Todo el mundo aguanta la respiración ante la posibilidad de un conflicto geoestratégico en el que las grandes potencias no van a poder quedar al margen. El avispero de Oriente Medio volverá a ser protagonista a su pesar, de una nueva guerra que amenaza a varios estados y en el que los grandes aliados en la zona de Estados Unidos van a tener que vérselas, por primera vez en décadas, con una potencia militar de la envergadura de Irán.
En los inicios de la crisis entre EEUU e Irán, los israelíes ya dejaron clara su posición desde muy pronto, cuando tras el asesinato del general Qasem Soleimani a manos de los estadounidenses, Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, declaró que su país no sería arrastrado a un conflicto creado por Estados Unidos e Irán, dejando así claro sus temores a un enfrentamiento con un país de un potencial bélico extraordinario.
Pero la escalada del conflicto ha puesto de nuevo a Israel en el candelero. Ya el domingo, el oficial iraní Mohsen Razei advirtió desde la red social Twitter que serían arrasadas las ciudades de Haifa y Tel AViv, en una amenaza que se suma a las efectuadas tras los ataques con misiles a bases militares estadounidenses, y en las que autoridades iraníes han afirmado que atacarán las ciudades de Dubai en los Emiratos Árabes y de Haifa en Israel, si los Estados Unidos responden a esos ataques.
Fuentes oficiales del Gabinete de Defensa de Israel siguen afirmando que no es probable que Irán arremeta contra su país en estos momentos, a pesar de que la Embajada de EE.UU. en Jerusalén ha emitido un aviso de viaje a sus ciudadanos en Israel, Cisjordania y Gaza, advirtiendo sobre la posibilidad de que sean lanzados repentinamente misiles contra el país.