Nunca fue un camino de rosas

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Por Pilar Aguilar Carrasco

Ser feminista nunca fue un camino de rosas. Nunca. 

Todas las mujeres (y algún que otro hombre) que a lo largo de la historia osaron reclamar nuestros derechos fueron atacadas con gran inquina. 

No olvidemos que Olympe de Gouges terminó guillotinada, que en Reino Unido muchas sufragistas pasaron por la cárcel y que en todos los países y en todas las épocas, las que se atrevieron a pedir igualdad sufrieron agresiones, tanto a nivel privado como público: virulentos artículos y degradantes chistes, viñetas, comentarios… 

Siempre ha sido así: sesudos caballeros mofándose de la pretensión de las que querían acceder a los estudios reglados. Destacadas figuras masculinas de la literatura, el arte, la filosofía, la política indignándose ante nuestra pretensión de tener los mismos derechos políticos y civiles que ellos… 

Sin duda hemos conseguido grandes avances, pero, si miramos la actualidad, quedamos sobrecogidas. En ningún país existe aún igualdad real aunque en unos pocos ya exista la legal. En todos, absolutamente en todos, las mujeres sufren violencias que van desde violaciones, agresiones físicas y psicológicas, hasta asesinatos. En todos se comercia de diversas maneras con nuestro cuerpo y se abusa de nosotras (prostitución, vientres de alquiler, subempleos mal pagados, doble jornada). En muchísimos siguen legalizados los privilegios masculinos y siguen legalizados los controles, vetos y prohibiciones para las mujeres. Eso sin contar con aquellos cuyas legislaciones son abierta y extremadamente crueles para las mujeres: Emiratos Árabes, Arabia Saudita, Irán, Afganistán… 

Pensemos y comparemos: existe el racismo y se manifiesta de muchas maneras, pero en ningún país (en ninguno) se practica, basándose en la etnia, una apuntación equivalente a la ablación del clítoris. Ninguno tiene leyes que permitan a una etnia someter a otra, obligándola a cubrirse, servir, obedecer, vivir encerrada, ser violada por su dueño, sufrir violencia sin rechistar, etc. 

El maltrato, la sumisión y la injusticia que sufren las mujeres no tiene parangón, pero está tan interiorizados, tan normalizados, son tan universales, que no causan mayor reacción ni escándalo. La ONU, de vez en cuando -muy de vez en cuando- hace vacuas declaraciones, la Unión Europea anda muy ocupada con sus enjuagues y sus enredos… A EEUU lo que le importa es el negocio (a los demás países también, pero allí lo confiesan sin tapujos). Kamala Harris se preocupa porque la lista de pronombres es restrictiva (ya veréis qué risa cuando existan oficialmente 15, 20, 50 y haya que aprendérselos). Pero, claro, el wokismo, hijo del neoliberalismo-guay, les sirve para eludir los verdaderos problemas. Y, lo peor: frente a él solo está el liberalismo-machista-sin-complejos de Trump.

Ahora bien, nosotras, las feministas, sí estamos dispuestas a combatir de raíz esta brutal ideología patriarcal.

Y quiero recordar que siempre hemos conseguido lo que en cada época exigíamos. 

Importa recordarlo porque llevamos unos años muy duros: han proclamado leyes absurdas (si solo fueran estúpidas, su necedad sería lo de menos) que intentan dinamitar nuestra lucha y nos retrotraen a tiempos que ya creíamos superados. Nos han encerrado en un cerco de silencio y de represión… 

Y me diréis: “Bueno, como siempre”. Y no, como siempre, no. Antes, con sus más y sus menos, teníamos aliados entre las fuerzas políticas de izquierdas o progresistas. Ahora no, ahora esas fuerzas encabezan y abanderan la reacción antifeminista. Antes, los ataques provenían de la derecha conservadora, ahora de la progresía-guay. Antes nos descalificaban llamándonos machorras, mal folladas, locas, feas… Ahora han cambiado su estrategia y, apropiándose de nuestro nombre, se autoproclaman feministas, para, así, acallar y ocultar mejor nuestra agenda. Crean confusión, engañan, desvían y pervierten los mensajes… Parlotean, ponen tuits, pero ¿dónde una acción de gobierno que, de verdad, sea feminista? ¿Dónde una ley contra la prostitución? ¿Dónde una actuación radical que acabe con los vientres de alquiler? ¿Dónde una actualización de la ley de la violencia patriarcal ahora que tenemos experiencia acumulada y sabemos cuáles son sus puntos débiles? ¿dónde una educación feminista para la igualdad? ¿Dónde las campañas para fomentar el rechazo de la ciudadanía hacia las agresiones sexuales, psíquicas y físicas que siguen en aumento? Y otro tanto podemos preguntar sobre pobreza, salud, empleo…

Compañeras feministas: no debemos quedarnos en la simple queja, no nos puede ganar el abatimiento, ni la resignación. 

Tenemos que actuar, dar a conocer nuestras propuestas por todos los medios a nuestro alcance. Ya sé que es duro y algunas se amedrantan y desalientan: “Somos una gota en mitad del océano”. Y NO. Somos la levadura. Conseguiremos fermentar y levantar la masa. 

Es importante recordar lo antes dicho: Aunque nos haya costado años de lucha, siempre hemos conseguido lo que en cada momento histórico pretendíamos. Y ahora no va a ser menos. 

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