Los Engreídos de Sahra Wagenknecht

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“[Un] programa de futuro que toma en consideración que los valores orientados hacia la comunidad siguen formando parte del sentido de identidad de la mayoría de las personas. Se trata de un programa que se basa en el respeto y la estima de estos valores y que, sobre esta base, propone cambios sociales que puedan satisfacer las exigencias de una economía innovadora y de una auténtica meritocracia. La implementación de este programa mejoraría las condiciones de vida de la gran mayoría, no sólo de los obreros, de los trabajadores del sector servicios y de la clase media clásica. También mejoraría las condiciones de vida de los cada vez más universitarios mal pagados e incluso de parte de la clase media universitaria”.

Esta cita pertenece al libro de Sahra Wagenknecht Los Engreídos, que acaba de ser publicado en español por la editorial Lola Books con un excelente prólogo de Javier Couso. En la cita se resume el objetivo principal de la obra: la elaboración de un programa político y económico cuyo máximo interés sea la mejora de las condiciones de vida de los asalariados.

Sarah Wagenknecht parte de preguntas claras y concisas. En un mundo extraordinariamente desarrollado, ¿por qué los trabajadores actuales viven peor que sus padres? ¿por qué las diferencias entre ricos y pobres aumentan en vez de disminuir? ¿por qué el abandono de la pobreza mediante el trabajo y el esfuerzo ha pasado de ser una garantía a ser una entelequia?

En el transcurso del libro la autora va desgranando y respondiendo a estas cuestiones. Wagenknecht identifica varios responsables. En primer término nos encontramos con las políticas identitarias, que se han convertido en un caballo de Troya del capitalismo para destruir el movimiento obrero desde dentro. Mediante ellas, las oligarquías económicas y financieras han ido minando la cohesión dentro de la izquierda. Dicha cohesión se sustentaba en las clases sociales. La pertenencia a la clase social que vive gracias a la venta de su fuerza de trabajo por un salario era un nexo que unía a los trabajadores. Ese nexo estaba por encima de cuestiones que afortunadamente iban perdiendo su importancia, como por ejemplo las diferentes formas de vida, las preferencias sexuales, el lugar de nacimiento, el sexo, etc. Las políticas identitarias y de género dinamitaron esta unión. Fueron el disolvente que diluyó el nexo de unión ejercido por la clase social. En su lugar se introdujo la desunión, aquello que en lugar de acercarnos nos separa y así nació lo que Wagenknecht tilda de “izquierda como estilo de vida”.

Por otro lado nos encontramos con el “liberalismo de izquierdas”, la identificación de los valores de la clase trabajadora tradicional con una visión del mundo conservadora, trasnochada, superada e incluso de extrema derecha. Wagenknecht identifica la aparición de este fenómeno con la interacción que se produjo entre los trabajadores que gracias a las políticas de bienestar de la izquierda lograron ingresar en la clase media durante las décadas de 1970 y 1980 y las oligarquías económicas. El poder económico necesitaba a la clase media emergente. Por consiguiente, la oligarquía no sólo empleó las capacidades productivas de la nueva clase media para establecer los cimientos de la sociedad de consumo actual, también la hizo partícipe de sus valores. La nueva clase media quedó fascinada con las mieles del cosmopolitismo y de la multiculturalidad. Conceptos como Estado-nación, patria, solidaridad o mérito (conceptos que precisamente posibilitaron el ingreso de millones de trabajadores provenientes de la pobreza en las filas de la clase media) fueron rechazados. Y en la cúspide de este proceso se colocó la Unión Europea.

La alternativa de Wagenknecht, a la que llama su “contraprograma en favor del civismo y de la cohesión social”, revierte la atención hacia las clases sociales. Para ello propone que la ciudadanía recupere el control democrático:

Take back control. […] A día de hoy, esa recuperación del control pasa por los Estados-nación, y así seguirá siendo en el largo plazo. Take back control no excluye una buena cooperación internacional ni una estrecha colaboración europea. Pero sí significa respetar la soberanía democrática de los Estados y un poder de decisión democrático allí donde las decisiones democráticas sean posibles. La consecuencia no sería la disolución de la Unión Europea, sino su transformación en una confederación de democracias soberanas. En una UE de este tipo, los gobiernos elegidos negociarían soluciones conjuntas y en los distintos países sólo se aplicaría lo que realmente decidan los parlamentos de esos países”.

