Ejemplo, guía y orgullo de todos los partidos comunistas europeos, el Partido Comunista Portugués cumple cien años haciendo una demostración de fuerza que debieran mirar con envidia otros partidos que celebran también su centenario en este 2021, arrastrados por las corrientes neoliberales en su seno, debilitados ideológica y políticamente, y en plena sangría militante.
Pero en Portugal no. Porque el partido referente de la clase trabajadora portuguesa sigue siendo el mismo. Un partido con una capacidad organizativa asombrosa en pleno siglo XXI, y que sigue teniendo una estructura sólida con ramificaciones en sindicatos, asociaciones y movimientos de masas capaces de paralizar el país a una orden de su Comité Central.
Un partido al que no se le cayó encima el Muro de Berlín, y que supo mantener la unidad ideológica en torno al marxismo leninismo, evitando la entrada de teorías de la posmodernidad que calaron en el resto de organizaciones poscomunistas europeas.
Un partido fuerte y unido en una disciplina consciente y no mecánica, cimentada en el centralismo democrático y alejada de las miserias oportunistas de lo exclusivamente electoral, y que sigue siendo referente de lucha, no sólo para la izquierda portuguesa sino para el resto de Europa.
Todas las grandes ciudades del país han amanecido con sus plazas y avenidas principales con la bandera del partido, la bandera roja del PCP, un partido que ha escrito con letras de oro su participación en la Historia Contemporánea del país vecino, y que regó con la sangre de sus militantes la conquista de las libertades en Portugal.