Me complace comunicarles que, si bien, por desgracia, hay mucha gente que no puede permitirse unas vacaciones, esa magnífica selección que acabamos de recibir como héroes no se cuenta entre ellos. Los clubes donde juegan los internacionales les han permitido volver más tarde a las concentraciones de sus equipos para que puedan disfrutar de unos días de descanso —y créanme que un hombre entre la veintena y la treintena, sano y en buena forma y, sobre todo, con cuentas bancarias extraordinariamente bien saneadas disfruta de lo lindo cuando tiene tiempo—.
De este modo me ha aliviado mucho saber que la persona que más merece un respiro en este país va a poder tomárselo. Les hablo, por supuesto, de Daniel Carvajal Ramos, el esforzado lateral derecho —¿Qué otra posición le puede ir mejor? Quizás extremo derecha— del Real Madrid y de esa selección admirable y ejemplar en muchos aspectos, pero no tanto como nos han querido vender en algún momento. Piensen en el año de este esforzado defensor de la unidad y la pureza de España: se ha pasado una buena porción de su tiempo compartiendo vestuarios, y quién sabe si habitación, con jugadores de otras razas, con el desagrado que eso parece causarle, levantando su voz cuando algún compañero de profesión decía alguna inconveniencia, por ejemplo que los partidos racistas y xenófobos no son recomendables, haciendo gestos humillantes a sus rivales después de practicar juego sucio contra ellos y, por último, montando un pollo en la recepción que brindó a la selección el presidente electo de su país.
De modo que, viendo las fotos que colgó en redes en otras ocasiones en que tuvo vacaciones, me satisface saber que mientras siguen partiéndose el lomo en la obra muchos trabajadores, bastantes de ellos pertenecientes a esos colectivos que Carvajal ya ligó crípticamente con los delitos y la inseguridad mientras estaba en la Euro, este caballero de exquisito juego probablemente esté con sus dos hijos y su mujer en alguna playa paradisíaca, como aquella de Dubái de la que mostró tantas imágenes.
Un jugador como Carvajal, tan limpio en su juego que, de hecho, fue el único jugador de la selección expulsado en la pasada Eurocopa, merece todos los mimos que podamos darle nosotros o los jeques de Dubái, que sí, son árabes y musulmanes pero, como tienen mucho dinero, no entran en el rango que Carvajal desprecia.
Carvajal ha sufrido todo el año. Consideren que tiene mujer y dos hijos y se ha esforzado para sacarlos adelante. Sí, cierto que hay trabajadores que se han pasado ocho horas cada día moviéndose entre productos nocivos, soportando temperaturas desapacibles y manejando herramientas peligrosas para ese mismo propósito y no han logrado llevar ni la décima parte de dinero que Carvajal a casa, pero cuando este aguerrido deportista perdía una pelota o hacía uno de sus gestos en el terreno de juego, toda la prensa y el público se le echaban encima. En su vivienda de lujo seguro que ha pasado muchas noches sin dormir pensando en ello y vigilando que sus arios retoños no se acerquen a niños como su compañero de profesión y selección Lamine Yamal.
Carvajal ha tenido que dormir con miembros de los colectivos que le asustan. ¿Se imaginan las noches que habrá pasado pensando que estaban cerca de él sus compañeros en el Madrid Rüdiger, Camavinga, Vinicius…? Con los que encima no se puede meter no vaya a ser que su jefe, el magnánimo Florentino Pérez se enfade.
Y por si todo esto fuera poco, a la vuelta de su heroico sacrificio por el bien de España, compartiendo concentración con MENAS y negros —sí, ya sé que Lamine Yamal no es un MENA, pero en la mente de gente como Carvajal entra en la categoría— con los sudores y temblores que eso le causaba, tuvo que encarar al terrible dictador stalinista que él ve en Pedro Sánchez. ¡Pero no se amilanó! Le dio la mano desviando la mirada y ante las risas del propio Pedro Sánchez. Posteriormente en aquella celebración de tan buen gusto, Carvajal se desdijo de otro mantra de la ideología que ha dado repetidas muestras de profesar y brindó a todo el público asistente, muchos de ellos menores, un gratuito espectáculo homoerótico/patriótico apareciendo con el torso descubierto y una bandera atada a su cintura, para mostrarnos la hombría y el buen gusto de los españoles DE VERDAD. Estoy seguro de que en algún momento pensó que acabaría en el Gulag, pero por fortuna, ahora lo más probable es que se encuentre en las localizaciones que les he descrito.
Así que sí, reconforta ver que, después de todos sus esfuerzos, los seguidores de los políticos y pseudoperidistas con los que se junta le hayan considerado un héroe y hayan posteado comentarios en sus redes con la palabra honor y otras proclamas. En su merecido descanso estará probablemente instruyendo sobre ello a sus dos retoños.
Cada vez que veo a unos inmigrantes en una obra en todo el solazo, a camareros sudamericanos que me sirven si tomo un refrigerio o a mis propios compañeros de trabajo pienso en Dani Carvajal y me digo que sí, que por lo menos alguien está recibiendo el premio a su año de trabajo. ¡Disfruta, Dani! Que no sabemos cuánto tiempo te durará lo del fútbol ni si lograrás acabar los estudios de INEF que colgaste. Aunque bueno, siempre pueden crearte un chiringuito en política tus amigos Santi Abascal y Alvise.