Elecciones europeas 2024: ¿Es posible votar en contra de la austeridad?

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Rafael Carretero Moreno

El pasado 23 de abril en la página web del Parlamento Europeo aparecía la siguiente nota de prensa: Las nuevas reglas fiscales reciben la luz verde del Parlamento.

El espejismo se desvaneció enseguida después de leer la nota de prensa y comprobar que las “nuevas” reglas fiscales no tienen nada de nuevo, son las mismas reglas de reducción de déficit y deuda sin ningún fundamento macroeconómico y que provocan tanto sufrimiento a los ciudadanos, sobre todo, a los del sur de Europa. ¿De qué sirve flexibilizar unas reglas para poder aplicarlas con más tiempo si no resuelven nada y lo empeoran todo?

Fijémonos en el siguiente fragmento literal de la nota de prensa: “Si el déficit supera el 3% del PIB, el país en cuestión tendrá que reducirlo en los periodos con crecimiento para alcanzar 1,5% y acumular capacidad de gasto para utilizarla cuando las condiciones económicas sean menos propicias.”

Solamente en la anterior frase se concentran cuatro de las principales falacias dominantes de la economía ortodoxa actual:

  • El gobierno de un país tiene que afrontar la misma restricción presupuestaria que un hogar.
  • Los déficits fiscales son negativos, los superávits fiscales son positivos.
  • Los superávits fiscales contribuyen al ahorro nacional.
  • El resultado fiscal debe estar equilibrado a lo largo del ciclo económico.

Ante estas metáforas dominantes en economía, recomiendo la lectura del libro de Stephanie Kelton, El mito del déficit, un libro sencillo, ameno y muy útil para romper el marco cognitivo actual con el que el neoliberalismo nos bombardea diariamente.

El primer mito que desmonta el libro es que, como decía Margaret Thatcher, el Estado no dispone de otra fuente de financiación que el dinero de los ciudadanos, que los extrae vía impuestos o pidiéndoles en préstamo de sus ahorros. El dinero, de este modo, «aparecería» durante las transacciones comerciales entre los agentes económicos privados, y el Estado se quedaría una parte cobrando impuestos.

Pero, realmente, ¿de dónde sale el dinero? ¿Podemos crear nosotros los euros? Los podemos ganar, es cierto, pero las empresas, las familias y las corporaciones locales son usuarias de la moneda, no las emisoras, y para poder gastar, primero deben ingresar o pedir en préstamo. En cambio, un Estado con soberanía monetaria elige cuál es la unidad de cuenta, por ejemplo, el dólar, es el emisor en monopolio de la moneda y la crea mediante su banco central. Por lo tanto, nuestra propia experiencia presupuestaria personal no genera conocimientos relevantes cuando analizamos los gastos e ingresos del gobierno.

En segundo lugar, la autora explica que los déficits públicos son iguales, céntimo por céntimo, al superávit del sector privado, es decir, un euro de déficit público es igual a un euro de ahorro de las familias y empresas. No es una teoría, no es una opinión, es la realidad de la contabilidad de stocks y flujos estudiada por W. Godley.

Los tecnócratas de la UE están regulando en contra de las familias y empresas europeas al no tener en cuenta lo que implica la identidad de los balances sectoriales. El principio básico es que el todo es la suma de sus partes se aplica a todos los ámbitos, incluyendo la economía. Lamentablemente, la economía ortodoxa y las clases políticas tienden a olvidar este concepto fundamental. En consecuencia, no tiene sentido desear un superávit público y a la vez que el sector privado ahorre, y también es absurdo esperar que todas las naciones sean exportadoras netas. Es más, siempre que un Gobierno ha logrado un superávit fiscal, inmediatamente después se ha producido una crisis económica.

Respecto a la tercera falacia, los superávits fiscales no proporcionan una mayor capacidad a los gobiernos para satisfacer las necesidades financieras futuras, ni los déficits fiscales erosionan esa capacidad. Las restricciones al gasto público no son financieras, sino que se definen por la accesibilidad a recursos reales que están disponibles para la venta en la moneda que emite el gobierno.

Por último, la política fiscal no sirve para intentar que el déficit público sea inferior al 3%, cifra inventada por un funcionario francés, Guy Abeille en 1981, en menos de una hora y sin ningún fundamento económico. Sino que, debe servir para conseguir objetivos como el pleno empleo y la estabilidad de precios, en consonancia con las finanzas funcionales de Abba Lerner. Una vez se han conseguido estos objetivos, es igual si el déficit es de un 3%, de un 10% o el resultado fiscal es de superávit.

¿Qué consecuencias tienen estas absurdas reglas fiscales para España?

Tomando como referencia el libro El euro, publicado por el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz a finales de 2016, se puede ver que hay muchos factores que contribuyen a las penurias de Europa, pero el error de base es uno solo, la creación de una moneda única, el euro, sin la creación de una serie de instituciones que hagan posible que una región con la diversidad de Europa funcione de manera efectiva con una sola moneda.

El economista analiza el período de la economía europea de 1980 a 2015 y observa tres cosas sorprendentes: primero, no hay ningún incremento del crecimiento en toda la zona euro después de la introducción del euro, segundo, los ingresos se encuentran por debajo de la tendencia que había seguido el PIB antes del euro, y finalmente, la diferencia sigue aumentando y lo seguirá haciendo mientras la eurozona continúe manteniendo sus políticas actuales.

