Los fraudes en rebajas campan a sus anchas ante la falta de controles

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Rubén Sánchez

“Comercio multado por anunciar descuentos falsos en las rebajas”. Es una noticia que rarísima vez dan los medios de comunicación porque las autoridades autonómicas de protección de los consumidores están a otra cosa cuando realizan sus inspecciones.

Los controles a los establecimientos se producen generalmente cuando ya han comenzado las rebajas, con lo que es imposible detectar si los descuentos son fake.

Los protocolos de inspección de las comunidades autónomas al visitar los comercios contemplan una larga lista de elementos a revisar. Miran hasta si el establecimiento indica su horario de apertura y cierre. También miran si indica las fechas de comienzo y final de las rebajas. Algo que representa una absoluta contradicción, ya que un comercio no puede predecir cuándo van a finalizar sus rebajas porque depende de cómo vayan sus ventas. Y es que, según la ley, en el momento en que menos de la mitad de los productos tengan descuentos, ya no puede colgarse un cartel anunciando rebajas.

La cuestión es que miran muchas cosas, pero dejan sin mirar la más importante: si los descuentos son reales. Si los productos que anuncian como rebajados de verdad se vendieron durante los 30 días anteriores al precio que aparece tachado o en pequeñito.

Controlar esto es tan fácil como realizar una visita a los comercios semanas antes de que comiencen las rebajas y hacer un muestreo de precios. De hecho, en muchos establecimientos, las grandes cadenas, el control puede realizarse online, rastreando sus páginas webs.

Pero pocas autoridades autonómicas hacen esto y aún menos son las que, cuando constatan las irregularidades, hacen públicas sus resoluciones sancionadoras. Ocultando esta información a los consumidores no hacen más que proteger los intereses de las empresas que defraudan. Como también las protegen cuando las cuantías de esas multas resultan ridículas en comparación con el beneficio ilícito que obtienen con sus rebajas engañosas.

Protegiendo al defraudador, las administraciones nos perjudican a los consumidores y perjudican también a los establecimientos que hacen las cosas bien y sufren esa competencia desleal. Al final, muchos de los que lo hacen bien acaban haciéndolo mal porque ven que si no engañan, no pueden competir con los que llevan años haciéndolo.

Recientemente, el Ministerio de Consumo y otras cosas anunció expedientes sancionadores por falsos descuentos a dos grandes comercios cuyos nombres revelará cuando sean firmes. Y también anunció que iba a monitorizar los precios de cara a las rebajas de verano para detectar y multar los fraudes.

Ojalá las multas difieran mucho en su cuantía de esas pantomimas de sanciones que suelen imponer las comunidades autónomas. Y ojalá el Gobierno dote de muchos más medios al ministerio que tiene que dedicarse a la protección de los consumidores. Porque por mucha voluntad política que le pongan sus responsables, un ministerio sin recursos suficientes para controlar el mercado nunca podrá impedir que los abusos sigan creciendo como setas.

Soy Rubén Sánchez y en ocasiones veo fraudes.

Editorial del episodio 46 del pódcast En Ocasiones Veo Fraudes

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