Distopías que van llegando

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Por Miriam Couceiro Castro

Hace un par de meses acudí con una de mis mejores amigas a unas jornadas sobre mujeres y deporte; iba preparada con mi artillería dialéctica radfem para hacer determinadas preguntas porque en dichas jornadas, además de estar presentes mujeres deportistas de reconocida trayectoria, tales como entrenadoras y jugadoras, también estarían algunas autoridades políticas y, en resumen, sabía que observando sus caras y expresiones faciales ante mis preguntas iba a saber perfectamente quiénes nos acompañaban en una lucha lógica, de esas en las que los argumentos caen de cajón y quiénes estaban ya vendidas al lobby queer. 

Hablaron todas, yo estaba bastante inquieta en mi silla, como una niña que sabe la respuesta y quiere levantar la mano pronto para hablar y cuando la presentadora abrió turno de preguntas, hablé: “estamos escuchándoos hablar de vuestros logros deportivos, de los obstáculos que aun tenéis en deportes como el fútbol, de empoderamiento, de metas…ante cosas que estáis luchando por conseguir, ¿qué opináis de la polémica de varones transfemeninos que acaban en equipos de mujeres o compitiendo en categorías de mujeres?”. 

No os voy a negar que se hizo un silencio precioso y breve, interrumpido por un murmullo, sobre todo de las mujeres y que entre todas aquellas deportistas y algunas autoridades políticas vi expresiones claras: estaban con nosotras, algunas lo dijeron claramente, que no estaban de acuerdo, que era un despropósito, que cuando se estaba luchando por una igualdad real llegaba esto, como un huracán para borrarlo todo…otras más cautas, mostraron su apoyo pero “off the record” porque por posiciones de sus partidos políticos no podían expresarlo de otro modo. 

Hasta aquí la anécdota, que acabó bien, porque me quedé satisfecha con muchas de las respuestas, pero la realidad es que últimamente me duermo pensando en que algunos capítulos de la aclamada Black Mirror caminan entre nosotras haciéndonos ver que las distopías más disparatadas están a la orden del día. 

Hace unos días recordé esas jornadas al leer la noticia que indicaba que organizaciones comprometidas con nuestros derechos, los de las mujeres, se habían dado cita en la sede del Comité Olímpico Español en un primer acto de la campaña en defensa de las categorías deportivas femeninas. 

Que tuviésemos que acabar defendiendo nuestras categorías olímpicas es algo que me pilló con el pie cambiado. Cuando algunas referentes del feminismo decían eso de que “los derechos de las mujeres nunca están totalmente conseguidos” no me podía imaginar que la torta nos fuese a llegar también de ese ámbito. 

Récords, marcas, medallas obtenidas por varones, por hombres transfemeninos que han pasado, la gran mayoría, por pubertades masculinas, con lo que eso conlleva, no pueden ser registrados, ni de broma, como logros deportivos de las mujeres y este problemón nos lo ha traído la gracia de sustituir el sexo por el concepto, subjetivísimo, de “identidad de género” en las categorías deportivas que nos pertenecen a las mujeres. 

Yo lo tengo claro, si el Comité Olímpico Internacional quiere (y debe) velar por la inclusión de todos y todas, lo único que puede hacer es respetar las categorías deportivas masculinas y femeninas y, para personas que han “transicionado” hacer categorías propias para evitar las ventajas de quienes se han desarrollado con testosterona, por poner un ejemplo claro. 

Ante el grito fácil, el lobby dominante, la contradicción constante a cualquier criterio médico/científico en relación con el rendimiento deportivo y el borrado/silenciamiento de las mujeres solo cabe decir que compiten los cuerpos, no los sentimientos de cada persona y las autoridades deportivas tienen que buscar soluciones que no elimien cualquier mérito logrado por las mujeres deportistas. 

Atributos físicos como la estatura, el tamaño del cuerpo, la capacidad de los pulmones o la relación masa/músculo no cambian o se revierten con los tratamientos a los que se someten los varones transfemeninos, por mucha testosterona que se busque suprimir mediante tratamientos, tras la pubertad no alcanzan la paridad biológica con nosotras. 

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