Un crescendo que hay que cortar.

0

Esta semana por fin se ha formado Gobierno en España.

Un lugar común es que se ha escogido en un ambiente de gran tensión. Jorge Bustos, ese eminente pensador que lleva la sección de opinión de medios tan imparciales y de tendencia tan sutil como el diario El Mundo, llegó a decir en un tweet que el Congreso actual «apesta a años 30», pretendiendo transmitir la idea de un enfrentamiento continuo entre facciones.

Es falso.

Sólo se ha oído gritar y berrear a los de un lado del Hemiciclo.

Nos lo han vendido como un gobierno radical, enemigo de las libertades ⸻no debemos olvidar que la élite financiera, mediática, española y mundial entiende la libertad como el grado de facilidad que tenga para abusar de los débiles, chekista, etarra, etc. En realidad era una evidencia que el único gobierno que podía garantizar el orden actual de las cosas, concitando una representación más o menos potable de la voluntad popular con la salvaguarda de los intereses económicos era uno liderado por Pedro Sánchez. El felón que en la lengua de la derecha ha vendido España a sus enemigos, a todos los monstruos imaginables, llegados de todos los lugares del mundo Irán, Venezuela, Cataluña, País Vasco, Bolivia… y de la historia ETA, Frente Popular, URSS, RDA… resulta que viene del sector bancario y ha participado en grandes entramados financieros, con resultados, por cierto, bastante favorables a los mismos de siempre.

¿Cómo se entiende entonces que un partido aceptado por el régimen económico y político del país como su pie izquierdo hasta hace poco concite tal cantidad de exabruptos y descalificaciones? Se han propuesto varias ideas: la primera es que Pedro Sánchez habría faltado a su palabra dado que durante la campaña habló en términos poco amables de UP, con quien ha formado gobierno al final. Inés Arrimadas, la flamante nueva líder de Ciudadanos, dijo en algún momento que le habían votado para hacer exactamente lo contrario de lo que ha hecho. Pero tal excusa no se sostiene. En primer lugar porque, por desgracia, llevamos mucho tiempo soportando políticos que faltan a sus promesas de campaña. Y en segundo, porque es muy fácil tirar de hemeroteca y ver los cambios de retórica en los políticos de derecha durante la campaña y después de los resultados. La frase de Arrimadas, en fin, es grotesca teniendo en cuenta que tanto en abril como en noviembre, los votantes del PSOE expresaron ante la sede de Ferraz a quién preferían como socio de gobierno.

Otra idea pretende que es que este gobierno es ilegítimo porque cuenta con votos favorables de E.H. Bildu y ERC, que son independentistas y terroristas y a saber a cambio de qué los han conseguido. Todo en esta afirmación es falso: fueron abstenciones, no votos a favor y el acuerdo no compromete más que a estudiar en el futuro la situación de Cataluña. Por otro lado, E.H. Bildu nació de la coalición de cuatro partidos del ámbito de la llamada izquierda abertzale: Eusko Alkartasuna, Alternatiba, Aralar, y Sortu. Solo el último de ellos podría considerarse que es heredero de Batasuna, pero en 2011 en sus estatutos rechazó específicamente la violencia etarra:

Sortu desarrollará su actividad desde el rechazo de la violencia como instrumento de acción política o método para el logro de objetivos políticos, cualquiera que sea su origen y naturaleza, rechazo que, abiertamente y sin ambages, incluye a la organización ETA, en cuanto a sujeto activo de conductas que vulneran derechos y libertades fundamentales de las personas.

