De la estupidez a la pederastia

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Vivimos tiempos infames, no podemos negarlo. Desde que el Renacimiento sacó a Europa del oscurantismo religioso, la ignorancia y la superstición, hemos vivido, con altibajos, una progresión y universalización del conocimiento. 

Pero creo que quienes acumulan la riqueza y el poder ya se dieron cuenta el siglo pasado de que no les convenía que la gente en general pensara demasiado. Y como en la era digital, donde la información y el conocimiento están al alcance de todo el mundo, no era factible volver a limitar su acceso a unos pocos, decidieron “idiotizarnos”, reducir nuestra capacidad de analizar la información y de retenerla y entenderla. De esta forma, dará igual que tengamos todo a un click en todo momento, es nuestro cerebro el que no está disponible. 

Y así hay cada vez más personas convencidas de que la tierra es plana, o de que el sol gira a su alrededor; de que las vacunas producen autismo y la lejía cura el cáncer; de que las leyes de la refracción son magia y la nieve una creación artificial.

¿Os resulta gracioso? Pues no debería, porque vivimos en un país en el que está vigente una ley que dice que el sexo no es una realidad material sino un constructo que se asigna al nacer y que se puede cambiar a voluntad. Tenemos una ley que niega la ciencia y a casi todo el mundo le parece estupendo. Si esta ley además supone que se medique, esterilice y mutile a personas (la mayoría menores de edad) sanas, qué más da, si así somos progres. Partiendo de esta base, imaginad qué va a importar los riesgos que traiga para las mujeres si no les importan ni los niños. 

Y así, sin pensar, vamos tragando con fantasías cada vez más bizarras, y los de arriba lo saben. Si J. K. Rowling es noticia en todo el mundo por decir que un señor calvo de mediana edad, casado y con hijos, es un señor calvo de mediana edad, casado y con hijos, es evidente que pueden hacer con nosotros lo que quieran. 

Y llega la siguiente vuelta de tuerca, ¿a que no hay huevos de que la sociedad acepte la pederastia? Sujétame el cubata, contestaron. 

Y en España se lo hemos estado sujetando a la ministra que, además crear la ley anteriormente mencionada, se dedicó a “poner el consentimiento en el centro” con declaraciones como estas:

“Los niños pueden amar o tener relaciones sexuales con quien les dé la gana, basadas, eso sí, en el consentimiento.”

Después de esto, el cartel del ayuntamiento de Almería es la consecuencia lógica. Esos carteles terminaron por toda la ciudad porque ninguna de las muchísimas personas que los crearon, los revisaron, les dieron el ok, etc., utilizaron ni media neurona para pensar en lo que estaban leyendo. Porque vivimos en la era de los mantras, de los eslóganes vacíos. Y son vacíos porque la gente cada vez tiene menos conocimientos para darles o quitarles contenido. 

La gente repite como loros “poner el consentimiento en el centro”, “el sexo se asigna al nacer”, “tengo derecho a ser quien soy”, sin tener ni puñetera idea de lo que está diciendo, ni de lo que implica, ni de nada. No hablo ya de rebatirlos, es que la mayoría de la gente no es capaz de defenderlos si no es repitiendo más eslóganes vacíos. No hay argumentos, no hay lógica, no hay ciencia, no hay nada. La única respuesta a la argumentación en contra es el odio, quienes pensamos odiamos y ya está, borrados de la esfera pública.

Y como pensar es odiar, y supone cada vez más el ostracismo social, el señalamiento y hasta la pérdida del trabajo, dentro de poco no habrá nadie que levante la voz contra la pederastia, porque se habrá aceptado que los niños pueden tener relaciones sexuales con adultos libremente, como se ha aceptado que Manolo pueda pasear sus huevos peludos en la ducha delante de tu hija de diez años. Y aquí paz y después gloria, porque lo más importante es ser progre, que lo contrario es ser de Vox (otros que tampoco piensan aunque les vaya la vida en ello).

Las feministas hacemos lo que podemos, sobre todo pensar. Y en estos tiempos eso supone ser Quijotes luchando contra molinos (de los de energía renovable, que somos ecológicos). Y se nos seca la boca de explicar argumento tras argumento mientras la única respuesta es silenciarnos, cancelar charlas, no querer debatir con nosotras o acusarnos una y otra vez de odio. Pero no saben contra quiénes cargan, a nosotras sí que nos han odiado tanto que ya no tenemos piel, tenemos adamantium, y el cubata nos lo sujetamos nosotras solas. Y por eso hemos conseguido presentar una lista a las elecciones europeas. ¿Estamos todas? No. ¿Somos perfectas? No, ni falta que hace, que además esa idea de que las feministas tenemos que ser seres de luz impolutos no es más que una imposición machista. ¿Vamos a arreglar todos los problemas del mundo? No, ojalá tuviéramos esa capacidad, pero pretender que lo hagamos es otra machistada. 

Tampoco podemos pensar por vosotros, pero sí podemos ayudaros a hacerlo. Feminismo o barbarie no es un eslogan vacío, su ausencia y desconocimiento están llevando, entre otras muchísimas cosas, a la aceptación de la pederastia. Si eso no es barbarie ya me diréis. El voto al PFAC es el voto a la ciencia, al conocimiento, al humanismo, al pensamiento crítico y fundamentado, es lo más alejado al oscurantismo y la ignorancia que encontraréis en el colegio electoral. Que no gane Millán-Astray.

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