En Afganistán las mujeres ya no son personas

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Por Karina Castelao

Decía Aristóteles que la cualidad más admirable en una mujer era el silencio porque el silencio no cuestiona ni rebate. Para Aristóteles la palabra estaba reservada únicamente al varón que era el que debía administrar la polis ya que era símbolo de poder. La cualidad del ser humano y lo que lo hacía distinto de los demás animales era su capacidad política que se articulaba a través de la palabra. Así que cuando Aristóteles niega la palabra a las mujeres, les niega literalmente ser consideradas seres humanos.
Lo de las mujeres en Afganistán es algo similar.

Hace algún tiempo, justo en agosto de 2021 escribí un breve texto para explicar la historia de las mujeres afganas y la situación en la que quedaban tras un cuarto de siglo de ocupación estadounidense y la consiguiente retirada de tropas yankis durante el mandato de Joe Biden.

En él contaba grosso modo, intentando ser más didáctica que precisa (que no rigurosa), cómo durante la segunda mitad del siglo XX y siendo un país satélite de la Unión Soviética, las mujeres afganas alcanzaron una alta cota de independencia y emancipación, pudiendo estudiar, trabajar y vestir a su antojo.

Cómo la infame película Rambo III (1988) nos cuenta cómo EEUU adiestró, finanació y armó a los muyahidines, antecesores de los talibanes, para que lucharan contra el gobierno amigado con la URSS y así conseguir la facilitación del acceso al petróleo de todos esos países terminados en «stan», pero que le salieron mal, criaron cuervos y les comieron los ojos, sobre todo Bin Laden, y como a partir del 96 se hicieron con el poder y deshicieron todos los derechos de las mujeres hasta conseguir que ni nombre en las lápidas tuvieran.

Cómo en el 2001, los casi dos mil muertos de las torres gemelas fueron la excusa perfecta para reinvadir Afganistán, y con ello, recuperar el control del petróleo de todos esos países terminados en «stan».

Cómo tras esa nueva invasión, durante esos 25 años, muy poco a poco a poco las mujeres fueron recuperando derechos tan extravagantes como a poder salir a la calle solas o ir a la escuela, pero no mucho más.

Cómo de repente Biden decide retirar las tropas que mantenían a raya a los talibanes y cómo los talibanes ya estaban a las puertas de Kabul esperando apropiarse del poder de nuevo.

Y cómo en las ciudades ocupadas ya habían comenzado a imponer la sharia, cerrando escuelas de niñas, prohibiendo salir a la calle a las mujeres, apoderándose de las jóvenes y niñas a cambio de dejar en paz a sus familias y asesinando a tiros a activistas.

Al año de la entrada de los talibanes en Kabul tras la espantada del ejército americano, se sucedían las manifestaciones de mujeres afganas reclamando sus derechos a estudiar o trabajar, pero todas terminaban disueltas a tiros.


De las promesas talibán de respetar los derechos de las mujeres, que ya eran escasos, en agosto de 2022 no quedaba nada y un año después habían vuelto las restricciones, restricciones que fueron recopiladas por la Asociación de mujeres revolucionarias de Afganistán (RAWA) y que se materializaron en una serie de prohibiciones y “recomendaciones”:

• Prohibición del trabajo femenino fuera de sus hogares. Sólo unas pocas doctoras y enfermeras tendrían permitido trabajar en algunos hospitales en Kabul

 
• Total prohibición de cualquier tipo de actividad de las mujeres fuera de casa a no ser que fuera acompañadas de su mahram (pariente cercano masculino como padre, hermano o marido)

 
• Prohibición de cerrar tratos con comerciantes masculinos

 
• Prohibición de ser atendidas y tratadas por doctores masculinos


• Prohibición de estudiar en escuelas, universidades o cualquier otra institución educativa con másc de 12 años y solamente estudios apropiados para las mujeres.

 
• Obligación de usar un largo velo (preferiblemente burka)


• Azotes, palizas y abusos verbales contra las mujeres que no vistan acorde con las reglas talibán o contra las mujeres que no vayan acompañadas de su mahram


• Prohibición del uso de cosméticos


• Prohibición de hablar o estrechar las manos a varones que no sean mahram

 
• Prohibición de reír en voz alta (ningún extraño debe oír la voz de una mujer)

 
• Prohibición de usar zapatos con tacones, que pueden producir sonido al caminar (un varón no puede oír los pasos de una mujer)

• Prohibición de subir a un taxi sin su mahram


• Prohibición de trabajar en la radio, la televisión o participar de reuniones públicas


