Por M. Engracia Martín Valdunciel (Abolicionistas Aragón)
Alguien podría pensar, como nos ha transmitido la escuela, que la filosofía es un asunto de hondo calado, lo suficientemente encorsetado como para que un libro que verse sobre pensamiento filosófico no encaje en una lectura veraniega. Desde mi punto de vista, se equivocan quienes así piensan porque el tiempo de ocio es ideal para volcarse en lecturas que permitan volar no sólo la imaginación sino también la reflexión.
Cuando cayó en mis manos La Filosofía contemporánea desde una perspectiva no androcéntrica* —una obra colectiva coordinada por Alicia Puleo y publicada por el Mecd en 1993— me pareció uno de esos libros que a una le hubiera gustado conocer, rumiar, debatir… en la enseñanza secundaria. Incluso en algún momento en la universidad. Pero muchas, creo, no hemos tenido tanta suerte. Ha llovido desde que el texto vio la luz pero no importa porque, salvo el capitalismo, ¿quién puede sostener que lo “viejo”, es, por definición, obsoleto? He vuelto a él y me gustaría compartir con lectoras y lectores su interés, al menos, por tres motivos.
El primero, porque el libro permite reflexionar sobre el sistema de enseñanza en nuestras sociedades. La publicación del documento define, de alguna forma, una época en la que, al menos en teoría, la administración educativa suscribía objetivos igualitarios y se articulaban medidas ad hoc, como elaborar materiales sobre diferentes temas destinados al profesorado. Otra cuestión, por supuesto, sería plantear la obligatoriedad y los medios que se pusieron para llevar a cabo desde los 80 una educación no sexista; que se desarrolló, aunque de forma no sistemática y gracias a la voluntariedad de muchas profesoras. Habría que preguntarse también hasta qué punto se ha utilizado y/o utiliza este sugerente trabajo ( y otros del mismo tenor) en las aulas… Porque ¿cómo es posible que habiendo pasado por diferentes niveles de enseñanza la mayoría de la ciudadanía apenas haya oído mención alguna al concepto androcentrismo y lo que implica? Y es que el asunto no es ninguna fruslería… Hablamos de una usurpación, nada más y nada menos que de la identificación del ser humano masculino con “lo humano”. Esa posición androcéntrica obvia a la mitad de la humanidad cuando no, directamente, la desacredita; y supone un punto de partida que falsea el desarrollo del conocimiento en cualquier rama del saber. Ahí se encuentran las raíces ideológicas de la violencia que se sigue ejerciendo sobre las mujeres; en la cultura y el conocimiento (androcéntricos) subyace la legitimación social de su opresión…Indigna que poco o nada se haya explicado al respecto, que se siga eludiendo tema tan fundamental para investigadores/as, profesorado o para el conjunto social. Resulta especialmente preocupante en un contexto educativo tecnócrata y mercantil en el que propuestas como la que comentamos parecen no tener cabida; más bien, campan a sus anchas prácticas y discursos perversos que borran la posibilidad de plantear horizontes de igualdad entre chicos y chicas… mientras la violencia sobre las mujeres no cesa y se renueva.
Por tanto, es un tema crucial cuyo debate habría que reclamar porque, ante la ausencia de relatos que validen la presencia de la mitad de la humanidad en el conocimiento, ¿qué ha ocurrido? Como explica la historiadora Gerda Lerner, las mujeres han aprendido a pensar sobre ellas mismas como personas que no han hecho contribuciones significativas en la sociedad, porque eso es lo que —erróneamente— cuenta la historia oficial. En realidad, cualquier disciplina … Porque a las mujeres se les ha negado el poder de definir, generar y compartir construcciones mentales que puedan explicar y ordenar el mundo desde su experiencia. Este hecho no es baladí, tiene importantes implicaciones en el presente: la ausencia de las mujeres en la historia, en el conocimiento, en general, refuerza la falta de autoridad femenina en ámbitos intelectuales y supone, también, que su voz no se respete adecuadamente en la esfera pública; por ejemplo, cuando reclama medidas de calado contra la violencia y el terrorismo patriarcal…
En segundo lugar, porque las lectoras/es encontrarán exposiciones claras, lúcidas, planteamientos pedagógicamente expuestos que re-colocan el legado filosófico que nos ha transmitido la educación formal. Las autoras ponen el foco de atención en ideas y textos muy influyentes de las cabezas más brillantes —“grandes pensadores” de los siglos XIX y XX— que sancionaron con sus aportaciones la jerarquía sexual que provenía de credos religiosos, costumbres, mitos…Ya lo apuntaba Celia Amorós: la filosofía da cuenta de diferentes visiones sobre el mundo —progresistas, reaccionarias, emancipadoras, alienantes—… pero siempre son producidas por varones que no han puesto en tela de juicio el orden patriarcal. En suma, las diferentes aportaciones desmontan “la doble verdad” que sustenta el pensamiento filosófico que se construyó a partir de la modernidad, periodo del que somos herederos/as. Por lo demás, la obra, ideada como material educativo para el profesorado de secundaria, ofrece, también, interesantes sugerencias didácticas, bibliografía para ampliar lecturas y un glosario.
