El oportunismo y la bancarrota de la II Internacional (Tercera Parte) de V.I. Lenin

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Escrito en 1915 y publicado en 1916, este texto del revolucionario ruso explica cómo han sido cooptados por la burguesía los principales partidos obreros (socialdemócratas) con participación en los gobiernos de las diferentes naciones de Europa, su sumisión a la política de guerra de cada burguesía nacional (social-chovinismo), el colapso ideológico que les impide comprender la fase imperialista del capitalismo y finalmente la necesidad de romper con la vieja socialdemocracia para construir organizaciones obreras revolucionarias, anunció de la ya cercana y victoriosa revolución soviética en Rusia. La actualidad europea nos lleva, desgraciadamente, a recordar al viejo Marx: la historia primero como tragedia y luego como farsa.

Los representantes inteligentes de la burguesía lo han comprendido muy bien. Por eso dedican tantos elogios a los actuales partidos socialistas, encabezados por los “defensores de la patria”, es decir, los defensores de la rapiña imperialista. Por eso los gobiernos retribuyen a los líderes socialchovinistas con cargos ministeriales (en Francia e Inglaterra) o con el monopolio de una existencia legal sin trabas (en Alemania y Rusia). Por eso mismo, en Alemania, donde el Partido Socialdemócrata era el más fuerte y donde su transformación en un partido obrero nacional-liberal contrarrevolucionario, ha sido más evidente, ¡las cosas llegaron hasta el punto de que el Ministerio Fiscal califica la lucha entre la “mayoría” y la “minoría” como una “incitación al odio de clase”! Es por todo esto que los oportunistas inteligentes se preocupan ante todo por mantener la anterior “unidad” de los viejos partidos que prestaron tan importantes servicios a la burguesía en 1914 y 1915. Un socialdemócrata alemán publicó en abril de 1915, con el seudónimo de “Monitor”, en la revista reaccionaria “Preussische Jahrbücher”, un artículo en el que, con franqueza digna de elogio, expresaba las opiniones de estos oportunistas en todos los países del mundo. Monitor cree que sería muy peligroso para la burguesía que la socialdemocracia se desplazara aún más a la derecha: “Debe conservar el carácter de un partido obrero con ideales socialistas. Pues el día que renuncie a ello surgirá un nuevo partido que adoptará el programa abandonado por el partido anterior, y lo formulará en términos aún más radicales” (Preussische Jahrbücher, 1915, núm. 4, págs. 50-51).

Monitor ha dado en el clavo. Eso es precisamente lo que desearon siempre los liberales ingleses y los radicales franceses: frases con un tono revolucionario para engañar a las masas e inducirlas a que confíen en los Lloyd George, Sembat, Renaudel, Legien y Kautsky, hombres capaces de predicar la “defensa de la patria” en una guerra de rapiña.

Pero Monitor representa sólo una variedad de oportunismo: la variedad franca, burda y cínica. Otros proceden en forma encubierta, sutil y “honesta”. Engels dijo en cierta ocasión: Los oportunistas “honestos” son los más peligrosos para la clase obrera… Un ejemplo: Kautsky escribe en “Neue Zeit” (26 de noviembre de 1915): “La oposición a la mayoría está aumentando, el estado de ánimo de las masas es oposicionista”.

“Después de la guerra (¿sólo después de la guerra? –N.L.), las contradicciones de clase se enconarán hasta tal punto que el radicalismo prevalecerá entre las masas”.

“Después de la guerra (¿sólo después de la guerra? –N.L.) corremos el riesgo de que los elementos radicales huyan del partido para afluir a un partido de acciones de masas antiparlamentarias (¿? entiéndase: extraparlamentarias)”.

