Autor Jesús Carretero Ajo
Vana tendencia a hacer preguntas
la del poeta cuando no hay ninguna posibilidad
de que alguien las responda,
a pesar de que la poesía, en potencia, es multitudinaria.
Pero qué importa que mi reloj se calle.
Son las preguntas ardiendo
en mi garganta las que hoy
quieren jugar con el tiempo,
abarcando el mundo
por un instante,
y hacerse carne de verdad
para que cada cosa
vuelva a ser la que es,
ocupando el sitio que le corresponde.
Nunca preguntaré la hora,
desentrañaría todos mis secretos
y el día de mi muerte.
Y yo soy lo que soy: un azaroso columpio,
un nombre escondido, un viento
que sopla entre los huesos
irradiando preguntas ardientes.
No me morderé la lengua
a pesar de la humildad de las preguntas,
pues no espero ninguna gracia.
Preguntas sin respuestas
como moscas ebrias y brillantes
de beso pertinaz e insufrible.
Y cuando se agoten,
ya no habrá más preguntas,
ya no interesará ninguna respuesta.
Comencemos:
Asesino, ¿por qué el cuchillo
quiere saber el nombre
de la víscera donde se aloja?
Borracho/a, ¿sabes que tus confesiones,
mientras te bebes la noche
hasta romperte como una botella,
son más hermosas que la luna?
Científico/a, ¿hasta dónde llega tu dicha
de extender los brazos, de jugar
con los límites de las cosas y del mundo?
Dios, ¿eres acaso inconmensurablemente estólido
que no distingues entre la realidad de un mar
con la luz que lo envuelve y tú, que emergiste
del sueño megalómano de algún loco poderoso?
Escritor, ¿Callarás cuando lo que puedas decir
se haya dicho, cantado, escrito antes?
Filósofo, ¿tus profundas meditaciones
y grandes absolutos sobre el bien y el mal
reunidos alrededor de la cuna de un bebé
soportarían su vitalidad?
Gato/a, ¿puedo ya decir que por suerte
formo parte de tu vida?
Historiador, ¿cuál es tu misión
si el capitalismo ha vencido y quiere
desmantelar la historia,
reduciéndola a vagas conjeturas?
Insecto, ¿por qué tan necesario
y a la vez tan molesto?
Juez/a, ¿cuándo derramaste hiel
sobre la mujer ciega,
que ahora eres parte del problema
en tus sentencias?
Koala, ¿tiene límites la felicidad
cuando te observo?
Ladrón/a, ¿por qué no pintas de belleza
tus crímenes robando flores, hurtando libros?
Madre, ¿fue tu vida flor o basura
con el hombre que fue mi padre?
Necio/a, ¿cómo puedes vivir
sin savia, sin agua, sin aire?
Oncólogo/a, ¿para cuándo la inmortalidad?
Postmoderno/a, ¿qué bicho te ha picado?
Quasimodo, ¿por qué te ocultas en la oscura soledad
si quizá seas a quien Esmeralda busca,
si seguramente eres a quien Esmeralda quiere?
Ratón/a, ¿acaso no te has enterado
que posiblemente y para tu desgracia
ya formo parte de la vida de un gato?
Sabio, ¿no te parece impertinente
y hasta vanidoso haber vendido tu alma
al conocimiento, a sabiendas de que tu piel
quedaría reducida a un desierto por no haberte
nutrido alguna vez de historias de amor?
Tirano, ¿cuándo dejarás de infectar el tiempo
como venenosa serpiente hasta paralizarlo?
Usted, ¿te puedo tutear, imbécil?
Viejo/a, ¿se puede hablar de esperanza a que alguien
decida levantarse para dejarte el asiento?
Wilde, ¿cómo tú, que fuiste un hedonista impenitente,
de ingenio mordaz y pluma brillante y afilada,
pudiste caer en la farsa del miedo al fuego eterno
que en el lecho de muerte te empujó a besar la cruz?
Xenófobo/a, ¿son acaso los exhaustos cuerpos
que en un vaivén de olas deja el mar en la playa
como restos de un naufragio los causantes de tu odio?
Yo, ¿quién te crees que eres
para hacer tantas preguntas?
Zurdo/a, ¿cuándo se acabará la tristeza
y el dolor del mundo y empezarán nuestros sueños
y sonarán nuestras canciones y la palabra revolución
dejará de producir tanto miedo?