Por último —frente al presentismo al que, no por casualidad, nos abocan las fuerzas del capital actual— los análisis que recoge el libro son de interés porque es indispensable para cualquier grupo social que busca la emancipación saber de dónde viene, comprender las raíces ideológicas —tan invisibles y tan poderosas— de su subordinación material, de la posición de inferioridad normalizada que ocupa, como es el caso de las mujeres en las sociedades que conocemos. Ese conocimiento del pasado permite realizar una mejor radiografía del presente y nos hace más fuertes y capaces para enfrentar estrategias a seguir. Pero, sobre todo, la propuesta didáctica debería interpelar a las jóvenes generaciones de enseñantes, al menos las más inquietas, porque textos como el comentado incitan a practicar una necesaria sospecha sobre cómo se edifica y transmite el conocimiento en nuestra sociedad, a ensayar una imprescindible racionalidad crítica y un debate profundo sobre ideas poderosas que han jugado y juegan un papel clave en la organización social.
Efectivamente, la cultura en su conjunto es sesgada porque la mitad de la humanidad no ha podido formar parte de su elaboración hasta época reciente. Esa impactante constatación coloca a las mujeres en una situación ambivalente ante el fraudulento saber-poder patriarcal… Así, junto a la impugnadora propuesta de Carla Lonzi y la Rivolta Femminile, —escupamos sobre Hegel— Celia Amorós propone la crítica a la razón patriarcal ysugiere utilizar la sospecha como método, cuestionar el legado de los “grandes hombres”, desconfiar de los constructores de esencialismos… Este libro invita a ejercitar —y enseña a practicar— el pensamiento crítico y la duda, claves para recuperar una educación no sexista y una praxis más justa entre hombres y mujeres… A mi entender, una sugerente lectura de verano.
* Pueden encontrarse ejemplares en numerosas bibliotecas, tanto públicas como académicas o escolares; También es posible adquirir el texto en librerías de segunda mano. Además, cuenta con una edición en formato electrónico
Como viene siendo frecuente y que así continue, M. Engracia Martín Valdunciel (Abolicionistas Aragón) nos trae hoy una referencia bibliográfica interesante, «La Filosofía contemporánea desde una perspectiva no androcéntrica» que a pesar de los años transcurridos desde su publicación sigue vigente porque el androcentrismo, ya sea en la filosofía como en la historia (ahora recuerdo la crítica que hacía en mis clases de historia de América en la época dorada de la U.) sigue siendo uno de los efectos patriarcales, que desde mi punto de vista se ha resignificado en las últimas décadas por efecto de la ideología quer-trans. Me voy a extender en una pequeña explicación porque, aun sabiendo el motivo por el que en el feminismo estábamos y estamos en lucha ante la autodeterminación del sexo/género y sus efectos, confieso que estoy horrorizada después de leer «La Coeducación Secuestrada» (Silvia Carrasco, Ana Hidalgo, y otras), que muestra la penetración en nuestros centros educativos (escuelas, institutos y universidades) de las teorías transgeneristas. Ahora entiendo el porqué de los altos índices de infancias y juventudes trans: la instalación en dichos centros de unos férreos protocolos inspirados simplemente en unas Guías de las ONGs Trans (Chrysallis parece ser el referente) y al amparo de las Leyes Trans autonómicas. Cuando se aprueba en el 2023 la Ley Trans general, el discurso que vende de los derechos humanos de los transexuales comprado por nuestra izquierda buenista no es cierto (tienen la ley 2008). Se trata en cambio de introducir unos valores neoliberales (por aquello del sentimiento individualista) y transcapitalistas (por el negocio que encierra) que condena a esa infancia y juventud trans a un daño en su salud irreparable. Volviendo al androcentrismo vigente, lamentablemente ahora se extiende ocupando los lugares de las mujeres y borrándonos. Un androcentrismo resignificado por la ideología trans.