“Así pues, nuestro partido se divide en dos campos extremos que no tienen nada de común entre sí”. Para preservar la unidad, Kautsky trata de convencer a la mayoría del Reichstag que permita a la minoría pronunciar unos cuantos discursos parlamentarios de tono radical. Eso significa que, con unos cuantos discursos parlamentarios radicales, Kautsky quiere conciliar a las masas revolucionarias con los oportunistas que “no tienen nada de común” con la revolución, que dirigen desde hace ya mucho los sindicatos y que ahora, apoyándose en su estrecha alianza con la burguesía y el Gobierno, se han adueñado también de la dirección del partido. ¿Qué diferencia hay, en rigor, entre esto y el “programa” de Monitor? Ninguna, sino las frases melosas que prostituyen el marxismo.

En una reunión del grupo del Reichstag celebrada el 18 de marzo de 1915, el kautskista Wurm “puso en guardia” al grupo para que “no estirara demasiado la cuerda; entre las masas obreras crece la oposición a la mayoría del grupo; es necesario mantenerse en el ‘centro’ marxista” (¿! probablemente haya una errata: léase “monitorista”), (Klassenkampf gegen den Krieg! Material zum “Fall Liebknecht”. Als Manuskript gedruckt∗∗∗, pág. 67). Vemos, por lo tanto, ¡¡que ya en marzo de 1915 se reconocía, en nombre de todos los kautskistas (el llamado “centro”), como un hecho el espíritu revolucionario de las masas!! ¡¡Y ocho meses y medio después Kautsky vuelve a proponer que se “reconcilie” a las masas, que desean luchar, con el partido oportunista, contrarrevolucionario, y quiere hacerlo con unas cuantas frases de tono revolucionario!!

La guerra suele ser útil para poner al descubierto lo que está podrido y descartar los convencionalismos. Comparemos a los fabianos ingleses con los kautskistas alemanes. Un verdadero “marxista”, Federico Engels, escribía sobre los primeros, el 18 de enero de 1893: “… una pandilla de arribistas, lo suficientemente sensatos para comprender la inevitabilidad de la revolución social, pero que en modo alguno desean confiar esta titánica tarea exclusivamente al proletariado poco maduro… Su principio fundamental es el temor a la revolución”. (Correspondencia con Sorge, pág. 390).

Y el 11 de noviembre de 1893 escribía: “Los altivos burgueses que benévolamente descienden hacia el proletariado para emanciparlo desde arriba, siempre que éste quiera comprender que semejante masa gris e ignorante no puede emanciparse por sí misma ni alcanzar nada sin la benevolencia de esos inteligentes abogados, literatos y mujerucas sentimentales…” (ibíd. pág. 401).

En teoría, Kautsky mira a los fabianos con el desprecio de un fariseo por un pobre publicano, porque él jura por el “marxismo”. ¿Qué diferencia real existe entre ellos? Ambos han firmado el Manifiesto de Basilea y ambos han hecho con él lo que Guillermo II con la neutralidad de Bélgica. Pero Marx fustigó durante toda su vida a quienes trataban de extinguir el espíritu revolucionario de los obreros.

Kautsky ha opuesto a los marxistas revolucionarios una teoría nueva, la teoría del “ultraimperialismo”. Entiende por ello que “la lucha entre los capitales financieros nacionales” será desplazada y sustituida por la “explotación conjunta del mundo por el capital financiero internacional” (N.Z., 30 de abril de 1915). Pero añade: “Todavía no tenemos premisas suficientes para decidir si esa nueva fase del capitalismo es o no factible”. ¡De esta manera, basándose en meras suposiciones relativas a una “nueva fase” que no se atreve a declarar categóricamente “factible”, el inventor de esa “fase” desmiente sus propias declaraciones revolucionarias, rechaza las tareas revolucionarias y la táctica revolucionaria del proletariado ahora, en la “fase” de una crisis que ya se ha iniciado, de una guerra y de una agravación sin precedentes de las contradicciones de clase! ¿No es esto el más abominable fabianismo?

