Ayllu, Bolivia y la lectura del presente

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Al estar cubriendo los sucesos de Bolivia además, válgase la redundancia, de lo sucedido hay algo que me ha marcado conceptualmente y es la idea de ‘ayllu’. Esta refiere, en palabras de una descendiente aymara, al retorno a «la comunidad como eje central de la transformación y el cuidado. Y – añadía – es por esto, por la existencia de nuestro concepto de ‘ayllu’, que las ideologías procedentes de occidente no han logrado asentarse en el pueblo».

En este punto, se hace latente la afirmación de Eric Hobsbawm de que «los 25 años siguientes al centenario de la muerte de Marx fueron los más oscuros en la historia de su legado». Para ser honestos el célebre autor se refería al campo historiográfico, pero hagámosla pasar como válida en esta lectura hermenéutica del presente.

A lo largo de casi el último cuarto de siglo XX y el primer decenio del siglo XXI el marxismo, y también las leyes del análisis dialéctico, han quedado relegados prácticamente a un movimiento proscrito a nivel teórico. Incluso pareciera una herejía dogmática aludir a este.

Posteriormente, sobretodo después de la crisis global de 2008, Marx, aunque de forma tímida ha vuelto a la palestra. Este regreso se ha dado mayoritariamente a nivel, y aquí se evidencia la relevancia de autores como Hobsbwam, de relectura de la historia.

No obstante, en cuanto al presente, con el arrollador dominio del individualismo neoliberal y la concepción atomizadora del posmodernismo, el tema ha quedado maniatado, huérfano. Y es que en los últimos tiempos, con una izquierda carente de horizonte discursivo y un occidentalismo académico que destila un cierto clasismo, toda posibilidad narrativa dentro de este contexto nos aleja, a la clase obrera, de cualquier posibilidad emancipadora.

Aquí es clave destacar varios puntos como ineludibles al analizar la derrota y desde el que organizar una contraofensiva. En primer lugar debe admitirse la victoria holística de los postulados neoliberales en cuanto a hegemonía cultural se refiere. Ello, en parte, es debido a la asunción, previamente del eurocomunismo, y posteriormente por la gran mayoría de la izquierda socialdemócrata del poder entendido como ‘consenso’.

No es menester recordar que el poder no debe ser entendido como una cosa que deba conseguirse mediante el consenso. Y menos con aquellos mismos que también de forma coercitiva nos oprimen. Sobre esto tuvo mucho que decir Gramsci, que el postmarxismo utilizó como excusa para bajarse del carro de la lucha y convertir a la izquierda en una pata del sistema capitalista.

En segundo lugar, una vez destacado la asimilación de ciertos postulados, el mundo académico ha errado al poner sus rotativas en marcha, ya que han olvidado el elemento clave, el pueblo. En el momento en que, con la excusa de ejercer un movimiento cultural contrahegemónico, la izquierda ha convertido su emprendimiento intelectual en una lucha de posiciones entre si misma, se ha convertido en un reclamo industrial para aquella gente con necesidad de sentirse moralmente superior.

En tercer lugar, y ya definitivamente la relación del discurso con el ‘ayllu’ boliviano, es augurar un cambio de deriva. La teoría sesuda acaba cayendo en saco roto cuando no es capaz de escuchar los reclamos del pueblo. ¿Porqué no dirigir la teoría hacia aquello con lo que el pueblo se siente identificado? Solo así podría constatarse un apoyo de las clases oprimidas frente a un mismo rival.

La reflexión debe darse eludiendo las reglas del juego establecidas por el sistema. En él, como suele decirse, la baraja está marcada, y a trilero nadie puede ganar al gestor de los roles determinados. Para ello en primer lugar debe fortalecerse y analizarse lo que podría llamarse propiocepción en cuanto a Estado nación. Es decir, y tomando el ejemplo de Bolivia, debería establecerse un profundo contacto con la gente y pueblo indígena, que es la clase obrera del país, y a partir de un análisis histórico establecer, en el presente, las condiciones teóricas para alumbrar el camino.

Los términos, y el lenguaje, son clave, por ello la alusión al concepto de ‘ayllu’. Para un boliviano no será lo mismo una teorización sobre elementos que nada tengan que ver con su pueblo, como la revolución rusa o la comuna de París, a pesar de que la finalidad sea la misma «comunidad como eje central de la transformación y el cuidado».

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