Ladran, luego cabalgamos

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Por Karina Castelao


Hace unos días os conté cómo habia sido mi entrada al feminismo radical. Y os dije también, que una vez que se llega, no se puede salir. Pues ahora querría contaros cómo ha sido esta estancia feminista, (estancia que pasa ya largamente de un lustro) y la cual he dedicado por entero a la divulgación y al activismo en redes y fuera de ellas.


Durante estos años he sufrido más insultos y acoso por declararme feminista radical que en todo el resto de mi vida, y eso que fui carne de bullyng en el colegio. El activismo feminista radical – realmente el único activismo feminista que hay- es una lucha sin cuartel contra dos enemigos, o mejor dicho, contra el mismo enemigo pero con dos caras. Por una parte, contra el machismo clásico y conservador, ese que no cree en la existencia del patriarcado, que pretende blindar el sexismo y que cuestiona todas y cada una de las leyes que ayudan a las mujeres a tratar de conseguir los derechos más básicos, los que debería disfrutar cualquier ser humano y que, actualmente, solo disfrutan los hombres, como serían no ser discriminadas laboralmente por tener una fisiología que permite gestar y parir, o no ser violentadas solo por existir con dicha fisiología.


Sin embargo, y pese lo que pudiera parecer, los mayores ataques no los he sufrido por parte de esta cara tradicional del patriarcado, o será que me han dolido menos y por tanto, los he minimizado más. Los ataques más cruentos y despiadados han venido siempre de parte de esos mal llamados «feminismos» inclusivos y prosex, y del activismo LGTBIQ+, fagocitados ambos por el ultraliberalismo y por el posmodernismo queer. Traduciendo en “román paladino”, de esa nueva cara del patriarcado que representan las que se creen feminstas sin serlo y aquellos a quienes siempre ha apoyado el feminismo y ahora lo traicionan.

Desde hace ya casi seis años, las que hemos estado usando las redes sociales para hacer activismo feminista, sobre todo Twitter, nos hemos visto expuestas a todo tipo de agresiones, intimidaciones, amenazas, coacciones, boicots, acosos y todas y cuantas más formas de violencia se os puedan ocurrir, por parte de personajes pelicoloridos y que lucen invariablemente avatar de dibujito anime. A estos también hay que añadir a pretendidas “feministas” y cargos de partidos políticos que no tienen pudor alguno en regalarnos insultos de lo variado pero que siempre empiezan por T y terminan por ERF. Y todo ello por negarnos a renunciar a los derechos basados en nuestro sexo y que curiosamente está demostrado que son los únicos que sirven como elemento de equidad de cara a conseguir una verdadera justicia social.

Por hablar de casos conocidos, a mí personalmente me han amenazado con echarme ácido, me han acosado sexualmente (además un menor) y, más recientemente, me han intentado intimidar con localizarme e “ir a por mí”. A una amiga y compañera le expusieron todos sus datos personales y se pidió su despido del trabajo. Otra, a la que le he perdido la pista y que fue la principal causante de que yo ahora esté escribiendo sobre feminismo y no sobre cocina, le orquestaron una campaña para boicotear la labor de artesanía que era su medio de vida. Para quienes no lo recordeis, a la propia Lidia Falcón, un activista trans de sobrenombre Gladiadora le dedicó unos tuits donde le regalaba unas bonitas palabras sobre cómo sería su erección el día del fallecimiento de la presidenta del Partido Feminista, o del poco acierto que habían tenido en acabar con ella los torturadores franquistas.

A lo largo de este tiempo, las amenazas han ido “in crescendo”, hasta llegar al final a la violencia física  en la manifestación del 8 de marzo en Madrid y Barcelona de hace tres años. Y a partir de ahí, las agresiones se han ido simultaneando en redes y fuera de ellas. Ha habido intimidaciones y violencia en las diversas concentraciones y manifestaciones que hemos convocado pidiendo seguir la agenda feminista, esa que tiene entre sus puntos irrenunciables la erradicación de todos los tipos de violencia contra las mujeres, incluidos la abolición de todas y cada una de las formas de explotación sexual y reproductiva y, principalmente, la abolición del género como herramienta de opresión patriarcal. Por continuar con casos conocidos por mí y quizá no tanto por vosotras, en ciudades como Ourense y Vigo, este 8M las feministas abolicionistas de género y de todas esas formas de explotación y violencia que he mencionado anteriormente, han tenido que marchar precedidas y escoltadas de furgones policiales para poder ejercer su derecho constitucional de manifestación y evitar las agresiones de los transactivistas y “transfeministas”.