Axelrod, el líder de los kautskistas rusos, considera que “el centro de gravedad del problema de la internacionalización del movimiento proletario emancipador está en la internacionalización de la práctica cotidiana”: por ejemplo, “la legislación sobre la protección del trabajo y la concerniente a los seguros deben ser objeto de acciones y organizaciones internacionales de los obreros” (Axelrod, La crisis de la socialdemocracia, Zurich, 1915, págs. 39-40). Está bien claro que no sólo Legien, David y los Webb, sino el propio Lloyd George, Naumann, Briand y Miliukov se adherirán plenamente a semejante “internacionalismo”. Lo mismo que en 1912, Axelrod está dispuesto a lanzar las frases más revolucionarias para un futuro muy remoto, si la futura Internacional “actuará (contra los gobiernos, en caso de guerra) y levantará una tempestad revolucionaria”. ¡Vean qué valientes somos! Pero cuando se trata de apoyar y desarrollar ahora la efervescencia revolucionaria que se está iniciando entre las masas, Axelrod replica que esa táctica de acciones revolucionarias de masas “aún tendría alguna justificación si nos encontrásemos directamente en vísperas de una revolución social, como ocurrió, por ejemplo, en Rusia, donde las manifestaciones estudiantiles de 1901 anunciaban la aproximación de las batallas decisivas contra el absolutismo”.

Pero en el momento actual todo eso es “utopía”, “bakuninismo”, etc., completamente en el espíritu de Kolb, David, Südekum y Legien. El afabilísimo Axelrod sólo olvida que en 1901 en Rusia nadie sabía ni podía saber que la primera “batalla decisiva” se libraría cuatro años después –no olviden, cuatro años después- y quedaría “indecisa”. Sin embargo, sólo nosotros, los marxistas revolucionarios, tuvimos entonces razón: ridiculizamos a los Krichevski y los Martínov, que llamaban al asalto inmediato. Únicamente aconsejábamos a los obreros que expulsaran a los oportunistas en todas partes y que hicieran todos los esfuerzos para apoyar, intensificar y extender las manifestaciones y otras acciones revolucionarias de masas. Absolutamente análoga es la actual situación en Europa: sería absurdo llamar a un asalto “inmediato”. Pero sería una vergüenza llamarse socialdemócrata y no aconsejar a todos los obreros que rompan con los oportunistas y que hagan todos los esfuerzos por consolidar, profundizar, extender e intensificar el incipiente movimiento revolucionario y las manifestaciones. La revolución nunca cae del cielo completamente lista, y al comenzar la efervescencia revolucionaria, nadie puede decir si conducirá, y cuando conducirá, a una revolución “verdadera”, “auténtica”. Kautsky y Axelrod dan a los obreros gastados y viejos consejos contrarrevolucionarios. Kautsky y Axelrod alimentan a las masas con la esperanza de que la futura Internacional seguramente será revolucionaria, pero lo hacen con el solo propósito de proteger, encubrir y embellecer hoy la dominación de los elementos contrarrevolucionarios: los Legien, los David, los Vandervelde, los Hyndman. ¿No es obvio que la “unidad” con Legien y Cía. es el mejor medio para preparar la “futura” Internacional revolucionaria?

“Sería una locura querer transformar la guerra mundial en guerra civil”, declara David, líder de los oportunistas alemanes (Die Sozialdemokratie und der Weltkrieg (La socialdemocracia y la guerra mundial), 1915, pág. 172), en respuesta al Manifiesto del Comité Central de nuestro Partido del 1º de noviembre de 1914. El Manifiesto dice, entre otras cosas: “Por muy grandes que parezcan, en uno u otro momento, las dificultades de semejante transformación, los socialistas jamás renunciarán a efectuar un trabajo preparatorio sistemático, perseverante y continuo en esta dirección, ya que la guerra es un hecho”. (Citado también por David, pág. 171.) Un mes antes de que apareciera el libro de David, nuestro Partido publicó las resoluciones en que explicaba del siguiente modo la “preparación sistemática”: 1. Negativa a votar los créditos. 2. Ruptura de la paz civil. 3. Creación de organizaciones ilegales. 4. Apoyo a las manifestaciones de solidaridad en las trincheras. 5. Apoyo a todas las acciones revolucionarias de masas.

