Jaime Cedano Roldán, dirigente comunista superviviente del genocidio contra la Unión Patriótica en Colombia.
Ayer en Montecristo, un pequeño caserío ubicado en el caribeño departamento de Bolívar, en Colombia, asesinaron a Rosa Amalia Mendoza Trujillo, ex-combatiente de las FARC en proceso de reincorporación. Junto a ella fueron masacrados cinco miembros de su familia, incluyendo su pequeña hijita. Con Rosa Amalia suman ya 249 ex guerrilleros firmantes de paz que han sido asesinados desde que con mucha ilusión, pero también con grandes temores se firmara la paz hace tres años. La gente de las FARC albergaba muchos temores al firmar la paz pues un siglo de guerras y alzamientos armados en Colombia han habido tantos exterminios de excombatientes, como tantos acuerdos de paz se han firmado. El ejemplo más dramático es el de la Unión Patriótica, un partido político de carácter legal, amplio y abierto que se constituyera con ocasión del acuerdo de “Cese al fuego, tregua y paz” firmado por el gobierno colombiano con las mismas FARC en 1985. La Unión Patriótica fue víctima de un masivo y sistemático genocidio tolerado o auspiciado desde el poder.
El acuerdo de paz firmado con las FARC hace tres años incluía el compromiso del estado colombiano de proteger la vida de los y las excombatientes y brindarles todas las garantías para su reincorporación social, económica y política a la sociedad y al sistema político. Nada de esto ha sucedido. No han habido garantías y es manifiesto y conocido el ataque del gobierno al acuerdo de paz y la indiferencia total con los asesinatos sistemáticos que se realizan, en el mismo escenario político y social en que se realiza un exterminio de líderes sociales y comunitarios.
No hay ninguna duda, el gobierno uribista de Iván Duque ha traicionado el acuerdo de paz y tiene total complicidad por acción y/o omisión en el exterminio que está en curso.
La comunidad internacional tiene la palabra.
El silencio no es una alternativa.