Pero la agresividad y la intimidación no solo se limitan a las movilizaciones en la calle. Los actos organizados por las feministas abolicionistas, como conferencias, presentaciones de libros, jornadas o congresos, también son objeto de la que una vez denominaría la Ministra Irene Montero como Furia Trans. Ha habido muchos ejemplos de sobra conocidos por todas, pero quizá no sepais del llamamiento a la cancelación mediante comunicado al ayuntamiento de Lugo y al escrache luego en prensa, cuando el año pasado la Plataforma do Feminismo Radical de Galicia organizó unas jornadas informativas en dicha ciudad, sobre las consecuencias de la Ley Trans. O la repentina negativa del ayuntamiento de Santiago de Compostela, luego de estar el acto autorizado y organizado, de la presentación de un libro de Alicia Miyares en la Casa das Mulleres Xoana Torres por considerar que el acto contravenía el espíritu LGTBfriendly del local.

Podria contar decenas de casos similares, ocurridos aquí en España y tambien en paises como Reino Unido, Irlanda o Nueva Zelanda, pero se haría un artículo interminable, sobre todo si añadimos las diarias amenazas, insultos o agresiones verbales que sufrimos en redes. Sin embargo, la verdadera finalidad de estas lineas no es abundar en hechos que todas conoceis e incluso padeceis, sino deciros algo importante. Y es que, tras varios años intentando censurarnos y acallarnos, creo que por fin han entendido que ni todos los boicots, amenazas y censuras van a hacer renunciar a las feministas a seguir luchando por los derechos de las mujeres basados en sexo. Y eso les pone muy nerviosos porque nuestro mensaje se escucha cada ver más.

Prueba de ello es que su agresividad va en aumento mientras nosotras solo ejercemos nuestro legítimo derecho a la libertad de expresión.

Uno de los últimos casos fue el producido en Getafe el sábado pasado durante un acto público encuadrado dentro de la precampaña electoral de Podemos y en el que la número dos del Ministerio de Igualdad, Angela Rodriguez, y la flamante candidata a la comunidad de Madrid, Mar Cambrollé, pretendían exponer las “bondades” de la Ley Trans. En dicho acto varias compañeras gritaron consignas feministas mientras hacían el símbolo del triángulo con las manos, a lo que la organización, y en concreto un hombre perteneciente a la misma, respondió violentamente agrediendo a una de ellas. Acorralados por las pruebas (hay grabaciones de la agresión), la Federación Plataforma Trans, de la cual es presidenta Cambrollé, y creyendo que la mejor defensa es un buen ataque, ha hecho público un documento donde solicita una entrevista con el Ministro de Interior, y en el cual invierte los papeles de los hechos ocurridos, inventando incluso una supuesta trama nacional para perpetrar acciones violentas contra el colectivo trans y orquestada desde cuentas de Twitter.

Es decir, los verdugos se autodeterminan víctimas y para ello inventan una conjura a nivel nacional mediante una “red organizada de grupos antiderechos trans” en comunicación y cordinación para realizar acciones de intimidación, y en los cuales mujeres, once para ser exactas, cometen actos “agresivos y vejatorios”, como el tan violento símbolo del triángulo con las manos, y que provocaron momentos de “ansiedad y miedo” en las personas trans y en el público. En fin, un embuste que no es más que una acción a la desesperada de quien sabe que tiene las de perder.

Así que, yo no sé vosotras, pero yo veo que ladran, luego cabalgamos. Veo nerviosismo, intranquilidad y sobre todo, ira, mucha ira. Veo que el mensaje feminista cada vez cala mas y el discurso transactivista cada vez se muestra como más fascista y más violento. Veo acciones a la desesperada como la de acusar a a víctima siendo el victimario, de proyectar en las feministas los complejos y la inconsistencia. Y sobre todo, veo el temor al verdadero “despertar”. A ese “peak trans” masivo que desmontaría toda esta locura en la que estamos sumergidos. Una locura que solo trae dolor e injusticia. De la posibilidad de salir de la olla y caer en las brasas de la ultraderecha, esa cara del patriarcado que mencioné al principio, habrá que hablar en otro momento, porque es un riesgo que quizá estemos a punto de correr.

@karinacastelao

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