En todas las variables como, por ejemplo: PIB, PIB per cápita, productividad, desempleo, desigualdad, etcétera… el rendimiento de la eurozona (19 países de la UE que adoptaron el euro) ha sido peor que en los países que no forman parte (9 países del UE que no adoptaron el euro) y mucho peor que EEUU.

Si nos fijamos en datos recientes, los datos siguen empeorando inexorablemente. En el primer trimestre de 2024, España tiene una tasa de paro oficial U3 de un 12,3%, la tasa de desempleo más alta de la UE y también de la OCDE. Pero si tenemos en cuenta la tasa de paro U6 que sería la tasa de paro real, asciende a un 20,1%. Según este enfoque, se contabilizan también como desempleados además de las personas que no trabajan y han hecho búsqueda activa las últimas 4 semanas (U3), a las personas desanimadas, no trabajan, están disponibles y no lo buscan porque creen que no lo van a encontrar (U4), a las personas que no buscan empleo, están disponibles y desean trabajar(U5) y finalmente a los trabajadores a jornada parcial que desearían trabajar a jornada completa. El 45% de las personas empleadas a jornada parcial en el primer trimestre de 2024 (1.323.600 personas) lo hacen de forma involuntaria, trabajando a tiempo parcial por no haber encontrado un empleo a jornada completa.

Fuente: https://twitter.com/ffelgueroso/status/1783841574008545296?t=lY_iZLcWyGWTuPneLm63dw&s=19

Así mismo, la tasa de desempleo juvenil española es de un intolerable 28%, el doble que la media de la UE. En el año 2020 alcanzó más de un 40%. Sin trabajo, ni acceso a la vivienda, debido al enorme aumento de precios que supuso la libertad de movimientos de capitales asociada a la introducción del euro, los jóvenes no pueden realizar un proyecto de familia, en consecuencia, España tiene la segunda tasa de natalidad más baja de Europa.

Además, España es el cuarto país de la Unión Europea con más personas en situación de pobreza o exclusión social, el gasto en I+D en España es de un 1,43% del PIB, casi la mitad que la media europea con un 2,28%, etcétera. Hay que hacer notar, que todas estas estadísticas son propias de un estado fallido.

Los partidarios del euro no pueden negar estas estadísticas, pero hay quien dice que, si no fuera por el euro, aun sería peor. Stiglitz explica que eso se llama planteamientos contrafactuales y dice que las evidencias empíricas están a favor de los críticos del euro. Estos malos datos son consecuencia de la integración europea y están explicados simplemente en base a fundamentos macroeconómicos.

España al entrar en el euro perdió la posibilidad de modificar la tasa de interés, la tasa de cambio y también renunció al control de la política fiscal, eso hace que no pueda maniobrar para resistir las crisis, reindustrializarse, ni conseguir reducir la tasa de desempleo. Si a ello añadimos que la UE tiene una ideología neoliberal y que los artífices de la moneda única aborrecen las medidas solidarias como la integración fiscal europea, todo esto ocasiona que, el euro, lejos de propiciar la convergencia de los países europeos, amplía las brechas económicas y con ello aumenta la divergencia entre los países europeos y entre las clases dentro de cada país. Ello explica una mayor aparición de fuerzas de extrema derecha, xenófobas y nacionalistas dentro de la UE, que fuera de ella. (Taking control. Sovereignty and Democracy after Brexit)

De la misma forma, los ciudadanos no relacionan su sufrimiento con la UE y el euro, prevalece en su pensamiento lo que Lukács llamaba “pensamiento de vida diaria”, basado en experiencias inmediatas, particulares y fragmentarias, y no en la construcción de una visión orgánica y general de clase basada en la comprensión científica de las causas de los acontecimientos sociales.

Por otro lado, la integración monetaria facilita a las empresas la puesta en práctica de lo que Marx llamaba factores antagonistas de la caída del margen de beneficio (reducción de salario, concentración de las empresas, etcétera). Dentro de la estructura del euro, las grandes beneficiadas son las multinacionales en detrimento de los trabajadores y los pequeños y medianos negocios, que son severamente perjudicados. Debe señalarse que España es el país de la UE con más porcentaje de PYMES.

No es de extrañar entonces, que en España las posiciones a favor de una salida del euro no tengan ningún eco en los medios controlados por las élites económicas “nacionales”, y en cambio la UE sea el mayor proyecto propagandístico de la historia.

Un buen ejemplo de ello, es el libro de Rodríguez Zapatero publicado en 2013 donde exculpa a los que concibieron y aprobaron el Tratado de Maastricht: “…a pesar de los “defectos de fabricación” de la moneda común, el euro es un proyecto que sin duda merece la pena. El euro es Europa y Europa es más importante que cualquier crisis económica, por dura que sea ésta.” No estoy de acuerdo con la visión del Sr. Zapatero, creo que Europa no es el euro y que los europeos no merecen ser sacrificados en el altar del euro, ya que son más importantes que una moneda común creada al servicio de las élites oligárquicas europeas. El enfoque económico del expresidente, es la típica visión reaccionaria de la economía donde las personas y la naturaleza están al servicio de la economía, y no al revés.

Así pues, en las próximas elecciones europeas nadie podrá votar en contra de la austeridad, ya que la austeridad es inherente a la UE y está incrustada en sus tratados que son irreformables.

Recapitulando:

“El pensamiento gregario del euro es tan fuerte que los progresistas diseñan toda clase de soluciones a la crisis que preserven el euro cuando de hecho el problema es el euro.”

La distopía del euro, Bill Mitchell

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