La masacre que Israel comenzó ahora hace 7 días, no cesa. De momento, se cuentan 200 palestinos muertos, de los que 59, más de una cuarta parte, son niños, además de 1300 heridos, trágicas cifras – son datos del Ministerio de Sanidad en la Franja de Gaza – que van en aumento a la luz del continuo trabajo de búsqueda y rescate de muertos y heridos. En el lado israelí, las autoridades sionistas informan de 10 muertos, entre ellos 2 niños, a causa del lanzamiento de proyectiles de las milicias palestinas.
Es conveniente recordar que Gaza ha sufrido ya varias ofensivas; la última, en el año 2014, duró 50 días y dejó un saldo de más de 2.100 muertos, de los que una cuarta parte eran niños. ¿Su crimen? Vivir en Gaza, la mayor cárcel a cielo abierto del mundo, una franja de tierra palestina bloqueada y asediada desde hace 14 años, por tierra, mar y aire.
Lejos de atacar objetivos de Hamás, como anuncia Israel a bombo y platillo, el objetivo de esos bombardeos es la población civil, de forma absolutamente intencionada. Hasta el momento, han sido demolidas por las bombas 4 torres residenciales, medios de transporte público, varias escuelas y varios hospitales, centros de atención primaria, sedes de medios de comunicación y sedes gubernamentales. Han bombardeado plantas de electricidad, tan necesaria para el correcto funcionamiento de los equipos médicos. También han bombardeado plantas de agua. Y ha sido también bombardeada la Universidad Al-Quds. Y cómo no, cientos de hogares también están siendo objetivo de las bombas.
Esta nueva masacre ha coincidido con la conmemoración de antes de ayer, sábado, del Día de la Nakba, que tuvo lugar el 15 de mayo de 1948, dando lugar a la partición de Palestina y la creación del estado de Israel. Más de 500 poblaciones palestinas fueron destruidas, y más de 750.000 personas fueron expulsadas de sus hogares, y tuvieron que refugiarse en los países árabes fronterizos (Jordania, Líbano, Siria y Egipto) o en otras regiones del territorio palestino. Alrededor de 12.000 personas fueron asesinadas impunemente por grupos terroristas paramilitares sionistas. Casi un siglo después, el ente sionista sigue sin reconocer las masacres que tuvieron lugar en 1948, y que continúan hasta la actualidad.
Precisamente en estos días están teniendo lugar numerosas manifestaciones y actos de protesta en solidaridad con Palestina alrededor de todo el mundo; sólo en nuestro país, 42 concentraciones y manifestaciones han sido convocadas entre el viernes 14 de mayo y el sábado 22 de mayo. Antes de ayer, en Madrid, 9.000 personas marcharon desde Atocha hasta Sol exigiendo el fin de la escalada del terror en Gaza.
Según varios analistas, la nueva masacre de Israel contra Gaza es un reflejo de la crisis interna de Israel, que ha tenido que celebrar elecciones cuatro veces seguidas porque Netanyahu no consigue formar gobierno. Esto, unido a varios casos de corrupción que podrían llevar a Netanyahu a la cárcel, podríamos situarlo en el origen táctico de esta ofensiva. Este análisis coincide también con el de Manu Pineda, eurodiputado de Unidas Podemos en el Parlamento Europeo y Presidente de la Delegación de Relaciones con Palestina.
Al inicio del mes de Ramadán comenzó la escalada de tensión, que estalló en Jerusalén entre manifestantes palestinos y la policía sionista cuando un grupo de ultranacionalistas israelíes asaltaron la mezquita de Al-Aqsa. La tensión aumentó cuando un tribunal israelí decidió desalojar a varias familias palestinas del barrio de Sheij Jarrah, queriendo expulsar a 28 familias de sus legítimas casas para entregarlas a colonos sionistas.
En cuanto al posicionamiento del gobierno español ante esta ofensiva, resultan llamativas las palabras de la Ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, quien ha llamado a todas las partes a “evitar actos de provocación, odio o incitación a la violencia”, equiparando los ataques israelíes con los palestinos, como si de dos ejércitos equiparables se tratase. Lejos de reconocer al Estado Palestino, tal y como anunció el PSOE en campaña electoral, nuestro gobierno se muestra una vez más como lo que es, un gobierno colaboracionista con Israel.