¿Por qué la actual dirigencia del Partido Comunista de Venezuela ataca a la Revolución Bolivariana?

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Jesús Faría. Economista. Diputado de la Asamblea Nacional de Venezuela.

La Revolución Bolivariana tiene profundas raíces históricas, que incluyen las heroicas luchas del s. XX venezolano, donde el Partido Comunista de Venezuela (PCV) siempre asumió posiciones de vanguardia con extraordinario coraje y firmeza.

Aunque el PCV no participó en la rebelión militar del 4F, existían amplías coincidencias con sus objetivos políticos. Sobre esta base, se concreta rápidamente el apoyo de los comunistas al proyecto bolivariano del comandante Chávez.

A pesar de esas coincidencias y las históricas conquistas revolucionarias bajo el gobierno del comandante Chávez, por los cuales los comunistas habían realizado enormes sacrificios en sus luchas del pasado, van surgiendo posiciones abiertamente antichavistas en el seno del PCV.

Recordamos, por ejemplo, los virulentos y mezquinos ataques contra el comandante Chávez ante cada propuesta de unidad orgánica de los revolucionarios, donde los comunistas con su experiencia e historia estaban llamados a realizar importantes aportes.

Para la inmensa mayoría de los comunistas venezolanos la incorporación al PSUV fue una decisión ineludible. Ya los fundadores del socialismo científico habían establecido que la esencia del movimiento comunista es la fusión de la doctrina comunista con las masas proletarias.

El PSUV ofrecía esas condiciones al ser dotado de una sólida doctrina socialista y una composición social alimentada fundamentalmente por las masas proletarias y populares, en general. Entre tanto, la Revolución Bolivariana aplicaba una política de importantísimas transformaciones con proyección internacional.

Sin embargo, al PSUV lo acusaron de policlasista, socialdemócrata y otras extravagancias, en tanto que se cuestionaban sin fundamento alguno avances estratégicos de la revolución.

En esencia, lo que determina los ataques de la dirigencia del PCV inicialmente al comandante Chávez, luego al presidente Maduro y al PSUV, es el negacionismo de la Revolución Bolivariana.

De tal manera que no es reciente ese enfrentamiento del PCV con el chavismo, así como tampoco es cierto que la oposición al presidente Maduro obedezca a un presunto abandono de las posiciones de Chávez, como afirma su actual dirigencia.

Pero lo verdaderamente alarmante de la ruptura del PCV con la Revolución Bolivariana y con la realidad en su conjunto es que, insólitamente, coincide con la mayor agresión de las potencias imperialistas contra la patria.

En esta coyuntura de inclementes agresiones yanquis a nuestra soberanía, la dirección del PCV, que se autodefine antiimperialista, fomenta la división de las fuerzas progresistas y lanza sus principales ataques en contra del PSUV, la mayor fuerza revolucionaria del país.

Vale la pena preguntar si en el marco de esta confrontación de definiciones históricas con el imperialismo habrá un objetivo más importante que la unidad de la nación para la defensa de la soberanía; si hay algo que pueda justificar la división.

Precisamente, fueron los comunistas quienes en el pasado levantaron con mayor firmeza la bandera de la más amplia unidad de las fuerzas democráticas, nacionalistas y progresistas, en general, para enfrentar al imperialismo yanqui.

Nacional e internacionalmente, los comunistas siempre han postulado correctamente que, ante cualquier peligro contra la soberanía de la patria, se impone una política que conduzca a la unidad nacional. Así ha sido en las heroicas batallas de los comunistas contra el colonialismo, el fascismo, el imperialismo…

En el esfuerzo por impulsar la revolución de liberación nacional, indispensable para acumular fuerza y avanzar en la perspectiva socialista en nuestro país, en el pasado los comunistas conformaron alianzas con sectores de diversa naturaleza, con los cuales se coincidía en cuestiones esenciales como la democracia o la soberanía nacional.

Es así como las alianzas para enfrentar coyunturas específicas en muchos casos no obedecían a coincidencias ideológicas. Se trataba de conquistar pequeñas o grandes victorias que permitieran acumular fuerzas para dar el salto cualitativo de la revolución al socialismo. Esa era la lógica de una política correcta.

