Un acuerdo traidor

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Lidia Falcón, Presidenta del Partido Feminista de España.

El acuerdo a que se ha llegado entre el PSOE y Unidas Podemos por el que han aprobado el proyecto de Ley Trans en el Consejo de Ministros del 29 de junio, es una de las traiciones más arteras que se conocen en política. Durante varios años Carmen Calvo ha parecido oponerse firmemente a aprobar la ley del transgenerismo. Todas las socialistas se habían manifestado contra el propósito de esa alianza de Podemos e Izquierda Unida de llevar al Parlamento una ley que elimina a las mujeres de nuestra normativa. Las razones que se han aducido, repetidamente publicitadas, que son unánimemente aceptadas por el conjunto del MF son las mismas que defiende el Partido Feminista de España, y que nos ha costado la expulsión de IU, que nos arrebataran los canales de Twitter y que me abrieran dos expedientes en la Fiscalía de Odio.

La persecución manifiesta del lobby Transgénero contra todo opositor a sus propósitos delirantes de eliminar las categorías antropológicas de hombre y mujer, de padre y madre, para lo cual se va a implantar el lenguaje trans de “progenitor gestante” y “progenitor no gestante”, así como de que los hombres irrumpan en el mundo femenino, se ha adueñado del mundo político.

Pero parecía que a pesar de la necesidad que tiene Pedro Sánchez de mantenerse en el gobierno con la alianza de UP, Carmen Calvo resistía. Dicen los medios de comunicación que Adriana Lastra y el propio Sánchez han presionado a Calvo hasta hacerla rendirse. En el programa de la Sexta noche, del sábado 26 de junio, sus declaraciones fueron las más falsarias de su carrera. Ella misma había firmado en junio de 2020 un Argumentario, como le llaman, que llevaba también el nombre de José Luís Ábalos y muchos más afiliados, rebatiendo todos los argumentos de los trans, que se convertía en consigna de su partido.

Nada de aquello queda en las declaraciones de Calvo y, lo que es peor, en los propósitos de ese gobierno. Resulta absolutamente reprobable que la Sra. Calvo afirmara que la ley se presentaba para evitar las represiones y agresiones que sufre el colectivo LGTBI. Quizá el público desinformado ignora que tanto las leyes comunes, como el Código Penal, protegen a todas las personas de recibir agresiones, vengan de quien vengan y se arguyan las motivaciones que sean, así como prohíben que se margine en ningún aspecto de su vida social o laboral a ningún hombre ni mujer por su elección sexual.

A mayor abundamiento, el año 2007 se aprobó la Ley 3/2007 de 15 de marzo Reguladora de la Rectificación Registral Relativa al Sexo de las Personas, que establece los requisitos necesarios para que cualquiera pueda cambiar su inscripción registral y sus documentos identificativos, cuando quiera tener una apariencia física del otro sexo. Para ello es preciso que se elaboren los informes necesarios de los psicólogos, psiquiatras y endocrinos que traten a la persona que padezca disforia de género y que transcurran dos años desde el comienzo del tratamiento con hormonas. Y siempre que sea mayor de edad. Y esa ley se aprobó con el consentimiento del PSOE que es el partido al que pertenece la señora Calvo.

Así mismo afirmó que no tenía que procederse a ningún informe médico porque la homosexualidad no es una patología, lo que falsifica el verdadero propósito del nuevo proyecto de ley. Porque nadie pretende que se proceda a una patologización de la sexualidad, ni perseguir la homosexualidad ni forzar a nadie a que sea heterosexual. Todos sabemos que esa siniestra etapa de nuestro país hace muchos años que está superada, que en la actualidad acepta, incluso, el matrimonio civil entre personas del mismo sexo.

De lo que se trata en este nuevo proyecto es que cualquier hombre o mujer pueda cambiar de sexo por su sola voluntad, sin requisitos ni médicos ni psicológicos y en consecuencia, con el mismo aspecto físico, puedan pretender que se les trate como si pertenecieran al sexo opuesto, es lo que se llama neciamente “la autodeterminación de género”, contra la que la señora Calvo se había opuesto rotundamente durante varios años y que el sábado aceptaba con total naturalidad. La consecuencia, para las mujeres, es que serán marginadas por hombres llamados “trans” que ocuparán sus puestos de trabajo, sus competiciones deportivas, las cuotas femeninas de los partidos políticos, de los concursos y de los premios artísticos e incluso se entrometerán en los lugares de su intimidad.

El feminismo no niega los sufrimientos que ha padecido el colectivo homosexual, de cuya defensa nos hemos hecho siempre partícipes las feministas en tiempos mucho más siniestros que los de hoy. Pero es torticero que se siga recordando esa etapa como justificación de las pretensiones de los transgénero de ocupar los espacios de las mujeres, cuando éstas son las que sufren las más graves agresiones por el hecho de ser mujeres, y desde que nacen se las condena a la grandísima discriminación de llevar a cabo trabajos no pagados que les son adjudicados por su sexo y ser víctimas de toda clase de violencias. No hay colectivo social que sume tantas víctimas de asesinatos.

Lo más preocupante fue la falsedad de afirmar que se había protegido a los menores, sin explicar cómo, cuando el proyecto que conocemos permite que desde los 12 años puedan cambiar de sexo sin haberse sometido a ningún examen médico ni psicológico.

El mismo día de la entrevista, 26 de junio, se habían celebrado multitud de concentraciones contra semejante proyecto de Ley, que agruparon varios miles de participantes en más de 20 ciudades españolas, convocadas por 50 organizaciones del MF, en las que se encontraban personas y asociaciones que son afiliadas al PSOE o están en su órbita, a pesar de las múltiples amenazas y agresiones de todo tipo que tuvimos que soportar las feministas de esas «nuevas mujeres».

Cuando se ha aprobado por el gobierno este desaguisado legal, los medios de comunicación informan de que un tal Gavin Hubbard, que hasta 2012, con sus 34 años había competido en halterofilia en los Juegos Olímpicos, ha comprendido que no alcanzaría a los primeros con las fuerzas y habilidades que posee, de modo que cambió para llamarse Laurel Hubbar y se presenta en los Juegos olímpicos de Tokio en la categoría femenina donde tiene seguro el oro.

Este es sólo un ejemplo de la infame estrategia que se propone el lobby trans, con sus inmejorables apoyos de los sectores farmacéuticos y médicos. Y ahora políticos. ¿Y este es el país que queremos, donde las mujeres no existan y esos hombres farsantes ocupen nuestro lugar? ¿Y no tienen nada que decir los Colegios de Médicos, los de Psicólogos y Psiquiatras, los de Pediatras, y los padres y madres de los niños y adolescentes que están amenazados de ser hormonados y castrados? ¿Y qué hay de partidos confesionales católicos, que parecían antes defender la Naturaleza a ultranza, hasta términos patéticos, como han hecho con el aborto y últimamente con la eutanasia, y que ahora callan ante los propósitos siniestros de mutilar a sus hijos?

Estamos entrando ya en un mundo distópico y no sé qué haremos para salir.

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