A propósito de lo binario y la diversidad

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Beatriz García, @beyondwoods.

No es la primera vez que quienes tienen el poder en el Capitalismo se lanzan a demonizar lo binario en favor de una pretendida diversidad. Antes de esta interesada y ridícula negación de que sólo existen dos sexos, con la intención de negar la jerarquía sexual machista intrínseca al sistema, los capitalistas se han estado dedicando con ahínco a ocultar otro binario esencial, la dicotomía fundamental en el sistema Capitalista, la que existe entre las dos clases sociales predominantes, entre quienes tienen la propiedad privada de los medios de producción, la burguesía, y quienes para sobrevivir se ven obligados a alquilarles su fuerza de trabajo a cambio de un salario, la clase obrera. El término clase media (y digo término porque sus definiciones son variadas), a modo de «género no binario», ha sido uno de sus instrumentos; sirva de ejemplo que la OCDE llama clase media en España a los hogares que ingresan entre el 75% y el 200% del sueldo medio del país, asalariados que sin sus sueldos no podrían subsistir y que mágicamente no son clase obrera porque su salario es más alto que el de otros; tanto ha calado la idea de que se puede ser de una supuesta clase intermedia cuando tu vida está a merced de otros, que incluso un alto porcentaje de trabajadores que no llegan a fin de mes siguen «autoidentificándose» como clase media. La realidad es tozuda, en esos casos y en los de mujeres que creen que diciendo que son «no binarias» escaparán del machismo y la lesbofobia. Así mismo, Amancio Ortega no es un trabajador así lo diga mil veces y ningún varón es una mujer porque diga sentirse como una. La objetividad se impone a las valoraciones sentimentales, subjetivas, nos guste o nó. Ortega también es el ejemplo perfecto de esos casos contados de quienes pasan de ser explotados a ser explotadores, en su caso tras un camino de robo que empezó con la explotación de mujeres trabajadoras gallegas y que actualmente se sostiene en trabajo semi esclavo, incluido el infantil (el aumento de la tasa de ganancia no se detiene); también podríamos hablar de los «youtubers» convertidos en millonarios, huyan o nó a Andorra. Llevado a la cuestión machista serían el equivalente a los casos de mujeres que con medicación y cirugías, o a veces sin ellas debido a situaciones especiales particulares, han conseguido pasar socialmente como varones durante algún tiempo de sus vidas o en situaciones concretas; ahí están las vidas de Eleno de Céspedes o James Barry, y que son eso, salidas individuales y excepcionales que no cambian en nada la situación de la sociedad.

Al igual que ahora se le dice a las mujeres que si sufren el machismo es porque se «sienten o identifican como mujer», definiendo mujer como feminidad, cual sección femenina de la Falange, y que pueden escapar del machismo y la lesbofobia de forma absurda individual manifestando ser un varón, o a través de la «creación de más géneros» (tú, en tu casa, aislado, confeccionas constructos sociales añadidos a la feminidad y masculinidad, o la sociedad los crea de forma divina, porque nadie explica a qué realidad, necesidades del sistema, corresponderían cada uno de ellos, ni cómo iría el proceso), o, también, para lucro directo de capitalistas (de todo se pueden obtener ganancias), tomando cierta medicación de por vida y pasando por cirugías estéticas, también se ha estado inculcando a la clase obrera que su situación de carencias y explotación es un asunto individual, de méritos, una mezcla de supuestos aspectos naturales, inteligencia, capacidad de esfuerzo o de simple deseo y voluntad personal, que están como están porque quieren, vaya… En ambos casos nos mienten.

El mundo es dialéctico movimiento, no se detiene, todo lo que nace está destinado a fallecer, y en estas, la burguesía intenta sobrevivir, a la par que procuran sacar dinero hasta de debajo de las piedras, así que recurren a aquello que evita la superación de lo establecido, lo conservador o reaccionario, las mentiras en todas sus formas, hipocresía, engaños, tergiversaciones, falacias, superficialidad… ya sean viejas o nuevas, o más bien, renovadas, porque cuando la estructura económica del sistema no ha cambiado, la cuestión está fundamentalmente en ir adaptando el argumentario al estado de la conciencia de su situación por parte de la clase trabajadora, y en especial, debido a la pujante, por muy lucrativa, mercantilización de sus cuerpos y su capacidad reproductiva, las mujeres de clase trabajadora. «Casuística innata en los hombres la de cambiar las cosas cambiando sus nombres y hallar salidas para romper con la tradición sin salirse de ella, en todas partes donde un interés directo da el impulso suficiente para ello» escribió Karl Marx.