• Prohibición de practicar deportes o entrar en cualquier centro o club deportivo

 
• Prohibición de andar en bicicleta o motocicletas

 
• Prohibición de usar indumentarias de colores vistosos


• Prohibición de reunirse con motivo de festividades como el Eids (Año Nuevo)
• Prohibición de lavar ropa en los ríos o plazas públicas

 
• Modificación de toda la nomenclatura de calles y plazas que incluyan la palabra “mujer”


• Opacidad obligatoria de todas las ventanas para que las mujeres no puedan ser vistas fuera de sus hogares


• Prohibición a los sastres de tomar medidas a las mujeres y coser ropa femenina

• Prohibición del acceso a baños públicos

• Prohibición de viajar a las mujeres en el mismo autobús que los hombres. Los autobuses se dividen en solo hombres o solo mujeres

• Prohibición de pantalones acampanados aun debajo del burka


• Prohibición de fotografiar a mujeres


• Prohibición de imágenes de mujeres impresas en revistas, libros, escaparates o colgadas en los muros de las casas o tiendas.

En 2023 no hubo noticia en agosto sobre la situación de las mujeres afganas. Se ve que con la amenaza de llegada del meteorito pronosticada por la NASA de todos los veranos ya era más que suficiente para llenar los espacios vacíos de medios y redes sociales. Hasta Amnistía Internacional se permitía una campaña ese año recordándonos que las mujeres tienen derecho a elegir qué prendas quieren vestir, por ejemplo el hiyab o el niqab, pero se le olvidaba informarnos si tienen derecho a elegir qué prendas se quieren quitar. Sobre esta ONG volveré más adelante.

El caso es que este año 2024 el Líder Supremo de los talibanes ha decidido poner negro sobre blanco y en forma de Ley para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio, las anteriores recomendaciones, que de facto eran obligatorias, con la finalidad de salvaguardar la moralidad de los ciudadanos y mujeres afganos. Para los hombres, por ejemplo, el artículo 22 prohíbe o condena el uso de corbata, peinarse o afeitarse o recortar la barba por debajo de la longitud de un puño. Sin embargo para las mujeres la cosa se pone un poco más exigente

Las siguientes normas están ahora en vigor (esta es traducción literal de un cartel mostrado en la televisión afgana):

– Las mujeres deben cubrirse totalmente la cara

– La prenda del hiyab debe ser gruesa y no ajustada

– Las mujeres no deben llevar ropa atractiva, ajustada o que revele la forma de su cuerpo

– Las mujeres no deben llevar ropa que deje al descubierto el cuerpo o el cuello

– Las mujeres no deben mostrar el pelo ni llevar ropa transparente

– No deben llevar ropa corta

– Las mujeres no deben aplicarse perfume ni cosméticos

– Las musulmanas deben evitar imitar los estilos de vestir de las no musulmanas.

Pero más destacable que todas estas prohibiciones referidas al aspecto y comportamiento de las mujeres afganas es la aprobación de una ley que les prohibe hablar ya que considera la voz de las mujeres «íntima», por lo que no debe escucharse en público cantando, recitando o leyendo en voz alta. “El Emirato Islámico de Afganistán destierra así por completo a las mujeres del espacio público, incluyendo la política, noticiarios, películas o cualquier tipo de expresión pública en los medios y en la calle” (El Mundo).

Es decir, que en Afganistan las mujeres ya no son personas.

Mientras tanto, organizaciones vendidas a la hipocresía woke como Amnistía Internacional, denuncian “a su manera” la negación de los derechos humanos a las mujeres afganas diciendo que

“Bajo el régimen talibán, las mujeres y las niñas son discriminadas de muchas maneras, por el «delito» de identificarse como niñas.” Tengo claro que en algún momento el redactor del artículo se planteó el dilema de qué sería más “inclusivo”, si hablar de ser discriminadas por identificarse como niñas o ser discriminadas por ser “personas con vagina”. Porque en este caso apostaría mi vida a que ninguna persona que no tuviera vagina se identificaría como mujer o niña en Afganistan.

Tras la retirada de las tropas estadounidenses, las afganas han perdido todos sus derechos, sanidad, educación, ahora incluso a la palabra. Pero los medios y las redes lo olvidarán en un par de meses y, si nada lo remedia o empeora y los talibanes, no solo deciden el exterminio social de las mujeres, sino también el físico, nadie se acordará de ellas perdidos en batallas electorales y luchas de poder. Lo de siempre.

Qué cierto y vigente es aquello que dijo Simone de Beauvoir hace muchas décadas: “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”- 

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