para imponer un gobierno «como Dios manda» que supiera desmontar la cosa pública orientada a defender el interés general, a mayor gloria de los sacrosantos intereses privados que curiosamente son los que defienden los muñidores de eso que ahora llamamos lawfare, pero que es tan antiguo como la lucha de clases.

¡NO LO OLVIDEMOS!

PD: deseo expresar mi agradecimiento infinito a quienes durante esos largos y oscuros años de persecución, agravios y mentiras me han demostrado su comprensión y apoyo porque sin ellos no hubiera sido posible resistir tan desigual e injusta lucha.

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