Migrantes

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Lidia Falcón, Presidenta del Partido Feminista de España.

Carta abierta a Espinosa de los Monteros

Me dirijo a V. por las declaraciones que realizó hace unos días, en la entrevista del canal 24 horas, respecto a la emigración y los emigrantes ilegales. Teniendo en cuenta su alta alcurnia aristocrática, que se remonta varios siglos atrás y que incluso enlaza con la dinastía Borbón, comprendo que sienta rechazo a esos seres pobres, generalmente negros, que arriban a nuestras costas sucios, mal vestidos y en ocasiones enfermos. Su casta siempre se ha mantenido limpia de mestizajes y sus blasones no están contaminados por bastardías y mezclas genéticas indeseables, y por supuesto nunca han tenido relación amistosa con semejantes personas. No sé si laboral, dado que tantas de nuestras limpiadoras, criadas y peones son de orígenes raciales extranjeros.

Pero como mi caso es totalmente contrario al suyo me he sentido aludida ante sus declaraciones de que no se puede aceptar a los emigrantes ilegales. Ya se sabe que los seres humanos se dividen fundamentalmente entre legales e ilegales. No sé si esa distinción se produce en el momento del parto, que me parece es igual para todos los nacidos de mujer, pero sí en el momento en que pisan el suelo de nuestra amada patria España. Y a los ilegales, clasificación que no decide la genética humana sino el gobierno, hay que expulsarlos de nuestro territorio, que por ser en el que la mayoría de los españoles hemos nacido es propiedad privada nuestra, y sagrada, y por tanto no puede ser mancillada por la presencia de esos seres negros, pobres, sucios y hasta enfermos. Y sobre todo extranjeros.

Yo, en cambio, sumo en mi árbol genealógico varias y dispares combinaciones. La rama de mi abuela es española, a mucha honra, pero tuvo el desliz de casarse con un mejicano de origen irlandés, este sí aristócrata, que acabó en España, y de tal primer mestizaje nació mi madre, que para acabar de contribuir al melting pot de mi genealogía se ajuntó con un peruano. Y aquí estoy yo, que me siento tan española como ciudadana del mundo.

Cuando usted se refiere a la legalidad de la emigración no recuerda que los españoles, de pura cepa, emigraron a todos los países del mundo, en oleadas sucesivas, durante el siglo XX, intentando salir de la miseria en que el régimen franquista los había hundido. Y no tan legalmente como seguramente usted argüirá, porque miles se montaron en trenes de madera, con maletas de cartón y unos mendrugos de pan envueltos en un pañuelo de hierbas, y atravesaron varias fronteras europeas hasta recalar en Suiza o Alemania, sin más documentación que la cédula blanca que nos había facilitado la dictadura. Vea la película Un Franco Catorce Pesetas.

Pero por si le parece que es una ficción engañosa le explicaré que mi tía y sus dos hijas, en 1949, decidieron  exiliarse de España después de haber sufrido crímenes, cárceles y humillaciones de que las hizo víctimas el régimen fascista que ganó la Guerra Civil. Y sin pasaporte, ni visado ni permiso de entrada, en un petrolero, desembarcaron en una cala sin nombre, cerca del puerto de La Guaira, Venezuela. Y gracias a la ayuda de otros exilados españoles que habían seguido parecido éxodo, en plena dictadura de Marcos Pérez Giménez, lograron camuflarse un tiempo hasta que la democracia les concedió la residencia primero y la nacionalidad después. Han sido ciudadanas ejemplares, han contribuido al desarrollo del país durante siete décadas y han aportado su trabajo, su talento, sus hijos y sus nietos a ese país. Como están haciendo ahora en España los que consiguen llegar a nuestras costas, en esas pateras que son a veces su muerte, y que, cuando sobreviven, usted quiere expulsarlos a sus países de origen.

Esos países que han sufrido la conquista, la colonización y la esclavitud de los países europeos,  que hoy presumen de ser campeones de la democracia y los derechos humanos, y con las que hicieron sus fortunas los próceres más distinguidos del siglo XIX. No conozco con detalle el devenir de su parentela en los últimos dos siglos, pero sí sabemos que el Capitalismo se fundó y se “capitalizó” con el tráfico de esclavos negros de África. Le recomiendo que lea el libro La Orca del Atlántico. Pedro Martínez y su clan en la Trata de Esclavos, 1817-1867, de María del Carmen Cózar, esposa del diputado de VOX Agustín Rozety Fernández de Castro.

Hoy, dos siglos después, las potencias europeas han dejado el continente africano expoliado y convulso, destrozado por guerras entre tribus y Estados, que han provocado, financiado y organizado gobiernos tan democráticos como los de Francia, Bélgica, el Reino Unido, para seguir manteniendo el predominio y el poder económico de las corporaciones multinacionales. Para apropiarse del coltán y de los minerales “raros” que ahora son imprescindibles para que los ricos ciudadanos europeos, que viven en Estados del Bienestar, dispongan de toda clase de artilugios digitales, los gobiernos europeos han hundido en guerras interminables al Congo, al Chad, a Ruanda, a Burundi, provocando su destrucción e interminables hambrunas que obligan a los supervivientes a huir hacia el paraíso europeo. Donde los recibimos a tiros de pelotas de goma para que se ahoguen antes en este Mediterráneo, que es la fosa común más grande del mundo.

Al mismo tiempo, a usted se le recordó en la entrevista televisada que en España la natalidad es tan baja que no basta para sustituir la generación anterior, y que según todas las predicciones de los expertos se necesitarán en los próximos años 8 millones de trabajadores extranjeros, simplemente para poder mantener el mismo ritmo de producción. Usted, como buen administrador de empresas y economista cualificado, debe haber hecho el mismo cálculo, pero al parecer su hostilidad hacia todo el que no tenga sangre española es más fuerte que la defensa de la política económica que un empresario debe mantener.

A mayor abundamiento, quiero remarcar que usted es buen católico, lo que supongo implica ser buen cristiano, y por la educación católica que recibí sé que los principios del Evangelio, que usted debe conocer, no promueven el odio a los demás, aunque sean extranjeros o negros ni mucho menos pobres. Por ello, más estoy sorprendida de que usted, un representante tan cualificado de su doctrina, crea que debe exigir la expulsión de aquellas personas que tanto necesitan de nuestro apoyo y ayuda.

Me gustaría creer que las reflexiones que anteceden van a convencerle de lo inconveniente que es exigir la devolución de los emigrantes desde el punto de vista económico, de lo injusta que es dicha medida desde la perspectiva histórica y de lo poco cristiana que resulta esa política de persecución y exclusión de aquellos que más necesitan de nuestro apoyo. Me temo que no será así, porque ni sus antecedentes aristocráticos ni su actividad empresarial ni su militancia política ni su indiferencia religiosa permiten esperarlo.

Sin más que comunicarle, y sin esperar su respuesta, quedo de V. atentamente.

1 COMENTARIO

  1. Siempre leo con atención los artículos de Lidia, y siempre estoy de acuerdo con ellos en casi todo, pero en este caso creo que lo que expone es solo una visión parcial del problema, con el que se puede estar de acuerdo, pero que faltan otras muchas visiones y que habría que analizar, por aquello de que parte de la verdad no es la verdad.
    Espero que algún día la izquierda coja este toro por los cuernos, lo analice en profundidad y deje de eludir el problema.

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