De un tiempo a esta parte hay que estar recordando que los seres humanos somos animales que se reproducen sexualmente gracias a un binario, un proceso dialéctico en el que dos gametos producidos por dos sexos, mujer y varón, forman un embrión que gestado da lugar a un nuevo ser humano; que, además, somos cuerpos sin almas que los trascienden, y que la mente humana es el producto del cerebro, el cuál se halla en un cuerpo, y esos cuerpos con sus cerebros y sus mentes se han educado y viven en un contexto social. No se pueden entender las partes desligadas del todo, ni el todo desligado de sus partes, y, además, la perspectiva debe ser histórica. Una mente, su pensamiento, ideas, moral, sentimientos o deseos no son entendibles si no la situamos en donde surge, el cuerpo de esa persona, su físico, su sexo, sus rasgos o color de piel, incluso su estado de salud y sus posibles discapacidades, en el ambiente en que ha nacido, ha sido educado y vive. Cada vivencia en ese contexto general, sumado a las particularidades que puedan tener lugar, va marcando la personalidad de cada ser humano, entendida esta como su carácter, forma de ser, sus modos de afrontar la vida, su sentir personal y las ideas que defiende, incluida la conciencia sobre su situación en el mundo, sus creencias o certezas sobre sus necesidades y deseos como miembros de clases desposeídas. Nadie puede sentirse alguien que no es. Pondremos el ejemplo de una niña que llega a afirmar que no se «siente niña», que en realidad es un niño (ejemplo de eso que llamarían ahora «infancia trans» y cuya definición sencilla es maltrato infantil); esto sucede porque le han enseñado a naturalizar que las niños son de determinada forma (género masculino o masculinidad) y las niñas son de otra forma diferente (género femenino o feminidad) en la cuál ella no encaja, porque jugar con muñecas le aburre y prefiere saltar sobre charcos pero la riñen por hacerlo, ya que el vestido incómodo lleno de volantes que le han puesto «se ensucia» y «las niñas tiene que estar bonitas», o en ciertos casos porque alguna situación traumática, abusos sexuales, verbales misóginos o exposición a agresiones machistas a otras niñas o mujeres, le lleva a querer huir de sí misma, de su cuerpo. Puede haber otras motivaciones pero en todos los casos su detonante es social, relacionado con su cuerpo sexuado en una sociedad machista, homófoba y en la que existe la pederastia. Esa niña ha sido educada para creer que la conciencia determina el ser, la materia, y el mundo funciona al revés. La solución no está en «crear más géneros», porque eso son cajas, además de porque es fantasía, lo que hay que hacer es crear las condiciones materiales necesarias para que toda persona pueda desarrollarse en libertad, sin prejuicios culturales de ningún tipo que le coaccionen o llegue a traumatizar, porque los humanos somos tan diversos que somos únicos, incluso los gemelos idénticos, que ni nacen totalmente idénticos, ni tendrán vidas idénticas.

Así como el pensamiento es producto del cerebro, la cultura es el producto de otra materia, la organización social, en palabras de Engels, «Según la teoría materialista, el factor que en última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real… De una parte, la producción de medios de existencia, de productos alimenticios, de ropa, de vivienda y de los instrumentos que para producir todo eso se necesitan; de otra parte, la producción del hombre mismo, la continuación de la especie… esto es, por el grado de desarrollo del trabajo, de una parte, y de la familia, de la otra.» Otro terrible binario, nos dirán desde todos los medios de difusión ideológica.

La creación de esas condiciones materiales necesita como paso previo acabar con el poder de la burguesía y depositarlo en los miembros de las clases desposeídas, poner los medios de producción bajo propiedad del conjunto de la sociedad; y, puesto que el movimiento de la materia, los cambios cualitativos de esta, no son procesos graduales sino que suceden mediante saltos, en el caso de la sociedad humana, en forma de revoluciones, solo una revolución liderada por la clase obrera, la unidad de sus diversos miembros, podrá lograrlo.

A la burguesía le es vital desdeñar todos los aspectos del marxismo. Necesitan negar la ley de unidad y lucha de los contrarios puesto que el contrario de la burguesía en la sociedad capitalista, y sin el cuál no existirían, es la clase obrera con la que están en lucha constante, ya que la riqueza de los primeros se fundamenta en la explotación de los segundos, en el robo del fruto de su trabajo; merece mención al margen del trabajo productivo, la explotación de carácter esclavista, la mercantilización de los cuerpos de las mujeres de clases desposeídas en la prostitución, y de sus bebés, que han pasado de robarse para ser vendidos, a robarse para ser vendidos pero llamándolo «gestación subrogada». Necesitan también negar que la conciencia está determinada por el ser social para que creamos que las ideas, la educación en una cultura, que surge de la nada, cambiará el mundo. Necesitan negar la necesidad de la revolución. Necesitan naturalizar el machismo para justificar la división sexual del trabajo y porque incentivarlo es útil para que no haya unión entre sexos. Necesitan dividirnos, mantenernos enfrentados, para que no pensemos en qué nos une, qué acciones obran en nuestro verdadero interés y quiénes son el enemigo común; atomizarnos en un sálvese quien pueda (el caso de Ortega o los youtubers «nos lo venden» como triunfo y como ejemplo de tú también puedes). Necesitan el individualismo frente a la idea de sociedad, cuyo ejemplo más actual lo representa este espectáculo bochornoso y criminal en torno a la» libre autodeterminación del género», como si fuéramos personajes de videojuego que escogen su situación en la sociedad, o las mujeres que nos dicen que en libertad eligen ser prostituidas o pasar por un embarazo para entregar a sus bebés a gente que paga por ellos; pero, esa libertad no es tal porque ignora el mundo donde esos individuos existen, un mundo con jerarquías en el que las personas están sujetas a necesidades para subsistir, y sujetas a la cultura que les mantiene en un estado de falsa conciencia sobre qué obra verdaderamente en su propio interés, que condicionan o determinan sus decisiones.

Miles de niñas y niños, adolescentes, en su mayoría chicas, mujeres y varones están siendo privados de un tratamiento psicológico adecuado en nombre del bien y de las almas, en nombre de un credo religioso disfrazado de ciencia, especialmente lucrativo per sé y por lo que lleva aparejado, entre ello, expulsar a las mujeres del espacio público, del trabajo asalariado, donde puede haber una unión obrera, ya que, como dijo quien ha ocupado cuotas en ámbitos públicos como mujer, Carla Antonelli, «La mejor mujer, un varón».

Como escribió Charles Fourier, y Flora Tristán y Carlos Marx reiteraron, «El grado de emancipación de la mujer en una sociedad es el barómetro general por el que se mide la emancipación general».

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