Gaza entera contiene el aliento… Ha llegado el Coronavirus

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Pedro Moreno

La detección de los primeros casos de infectados en Gaza ha confirmado los peores augurios «Las condiciones de hacinamiento, el estrés físico y mental y los años de conflicto prolongado hacen que la población vulnerable de más de 5,6 millones de refugiados palestinos sea particularmente susceptible a las amenazas continuas del covid-19», había dicho el comisionado general interino de UNRWA, Christian Saunders.

Lo que se puede decir de la población palestina que vive bajo apartheid en territorios del régimen israelí o bajo ocupación militar en Cisjordania es aplicable y de manera aún más dramática a la población de Gaza que vive bajo bloqueo por mar, tierra y aire desde hace más de catorce años. Un bloqueo tan riguroso que según el responsable de la OMS para Gaza sólo les había permitido la entrada de cincuenta tests de detección de la epidemia y un centenar de mascarillas de protección para personal médico y para los dos millones de gazauís. La OMS ha logrado que Israel deje entrar en la franja algunos centenares de kit de prueba adicionales y equipos de protección médica aunque resultan absolutamente insuficientes.

El gobierno de Gaza había decidido hace unos días cerrar totalmente el paso de Rafah con Egipto, único pasaje con el exterior aunque los permisos concedidos por Egipto lo fueran con cuentagotas. Era la primera vez en catorce años que los palestinos pedían su cierre en vez de su reapertura. Allí mismo habían instalado un hospital de campaña con treinta camas y una unidad de cuidados intensivos como centro de cuarentena para las personas que vuelven. Allí es donde se han detectado los dos primeros casos de infección de la franja de Gaza.

La infección se extiende en estos momentos por Cisjordania. En Belén se ha habilitado un hotel para aislar y cuidar los casos detectados. Luchar contra la epidemia no es fácil en Palestina aunque las autoridades intenten seguir al pie de la letra las instrucciones de la Organización mundial de la salud (la OMS). Pero en la franja de Gaza, la región más densamente poblada del mundo por metro cuadrado, se teme lo peor. La falta de instalaciones médicas y el sistema de salud colapsado debido al bloqueo, la falta de medicamentos esenciales, sin olvidar que las aguas contaminadas desde los bombardeos de 2014, y que los cortes de electricidad han convertido a la ciudad y los campos de refugiados aledaños en un lugar inhabitable.

¿Acaso las autoridades del régimen israelí estarían dispuestas a tratar a los enfermos palestinos en sus hospitales? ¿Le pasarán la responsabilidad a la OMS? ¿Dejará la «comunidad internacional» a los dos millones de gazauís atados de pies y manos entregados a su suerte? ¿Seguirá colaborando con el bloqueo como hasta ahora?

Independientemente del origen del virus, y de que sea fruto de la evolución natural o no, el caso es que se ha convertido en un arma biológica y demográfica de destrucción masiva de la población y de las maltrechas economías de los países bajo ocupación militar o bloqueo económico debido a las sanciones norteamericanas. Afganistán, Iraq, Irán, Venezuela, indefensas, incomunicadas, desestabilizadas, son buena prueba de ello.  La tentación de utilizar la enfermedad como arma demográfica frente al crecimiento de la población palestina, que ha superado ya a la población de colonos importada, es enorme. Completar el «genocidio por etapas», como le llama el historiador Ilan Pappe, por una mortandad achacable a una causa natural, y por lo tanto no imputable a su política racial, es una siniestra oportunidad que tratará sin duda de aprovechar.

Y algunas noticias que nos llegan parecen confirmarlo. El número de presos palestinos infectados en centros de detención israelíes es creciente y como única medida sanitaria los meten en… celdas de castigo.  Según el periodista estadounidense de origen palestino Mazin Qumsiyeh en el pueblo de Beit Sahour, cerca de Belén en la Cisjordania ocupada, «hay confinamiento absoluto pero también para el abastecimiento alimentario. Gran parte de la población palestina está parada y vive bajo el umbral de la pobreza, y no se han puesto mecanismos autorizados para distribución de alimentos. Estamos en presencia de una catástrofe completa». Los soldados israelíes, eso sí, revestidos de trajes protectores antivirus, siguen entrando en los pueblos para hacer redadas de jóvenes confinados en sus domicilios, mientras los altavoces dictan consignas sobre la «distancia a mantener entre individuos y la necesidad del confinamiento».

Ahora mismo están en cuarentena (según el periódico Maariv) 5639 soldados sospechosos de estar infectados, y se han confirmado hasta el momento 433 soldados contaminados. Su conducta en los territorios ocupados contraviene las directrices médicas de aislamiento social. El desprecio de las autoridades israelíes por los palestinos no es ninguna novedad, pero seguir estos comportamientos durante una pandemia es una muestra clara del racismo generalizado del régimen.

En Gaza podria ser aún más dramático. Atados de pies y manos por la política genocida israelí y la complicidad de los países europeos, podríamos estar en vísperas de un crimen contra la humanidad por omisión de obligaciones de la potencia ocupante.

Como potencia ocupante, Israel debe asegurar que «se utilicen todos los medios necesarios para combatir la propagación de enfermedades y epidemias contagiosas», ha dicho el señor Lynk, relator especial de las Naciones Unidas para la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados. Ese deber legal se fundamenta en el artículo 56 del Cuarto Convenio de Ginebra, de 1949, relativo a la protección debida a las personas civiles en tiempos de guerra. Israel está en «profunda violación» de sus obligaciones internacionales con respecto al derecho a la salud de los palestinos que viven bajo la ocupación con «restricciones significativas en el movimiento de pacientes y trabajadores de la salud».

Pero la preocupación del relator especial es el impacto potencial del coronavirus en Gaza, porque su sistema de salud se derrumbó antes de la pandemia. Pese a todo, los gazauís tratan de mantener el ánimo con humor negro. «Vivimos en el lugar más seguro del mundo frente a la epidemia, llevamos catorce años de cuarentena y si hemos sobrevivido a tres ofensivas militares, a los bombardeos periódicos, a las granadas de gas tóxico, y al fósforo blanco ¿no vamos a ser capaces de sobrevivir a un virus?»

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