Si se hiciese un palmarés de los clásicos en la Historia del Séptimo del Arte muy probablemente nos encontraríamos a «Lo que el viento se llevó» entre sus diez mejores películas. No sólo por su indudable calidad técnica, por ser la más vista de todos los tiempos o por la cantidad de galardones recibidos, entre los que se incluye el primer Oscar recibido por una mujer negra, Hattie Mc Daniel, por su dramatización de Mammy, sino, sobre todo, por su repercusión en la cultura popular de todo el siglo XX y XXI.
Pero estos hechos, conocidos por la inmensísima mayoría de la población mundial, no son razón suficiente para que, una obra cultural con más de 80 años, no sufra el acoso del posmodernismo bobo y papanatas, que se promueve desde los ámbitos académicos anglosajones, con el claro propósito de construir una sociedad aún más individualista, reaccionaria y dividida en la que el irracionalismo y el subjetivismo se conviertan en pensamiento único.
Por eso, el mundo de la cultura nivel internacional ha puesto el grito en el cielo cuando, tras la típica y manida campaña de protestas tuiteras de «milenials» indignaditos, la recién inaugurada plataforma de streaming HBO Max ha tomado la decisión de censurar el clásico largometraje de 1939 catalogándolo de «racista».
El hecho, conocido por cualquier persona con un mínimo nivel educativo, de que el arte y la cultura no sean sino el reflejo de la sociedad de su época, desde Homero y Mirón de Eléuteras a Sergei Eisenstein y Anna Seghers, no han sido freno para que la visión antihistórica y estupidizante de un imperialismo estadounidense en decadencia esté promoviendo una campaña de persecución a esta obra cinematográfica. En El Común no tenemos noticias de si, desde los sectores posmodernistas del mundo académico español, promoverán la censura del Poema del Mio Cid por apología del feudalismo o de la Biblia por su visión patriarcal de la estructura familiar.