En mi opinión, dos de las múltiples propuestas de Wagenknecht serían perfectamente idóneas para España. La primera es la de transformar al Senado en “una segunda cámara con derecho a debatir y vetar que esté formada por ciudadanos de a pie elegidos mediante un procedimiento de sorteo. […] Esta cámara alta democrática debería, en la medida de lo posible, decidir por sí misma cuáles de las leyes del proceso parlamentario normal deben sometérsele a consulta. Además, debería tener un derecho vinculante de veto y la oportunidad de presentar propuestas de enmienda e iniciativas propias, que luego deben votarse en el parlamento y, en el caso de cuestiones importantes, someterse a referéndum entre la ciudadanía.”

De esta manera, Wagenknecht propone recuperar la democracia directa, una idea que hunde sus raíces en las polis griegas y en la Florencia y Venecia medievales y que fue defendida por figuras como Aristóteles o Rousseau. En nuestra época, la autora recoge ejemplos exitosos de este tipo de iniciativas como en el caso de la Citizen’s Assembly de la República de Irlanda o la cooperación entre ciudadanos que se establece en los jurados populares de Estados Unidos. Creo que en el caso de España, donde contamos con un Senado ineficiente y redundante que apenas sirve de complemento al Congreso de los Diputados y a los Parlamentos Regionales, esta medida revitalizaría la salud democrática del país. Con objeto de asegurar el equilibrio territorial entre los miembros de este nuevo Senado se podrían introducir mecanismos de corrección en el sorteo para elegir a los senadores de manera que, si se desea, cada comunidad autónoma esté representada de manera proporcional a su número de habitantes. Esto acercaría la política a la ciudadanía española y haría aumentar la vinculación de la sociedad civil con las instituciones democráticas.

La segunda idea de Wagenknecht que considero que sería de gran utilidad en España es su propuesta de crear un nuevo tipo de sociedad mercantil: la empresa de propiedad meritoria. La autora se rebela contra la legislación actual que permite la existencia de sociedades anónimas y sociedades limitadas. Este tipo de sociedades limitan o eximen a sus accionistas de su responsabilidad ante las pérdidas económicas de las empresas, pero permite el acceso ilimitado a los beneficios, de tal manera que si una empresa se declara en bancarrota los beneficios extraídos en el pasado por parte de los accionistas no se contabilizan en el caudal de la quiebra. Esto da lugar al crecimiento desmesurado de los mercados financieros y propicia actividades especulativas que nada tienen que ver con la economía productiva. Así, accionistas anónimos totalmente ajenos a las actividades productivas de las empresas pueden desvalijar compañías en las que se ha desarrollado el trabajo de asalariados cuyo destino después del saqueo es el desempleo.

Wagenknecht pretende acabar con este tipo de sociedades mercantiles. En su lugar propone la creación de empresas en las que la responsabilidad de los accionistas quede vinculada tanto a los beneficios como a las pérdidas económicas en su totalidad:

“Una propiedad económica que funcionara con esas reglas debería llamarse propiedad meritoria. Una empresa en propiedad meritoria no tendría ningún propietario externo, sino meros inversores con diferentes niveles de riesgo ante las posibles pérdidas, los cuales se corresponden con una obtención de intereses más alta o más baja. Una vez que se ha pagado un depósito, incluidos los intereses, deja de haber derecho a reclamaciones. El capital le pertenece a la empresa y la empresa pertenece a sí misma. […] La propiedad meritoria garantizaría que sean principalmente quienes prestan un servicio en la empresa quienes se beneficien del éxito del desarrollo corporativo, mientras que los proveedores de capital son compensados tras el reembolso de una determinada cantidad, de forma similar a las entidades crediticias actuales. La dirección y los empleados ya no tendrían que temer a los buitres que podrían apoderarse de ellos y destriparlos”.

Considero que en un país como España, asolado por la especulación y el sector FIRE (Finance, Insurance and Real Estate) es decir, las finanzas, las aseguradores y las inmobiliarias, la introducción de la propiedad meritoria de las empresas supondría un gran avance. El tejido productivo se revitalizaría, la calidad de los puestos de trabajo aumentaría y se crearía más empleo.

Estas son sólo dos propuestas. En el libro se recogen muchas más. Animo a todos los lectores, independientemente de su orientación ideológica, a que se acerquen a Los Engreídos. Es un libro importante de una autora importante. No le defraudará.

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