El punto ciego

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Pilar Aguilar Carrasco, Analista y crítica de cine.

Un hombre, querido por mí, buena persona, racional y vitalmente igualitario, se entera de que vamos a crear un partido feminista y lo desaprueba radicalmente.

No niega la evidencia: este gobierno no ha legislado significativamente en favor de las mujeres: no ha adoptado medidas contundentes contra la violencia o contra la comercialización y cosificación de nuestro cuerpo, ni ha fomentado la coeducación, ni “ná de ná”.

Pero, sin embargo, a este hombre bueno le parece nefasta la creación de un partido feminista porque, según arguye, conlleva un mayor fraccionamiento de la izquierda.

Yo le rebato: “Si tan importante te parece agrupar a la izquierda (incluyendo a quienes rehúyen ese apelativo y lo sustituyen por perífrasis) propón que se disuelvan otros. Nosotras, no, porque nosotras representamos los intereses del 52% de la población”.

A pesar de la lógica de mi argumento, mis palabras no surten efecto. Él dice lamentar nuestra sumisión estructural y se duele sinceramente de la violencia psicológica, física, sexual que tantas padecen; del paro y la pobreza que sufren; de la desigualdad… Pero el bloqueo emocional inducido por milenios de patriarcado le impide sacar conclusiones prácticas de lo que, sin embargo, racionalmente sabe: las mujeres no somos un colectivo sino la mitad de la población, así es que nuestros derechos no pueden catalogarse como sectoriales, de menor cuantía, postergables.

Él, como otros muchos, está condicionado por ese punto ciego patriarcal, tan oscuro y poderoso que obnubila incluso a quienes se consideran de izquierdas, es decir, a quienes buscan la igualdad entre los seres humanos. Y los hay extremadamente contumaces ¿Cómo algunos consiguen maridar tal ideal con la opresión y la sumisión de las mujeres? ¿Cómo pueden pensarse anticapitalistas y no horrorizarse con la comercialización de nuestro cuerpo? ¿Cómo pueden no condenar radicalmente la prostitución? ¿Cómo presumen de defender “a los de abajo” bendiciendo, al tiempo, los vientres de alquiler? ¿De verdad creen que el proverbial altruismo de las mujeres las llevará a gestar durante nueve meses (no un fin de semana, no quince días, sino nueve meses) y parir un bebé para “regalarlo” generosamente? ¿son así de tontos o se lo hacen? Yo lo tengo claro: se lo hacen. Igual que se hacen los tontos en otros muchísimos aspectos. Pues bastan dos dedos de frente para comprender que no por casualidad -y en altísimo porcentaje- son mujeres quienes cuidan de niños, ancianos y enfermos; ni es casual que ellas sufran pobreza y paro en mayor medida que los varones, etc. etc.

Otro ejemplo (¿de ceguera o de cinismo?): hace pocos días murió una mujer de 39 años como consecuencia de una operación de “lipoescultura” (ya solo el nombre da pavor). Se han interpuesto denuncias contra el bestia que hizo la carnicería, sí, pero ¿quién ha denunciado el origen de esta locura? ¿Quién, desde el poder, interviene contra el atroz mandato social que se ejerce sobre las mujeres y que las lleva, como poco, a sufrir incomodidades (tacones, depilaciones, etc. ejemplo), a gastar dinero y tiempo (peluquería, cremas, manicura…) para “estar guapas”? Y, en los casos más graves –como este que comentamos- la presión las empuja a poner en peligro su salud en pro de un ideal de belleza artificial… Mientras, ellos, tan atractivos y tan arregladitos con cualquier cosilla… ¿No debería estar empeñado ese Ministerio –si de verdad fuese de Igualdad- en actuar enérgicamente en todos los frentes para deconstruir y desmontar las exigencias “estéticas” que abruman a las mujeres? ¿No debería poner el máximo empeño en acciones educativas dirigidas a los y las jóvenes a fin de hacerles comprender que los cuerpos sanos no deben ser sometidos a manipulaciones médicas de ningún tipo? ¿En dinamitar esos nefastos mitos que propugnan exigencias brutales para el cuerpo de las mujeres? ¿no debería difundir protocolos en los centros escolares a fin de detectar y dar respuesta adecuada a los malestares ligados a todos los prejuicios normativos?

Pues no. El Ministerio anda, por el contrario, propagando (directa o indirectamente a través de asociaciones que financia) que los cuerpos pueden ser erróneos, aunque –menos mal- también son fácilmente manipulables y adaptables a los deseos delirantes de cada cual y del entorno. Predican que un niño se puede convertir alegremente -tomando una simples pastillitas- en niña y que a una adolescente le basta con amputarle los pechos e inflarse a hormonas para transformarse en hombre (lo que pasa después y fundamentalmente con los genitales, no lo cuentan, claro)… Y, comparado con tal desvarío, lo de conseguir un cuerpo lipoesculpido es una banalidad absoluta, peccata minuta, vamos…

Así, estamos. Y, sin embargo, a pesar de estas crueles realidades, aún hay quien intenta convencernos de que no debemos crear un partido feminista… Siguen pensando que, si alguien debe sacrificar o postergar sus propias demandas en pro de “un bien mayor”, esas somos las mujeres.

Pues va a ser que no…

2 COMENTARIOS

  1. Sra. Pilar Carrasco: usted no se ha enterado que existe desde 1979 el Partido Feminista de España y legalizado en 1981 con sus Estatutos, sus Tesis y sus Programas aprobados en el III Congreso del PFE: piénsese dos veces e infórmese correctamente

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