La guerra trans y sus víctimas

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El Loby Trans no ceja en su empeño de aprobarleyes imperativas. Para ello utiliza todos los medios de comunicación de que dispone, y que sorprendentemente son muchos y poderosos. Y desde ellos tiene la desvergüenza de proclamarse víctima de la ofensiva de las feministas tránsfobas. Los artículos, entrevistas, declaraciones y reportajes, que aparecen en las televisiones públicas y privadas y se difunden en los periódicos más prestigiosos, explican las privaciones y sufrimientos que padece el colectivo trans, por la persecución a que lo sometemos las feministas, que torticeramente nos presentamos como víctimas cuando en realidad somos las victimarias que los perseguimos y queremos que los marginen, los opriman y los torturen.

La última entrevista de uno de sus voceros nos califica literalmente de victimarias. Verdugas que perseguimos a los pobres transgénero que pretenden que no exista el sexo biológico y por tanto cualquier hombre pueda convertirse legalmente en mujer, sin someterse a examen médico ni psiquiátrico, que los menores de 8 años puedan comenzar a hormonarse y en la adolescencia sean castrados, que hombres con la contextura física masculina compitan en las ligas deportivas femeninas, y que se condene a multas de miles de euros a quien se manifieste en contra de semejante proyecto entre otros perversos proyectos.

Por ello, porque las feministas somos malvadas y además tenemos mucho poder –hay quien cita los nombres de las más conocidas- el lobby trans, comandado por Mar Cambrollé, me denunció en la Fiscalía de Odio y apoyado por la democrática Consellería de Igualdad de la Generalitat de Catalunya, se inició un expediente contra mí. A este procedimiento se sumó otro por la denuncia del lobby homosexual de Catalunya y los dos me tuvieron un año perseguida. Hube de ser atendida por una abogada, buscar y rebuscar documentos que avalaban mi postura y declarar en la propia Fiscalía hasta que se reconoció mi derecho a la libre expresión.

Porque las feministas somos malvadas y además poderosas, en este momento la psicóloga Carola López Moya, está siendo expedientada por la Consejería de Igualdad de la Junta de Andalucía, por haberse atrevido a declarar que los hombres son hombres y las mujeres, mujeres. Y la acusan falsamente de realizar terapias de conversión de “género”, lo que según la ley andaluza comporta una sanción de 60.000 a 120.000 euros. Y en doce comunidades autónomas se han aprobado legislaciones semejantes, que el pobre, minúsculo y perseguido lobby trans ha conseguido imponer.

Porque las feministas perseguimos a los pobres transgénero, la escritora Lucía Etxebarría fue premiada con un ladrillo por la organización LGTBI+ en un acto presidido por la ministra Irene Montero y financiado por el Instituto de la Mujer, y está sufriendo un permanente acoso de los activistas trans en el barrio donde vive y en ese pantano de cocodrilos que son las redes sociales. Y su hija de quince años recibe la hostilidad de sus compañeros de clase.

Por la debilidad e indefensión de las personas que quieren transicionar, los colegios de primera y segunda enseñanza están impartiendo clases de “género”, donde inducen a los menores a autodeterminarse del sexo contrario y administrarse hormonas; las Universidades han incorporado a las materias que imparten la doctrina “queer”, y no hay día en que no se publique en los medios digitales e impresos un artículo sensiblero y denunciador de la ofensiva feminista contra los desdichados trans. Mientras psicólogos, psiquiatras, pediatras y compañías farmaceúticas están haciendo negocio hormonando y mutilando a muchachas y castrando a muchachos.

Al mismo tiempo que los voceros y publicistas de la doctrina del “género” afirman que los trans son pocos, pobres y perseguidos por las poderosas feministas tránsfobas, remarcan que tienen a la sociedad a su lado, como lo demuestra la manifestación oficial del 8 de marzo pasado a la que asistieron cien mil personas, mientras que las opositoras lograron reunir únicamente cinco mil. Lo que no mencionan es el apoyo institucional que reciben del Ministerio de Igualdad que es quien organizó la manifestación mayoritaria, y cuya titular Irene Montero está fanáticamente entregada a la tarea de aprobar la tan discutida ley trans. Por ello consiguieron reunir a una multitud, mientras las poderosas y malvadas feministas no recibimos el apoyo ni del diez por ciento. Y las famosas socialistas que estuvieron en los órganos directivos del PSOE y del gobierno que se opusieron a la aprobación de esa ley, que acaba con las leyes de la racionalidad y la naturaleza, han sido despedidas y, de momento, enmudecidas.

Mientras leo la entrevista de ese defensor a ultranza de la doctrina “queer”, recuerdo las inmensas manifestaciones populares que aplaudían entusiasmadas a Mussolini y a Hitler, y las concentraciones que organizó el franquismo frente al Palacio de Oriente en los últimos tiempos de la dictadura, para apoyar a aquel régimen criminal.

Si el lobby trans no llega a ser pequeño, perseguido y despreciado, me habrían fusilado ya. Pero sabemos, sobre todo los que somos supervivientes de la experiencia de la dictadura, que los disidentes contra la tiranía del poder somos siempre pocos y sacrificados. Nos queda la única compensación que es probar, a lo largo del tiempo, que teníamos razón.

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