Irán y la conjetura del avispero

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Imaginemos una situación en la que un bloque de vecinos se alarma por la presencia de un avispero, situado en la cercanía, y exige a las autoridades medidas de seguridad. Sería comprensible, sin duda, pues podría significar un peligro para los inquilinos. Pero qué pensaríamos si conociéramos que esos mismos vecinos obtienen rendimiento de la cría de alacranes y tarántulas en sus propias viviendas, sin cuidarse de que escapen y correteen libremente por la comunidad. ¿Tendría entonces el mismo sentido la reclamación?

La muerte del presidente de Irán ha dejado en vilo a toda la opinión informativa mundial. Como sabemos, Ebrahim Raisi falleció este domingo después de que el helicóptero en el que viajaba sufriera supuestamente un accidente, en la frontera con Azerbaiyán. Es evidente que de la investigación que Irán realice sobre este suceso dependerá el giro que tomen las ya excesivamente tensas relaciones internacionales en el entorno de Oriente Medio.

El historial de catastróficas desdichas que han sufrido en las últimas décadas los líderes opuestos a los intereses de la Alianza Atlántica, sumado a la terrible situación geopolítica actual (continuidad del genocidio del pueblo palestino; rearme constante del ejército ucraniano; atentado contra Robert Fico, primer ministro eslovaco y casualmente también opuesto a los intereses de la OTAN; intento de golpe de Estado en la República del Congo con militares de nacionalidad norteamericana) invitan a pensar que desde alguna parte de Occidente se ha decidido echar toda la leña al fuego.

De manera que, de producirse el peor resultado en esa investigación sobre el supuesto accidente, todo va a derivar en un gravísimo empeoramiento de la ya de por sí alarmante perspectiva de guerra mundial. Esperaremos abrumados, por tanto, a la evolución de los acontecimientos.

Entre tanto, llama la atención el modo en que el conjunto de la opinión pública valora el suceso de la muerte de Raisi. Se diría que todas las valoraciones pivotan en torno a una peculiar sensación, que podríamos denominar como conjetura del avispero. Según esta hipótesis, azuzar a un país como Irán supone el riesgo de prender definitivamente la llama que se extienda de manera imparable.

Bien, dejando a un lado razonamientos más profundos, aceptemos la validez de esa conjetura. Partamos desde la valoración que enfoca el riesgo principal en la respuesta de una imprevisible Irán, un país que -desde la perspectiva occidental- agrupa los peores valores posibles contra los Derechos Humanos y además es intolerante, despiadado y, para colmo, manipulado por una élite de fanáticos religiosos.

Esta perspectiva tendría que valorar, sin embargo, las siguientes realidades materiales: en los últimos tiempos Irán restableció relaciones con un adversario cercano como Arabia Saudí, participó de las negociaciones para la paz en Yemen, se aproximó a países del entorno del Alba y entre ellos a países que sufren bloqueos o sanciones como Venezuela o Nicaragua, participa del entorno de Estados que apuestan por la desdolarización y se muestra afín al acercamiento amistoso de potencias como Rusia y China.

Comparamos en cambio con la realidad de países del entorno de la OTAN como los propios EEUU, Reino Unido o Francia: estos países participan activamente de relaciones con Israel, quien está cometiendo el genocidio de Palestina. Dedican ingentes cantidades de dinero a alimentar la guerra de Ucrania, e incluso envían tropas para extender la presión sobre Rusia. Sancionan a China y dificultan sus relaciones comerciales. Perpetra injerencias y alimenta revueltas contra gobiernos legítimamente elegidos por sus pueblos, más un largo etcétera.

Curioso bagaje pacifista para países que se arrogan el papel de defensores del «orden basado en reglas».

Alguien podría añadir que, en esa comparación, falta considerar el componente de totalitarismo. Bien, en ese aspecto, la comparación sigue siendo dudosa. Los países de la OTAN fomentan el desarrollo de grupos religiosos extremistas en Oriente. Asimismo patrocinan a grupos neonazis en el entorno de Rusia. Sancionan y bloquean a países cuyo pecado es negarse a someterse a la voluntad de EE.UU…

¿Y el componente de fanatismo religioso de sus élites?, puede insistirse. Tomando el ejemplo cercano de España, nuestro Estado aún mantiene un estrechísimo vínculo no solo ideológico sino principalmente de intereses económicos con la Iglesia Católica. Cuestionar los símbolos religiosos puede conllevar un costoso pleito legal. Sectores públicos de la enseñanza o la sanidad son expoliados por empresas vinculadas a organizaciones religiosas. Tenemos un Jefe del Estado cuyo cargo obtiene por herencia.

En resumen, el entorno atlántico no está precisamente libre de culpa para tirar la primera piedra. Enfocar el asunto sobre la imprevisible e intolerante Irán no parece tan acertado, visto de esta manera. Y, por añadido, ese entorno occidental no usa la misma lente para enfocar cuando se trata de Israel.

Tal vez el problema de los aliados de la OTAN sea otro, aparte de la preocupación por el totalitarismo y el fanatismo. Observemos que el desaparecido presidente Raisi pudo eludir las sanciones impuestas a Irán por los aliados de la OTAN, reafirmó las relaciones con Rusia, estrechó lazos con sus aliados en Yemen, Líbano o Siria, eje de la resistencia contra Israel.

Y, en especial, Raisi fue el primer mandatario en ordenar un ataque contra Israel, legitimado además por el ataque a su embajada en Damasco, un ataque que pese a que los medios occidentales se esforzaron en difundir como inocuo, puso en jaque a la célebre defensa armamentística del régimen de Netanyahu.

Curiosamente ahí, tras el asesinato en Damasco de varios diplomáticos iraníes a manos de Israel, también los excelentes analistas políticos de España nos advirtieron del peligro de agitar el avispero. Analistas progresistas que ven el avispero, pero no ven el nido de víboras sobre el que se enuentran.

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