David es casi tan valiente como Axelrod: en 1912 no le parecía “desatinado” referirse, para el caso de una guerra, a la Comuna de París. Plejánov, típico representante de los socialchovinistas de la Entente, discurre sobre la táctica revolucionaria igual que David. La llama “sueño bufonesco”. Pero oigamos a Kolb, un oportunista desembozado, quien escribió “La táctica de los que rodean a Liebknecht llevaría al punto de ebullición la lucha dentro de la nación alemana”. (Die Sozialdemokratie am Scheidewege (La socialdemocracia en la encrucijada), pág. 50).

Pero ¿qué es una lucha llevada hasta el punto de ebullición, si no la guerra civil? Si la táctica de nuestro CC, que en sus rasgos esenciales coincide con la táctica de la izquierda de Zimmerwald, hubiese sido “locura”, “sueño”, “aventura”, “bakuninismo” –como afirman David, Plejánov, Axelrod, Kautsky y otros-, nunca había podido conducir a una “lucha dentro la nación” y menos aún llevar esa lucha al punto de ebullición. En ningún lugar del mundo las frases anarquistas han llevado a una lucha dentro de una nación. En cambio, los hechos demuestran que, precisamente en 1915, como resultado de la crisis producida por la guerra, aumenta la efervescencia revolucionaria entre las masas, aumentan las huelgas y manifestaciones políticas en Rusia, las huelgas en Italia e Inglaterra, las marchas de hambre y las manifestaciones políticas en Alemania. ¿Acaso no es esto el principio de acciones revolucionarias de masas? Apoyar, desarrollar, ampliar e intensificar las acciones revolucionarias de masas, crear organizaciones ilegales, sin las cuales aún en los países “libres”, no hay manera de decir la verdad a las masas populares: tal es todo el programa práctico de la socialdemocracia en esta guerra. Todo lo demás son mentiras o frases, sean cuales fueren las teorías oportunistas o pacifistas con que se adorne.

Cuando se nos dice que esa “táctica rusa” (expresión de David) no es adecuada para Europa, contestamos habitualmente remitiéndonos a los hechos. El 30 de octubre una delegación de camaradas, de mujeres berlinesas, se presentó ante el Presidium del Partido y declaró “que ahora, que existe un vasto aparato de organización, es mucho más fácil difundir folletos y volantes ilegales y organizar ‘reuniones no autorizadas’, en comparación con la época de la ley enfilada contra los socialistas”. “No faltan vías ni medios, pero parece haber falta de deseos.” (Berner Tagwacht, 1915, núm. 271).

¿Será que esas malas camaradas han sido descarriadas por los “sectarios” rusos, etc.? ¿Será que las verdaderas masas no están representadas por esas camaradas, sino por Legien y Kautsky? ¡¡Por ese Legien que en su informe del 27 de enero de 1915 fulminaba contra la idea “anarquista” de formar organizaciones clandestinas; o por Kautsky, que se ha vuelta tan contrarrevolucionario que el 26 de noviembre, cuatro días antes de la manifestación de diez mil personas en Berlín, calificó de “aventura” las manifestaciones callejeras!!

¡Basta de fraseología, basta de “marxismo” prostituido à la Kautsky! Después de veinticinco años de existencia de la II Internacional, después del Manifiesto de Basilea, los obreros dejarán de dar crédito a las frases. El oportunismo, gangrenoso ya, se ha pasado definitivamente al campo de la burguesía transformándose en socialchovinismo; ha roto espiritual y políticamente con la socialdemocracia. También romperá con ella en materia de organización. Los obreros ya exigen una prensa “no censurada” y reuniones “no autorizadas”, es decir, organizaciones clandestinas para apoyar el movimiento revolucionario de masas. Sólo tal “guerra a la guerra” es obra de la socialdemocracia, y no una frase. Y a pesar de todas las dificultades, derrotas pasajeras, errores, extravíos y pausas, esa obra llevará a la humanidad a la revolución proletaria victoriosa.

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