El pasado viernes 15 de noviembre una representación de las trabajadoras de ayuda a domicilio acudió a la sesión del Parlamento Andaluz para reivindicar mejoras laborales, invitada por Adelante Andalucía. En el debate las trabajadoras tuvieron que oir en directo las mentiras de la formación ultraderechista VOX contra las personas migrantes. Ellas como protesta se colocaron sus bufandas y pañuelos a modo de velos en un gesto que es, en sí mismo, una lección de dignidad y convivencia democrática de la que la cámara tendría que tomar buena nota.
El gesto es de un gran valor. Muchas auxiliares de ayuda a domicilio son de procedencia extranjera, magrebí, latinoamericana o de la europa del este, mujeres que vienen a quitarles el trabajo a las españolas. Pues en lugar de apreciar la sororidad y el respeto hacia las personas migrantes hay quien viene a resumir este asunto señalando que el velo es un símbolo opresor ¡Claro que es un símbolo opresor! Najat el Hachmi lo argumenta de maravilla en su recomendable libro Siempre han hablado por nosotras, pero el velo no es el caso aquí. Cuando el dedo señala la luna, el tonto mira el dedo.
Porque a nadie se le escapa que las auxiliares de ayuda a domicilio son un colectivo feminizado, por ende mal pagado y explotado (mejor que precarizado, dejemos los eufemismos) que sustenta gran parte de los cuidados a las personas en situación de dependencia en España. La imagen de la mujer embutida en el forro polar de la empresa (con la marca de la multinacional de turno bien grande a la espalda) paseando con alguna persona mayor del bracete ya forma parte del paisaje de cualquier pueblo o ciudad de este país. Una imagen entrañable y sin embargo engañosa porque las diversas tareas que realizan provocan una interminable lista de riesgos laborales, tal y como puso de manifiesto el estudio que el sindicato UGT realizó el pasado año. Un empleo muy duro que además exige un horario extenuante si se quiere alcanzar un salario mínimamente digno. El estudio anteriormente citado es contundente: Los convenios establecen unas retribuciones muy bajas (…) en algunos casos escasamente superiores al salario mínimo interprofesional.
En cambio, la percepción social que se tiene de estas trabajadoras contrasta poderosamente con la de los miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, tratados, de un tiempo a esta parte, como héroes gracias a una estudiada estrategia de los partidos de la derecha. Un discurso cuasi épico de la labor policial repetido con el seguidismo habitual por los medios de comunicación amigos. Lo triste es que esta percepción viene calando en la sociedad. Policías convertidos en héroes simplemente por hacer su trabajo, como digo, en una estrategia de la derecha sumada a la pesada losa del patriarcado. Como si los demás, las demás, sobre todo, no hiciésemos nuestro trabajo.
Esta deriva sería muy interesante de analizar con detalle si no fuera porque lo que urge no es hablar de qué trabajo es más beneficioso para la sociedad ni de por qué las percepciones sociales son tan injustas, sino exigir al flamante gobierno de coalición de izquierda que abra el melón de los cuidados de larga duración (profesionales y no profesionales) y se apunte como una prioridad la mejora de las condiciones laborales de las auxiliares de ayuda a domicilio y de las cuidadoras profesionales en general. No hablemos de héroes ni mucho menos de heroínas porque la heroicidad no paga facturas. Tampoco hablemos de solidaridad con estas trabajadoras porque aunque la solidaridad sea la ternura de los pueblos no mejora los convenios. Hablemos de trabajadoras del cuidado y exijamos condiciones dignas, comenzando por las que vemos por nuestros pueblos y ciudades embutidas en el forro polar, esas que fueron el viernes al Parlamento Andaluz y dieron una lección de civismo. Esas que cuidan a nuestros padres y mañana, ojalá, nos cuiden a nosotras.