Además cabe recordar que otro de estos partidos, Aralar, nació cuando ETA aún existía para recoger a las personas que profesaban esos ideales pero condenaban la violencia. Su rechazo a esta violencia le costo sufrir no pocos ataques y amenazas de la kale borroka y similares. Este es un hecho ya bien conocido, pero la derecha sigue repitiendo compulsivamente que «Bildu sin distinguir siquiera este primer proyecto del actual E.H. Bildu nunca ha condenado a ETA». Sobre esta base propiciaron uno de los momentos más grotescos de esta investidura, cuando la portavoz abertzale, Mertxe Aizpurua habló antes de la primera votación: el Partido Popular y Ciudadanos gritando «asesinos» en un estallido de mal aparentada indignación, Vox abandonando el Hemiciclo, y uno de los diputados de Pablo Casado, hijo además de Adolfo Suárez, haciendo un gesto de pataleta infantil que curiosamente los medios de derecha han vendido como muy digno y respetable. La izquierda abertzale lleva en el Congreso con diversos nombres desde 2011, y en todo este tiempo nunca ha alabado, precisamente, al Rey y la Constitución. Pero nadie había montado estas rabietas hasta ahora. Por otro lado, el Partido Popular no Ciudadanos y Vox que en el País Vasco no se comen una rosca ha compadreado a nivel local en multitud de ocasiones con Bildu y E.H. Bildu, aunque a nivel nacional intente vender lo contrario. Javier Maroto, el actual número tres del partido, sigue siendo el alcalde que llegó a más acuerdos con ellos en su etapa de regidor de Vitoria.

Una vez más los villanos de Madrid lo hemos vivido antes, cuando Ahora Madrid accedió a la alcaldía de la Capital. Aquí la derecha se había hecho fuerte, y creía que el poder ya le pertenecía por derecho. Una candidatura que parecía de izquierda rupturista provocó el mayor de los espantos a la derecha: Esperanza Aguirre, entonces líder del Partido Popular de Madrid y candidata a la alcaldía quiso que el PSOE pactara con ella alejando a Ahora Madrid del poder, luego que Ahora Madrid gobernase con ella… No concebía un gobierno donde no tuviera presencia. Había sido la más votada, cierto, pero desde el principio se sabía que habría una coalición de los partidos más a la izquierda si era posible. A lo largo de toda la legislatura, cualquier proyecto del gobierno municipal (que no pasó de reformista en muchos aspectos) era calificado de liberticida, totalitario, tenía mil denuncias delirantes de asociaciones fantasmas de afectados por problemas que no existían o que eran mucho menos urgentes de lo que se pretendía, etc.

Hace tiempo que la derecha no admite otro resultado que no sea el control absoluto y total de todo. Creo que arranca desde el Tamayazo de 2003 (por cierto, otro experimento de control de poder que nos aplicaron en Madrid, en este caso en la Comunidad). Recuerden que cuando Zapatero (un socialdemócrata clásico de libro, no un revolucionario) llegó al poder un año más tarde, a esta derecha ya no le importó ni tejer mentiras en torno al mayor atentado terrorista de la Historia de España para incendiar un país que no gobernasen ellos.

Así, in crescendo, hemos llegado a la situación actual. Este gobierno, un gobierno que no va a tener más que algún giro socialdemócrata, ya es demasiado para ellos. Desde la votación, la derecha ha pretendido primero que Pedro Sánchez pactara con ellos, luego que algún diputado socialista lo traicionara dando un Tamayazo y en algún caso han llamado directamente al golpe militar. Es preocupante que algunos medios estos días, cuando ya había acuerdo y decisiones, no se atrevían a dar por hecha la formación del gobierno: usaban construcciones del tipo de «si no ocurre nada extraño, el martes Sánchez será presidente».

Desde la experiencia, les decimos los madrileños de izquierdas, que existimos, que ceder ante ellos o intentar apaciguarlos sólo lleva a que se envalentonen. Manuela Carmena creyó que haciendo concesiones urbanísticas o inmobiliarias podría calmarlos.

Es falso.

Así solo logró perder el voto de muchos sectores que la habían llevado a la alcaldía. También gobiernos sudamericanos como el de Lula o Evo Morales lo han experimentado, ellos de forma aún más dramática: no pudieron hacerlo con votos y los quitaron como ya han visto. Esperemos que aquí no lleguemos a esos extremos. Hay que actuar con energía en defensa de lo que se ha votado. Un primer paso debería ser que las llamadas a golpes de estado de estos días no quedasen impunes.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.