En ese contexto, se conformaron frentes de lucha común con personalidades y organizaciones tan diversas como Medina Angarita, la Junta Patriótica, Wolfang Larrazábal, Caldera, etc. Esto iba del socialcristianismo al nacionalismo. También se dieron alianza en el campo de la izquierda revolucionaria con Prieto, Paz Galarraga y José Vicente.

Los comunistas promovieron esa política de alianzas con paciencia y se alcanzaron en ocasiones importantes resultados, en otros casos parciales y modestos, pero todo ello bajo condiciones muy adversas.

Cuando se produjeron desviaciones de esa línea correcta a causa de posiciones ultraizquierdistas, que perdían del radar elementos esenciales de la política revolucionaria como la definición del enemigo fundamental o la evaluación ponderada y objetiva de la correlación de fuerza imperante, se sufrieron serías derrotas con altísimos costos políticos.

En los actuales momentos, por muy hondas que pudieran ser las diferencias con el PSUV, absolutamente nada puede justificar la política de debilitar la unidad de las fuerzas progresistas. No obstante, la actual dirección del PCV insiste en esa conducta irresponsable -e impensable en el pasado-, que le hace el juego al gobierno estadounidense y su ataque despiadado a nuestro pueblo.

Es realmente inexplicable como la dirección pecevista lanza consignas contra el bloqueo y sus terribles consecuencias, pero culpan de todos los males al presidente Maduro. Afirman, sin fundamento alguno, que la crisis ya existía antes del bloqueo y fue provocada por las políticas del gobierno que favorecen al gran capital. Repiten con asombrosa coordinación buena parte de las mentiras e infamias, que descarga el gobierno yanqui contra el chavismo.

Acusan al gobierno bolivariano de neoliberal a pesar de sus intensas políticas sociales, de la profundización de la democracia, del fortalecimiento del poder popular, de la defensa de la independencia nacional, de su rumbo consecuentemente antiimperialista… De acuerdo a esa torcida acusación pecevista, pasará la agresión de Washington a la historia como la primera del imperialismo contra un gobierno oligárquico y neoliberal.

La dirigencia pecevista habla del abandono de las posiciones revolucionarias del chavismo. Si eso fuese así, cómo explicar las movilizaciones populares en el marco de la unión cívico-militar para derrotar el golpe de Estado, el ataque mercenario, disuadir la intervención militar, enfrentar las terribles sanciones imperiales. En la vanguardia de esas históricas victorias estuvo el PSUV y el chavismo actúo unido. En otros tiempos, con seguridad también hubiésemos contado al PCV entre sus principales protagonistas.

La actual dirigencia del PCV ha llevado esa campaña de difamaciones al escenario internacional, pero sin ningún éxito como era de esperarse. Salvo poquísimas excepciones, la madurez y seriedad le permiten entender a los partidos progresistas y revolucionarios del mundo el gigantesco desafío que representa la confrontación antimperialista q libramos en la actualidad y de la cual ellos también son parte a través de intensas campañas de solidaridad con la revolución bolivariana.

Finalmente, es preciso recordar que el camino de la revolución es tortuoso, tremendamente complejo, donde se exige creatividad, firmeza en los principios, flexibilidad en la táctica y una consecuente línea estratégica.

Fue Lenin, precisamente, quien dijo que cada pueblo llegará al socialismo por una vía diferente, atendiendo a sus condiciones concretas, y declaró al dogmatismo y al ultraizquierdismo como peligros terribles para las revoluciones.

Sin embargo, la actual dirigencia pecevista insiste en sus posiciones ultrarevolucionarias, estimuladas por un voluntarismo exacerbado y un arraigado dogmatismo.

Por cierto, en las revoluciones y gobiernos progresistas estas posturas ultraizquierdistas han tributado siempre a los objetivos e intereses de la contrarrevolución. Estas son lecciones del pasado, de las que tiene que aprender la dirigencia del PCV sin arrogancia ni mezquindades.

En todo caso, nuestra revolución continuará su rumbo de resistencia antiimperialista y avance al socialismo con todos aquellos que estén dispuestos a incorporarse a la unidad bolivariana. La unidad es la principal garantía para la victoria.

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