Ucrania: granjas humanas en plena guerra

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Núria Vidal Carrascosa, activista, política e integrante de Espai Figa.

¿Qué ha pasado durante la guerra con las mujeres ucranianas que alquilaron sus vientres? ¿Qué ha pasado con sus bebes? Por increíble que pueda parecer, el negocio ha seguido y, es más, ha crecido la demanda de niños a la carta por aquello que llaman ’padres de intención’ esos individuos que desean tener un hijo con su impronta genética y a la carta, y que contratan los servicios de una empresa para conseguir su deseo. Según una información publicada por la agencia EFE el pasado mes de mayo, se calcula que unos 2.000 bebés nacen de esta manera en Ucrania, sin importar lo más mínimo en qué situación vienen al mundo, ni en qué condiciones se encuentran las madres que los gestan.

Según la mencionada noticia, Igor Petrovich es el director de una clínica de gestación subrogada en Kiev, y solo en su establecimiento nacen unos 500 niños y niñas al año, todos ellos destinados a satisfacer los deseos de las personas ―progenitores de intención― anteriormente citadas. La encargada de poner a los clientes españoles en contacto con esta clínica se llama Alina, y recientemente ha declarado que «se siente muy satisfecha con su trabajo, por ofrecer a las familias lo que han estado buscando durante años», y que para las mujeres alquilar sus vientres es mucho mejor que la prostitución.

Como es evidente, huelga cualquier comentario sobre estas declaraciones.

La guerra ha empobrecido todavía más a las mujeres ucranianas ―y de otras partes del planeta―, que a menudo se ven abocadas a recurrir a estas prácticas para poder sacar adelante a sus hijas e hijos, a padres ancianos, a dependientes a su cargo… en definitiva, para afrontar económicamente situaciones extremas como las que se pueden dar en un país empobrecido y ahora en guerra.

¿Hasta dónde se puede trocear el cuerpo de una mujer para que deje de verse como un ser humano? Seguramente hasta quedar convertidas en un objeto más que puede utilizar el patriarcado para cumplir todos sus deseos ―deseos, que no derechos―. Mientras tanto nuestros gobernantes miran hacia otro lado. Y es que, en España, supuestamente, están prohibidos los vientres de alquiler. Pero, claro… si todo ocurre en otro país, y si lo que se pretende es por el bien de los bebés… al final son inscritos en los consulados, y se origina un bucle en el que se acaba por blanquear esta práctica de compra de seres humanos, este ‘alquiler’ de mujeres para gestar hijos para otros, con el derecho infinito que proporcionan el dinero y el patriarcado.

Por otra parte, los compradores de bebés tampoco corren riesgos para recogerlos, no. El servicio de reparto de bebés incluso los lleva a la frontera de Polonia para que los compradores pasen cómodamente a por ellos. ¡Un fantástico servicio de «Todo incluido»!

Es inquietante darse cuenta de cómo han aparecido en los medios tantos compradores preocupados por las dificultades añadidas por la guerra para conseguir hacerse con los bebes encargados, el gran sufrimiento de esas pobres personas. No parece importar cómo afecta a esos bebés la separación abrupta de sus madres, que los ha gestado durante nueve meses… ¿Qué pasa con esas mujeres doblemente vulnerables ―precariedad económica, en medio de una guerra― que acaban de parir? ¿Qué cuidados se proporcionan a sus cuerpos? ¿Y a sus mentes? ¿Cómo será su recuperación física y psíquica? ¿En qué situación quedan frente a las múltiples contingencias agravadas sobremanera por la guerra? ¿No es precisamente aquí donde debería estar el foco de la información?

La crueldad, la explotación y el maltrato hacia esas madres y esos bebés, que han intercambiado durante nueve meses emociones, sentimientos, alimentos y hasta la propia sangre, son inaceptables. Es la más antigua de las explotaciones del patriarcado, convertir a las madres en simples medios de producción y apropiarse de los hijos. ¡Y en medio de una guerra! En los conflictos bélicos las mujeres se convierten en destinatarias de grandes violencias: impelidas a desplazarse como refugiadas, violadas como acción estratégica y en esta guerra continuando con la infame explotación reproductiva. Basta ya de blanquear el negoció por encima de los derechos humanos, los derechos de los menores y de las mujeres.

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