Mirar un cuadro: la Virgen María azotando al niño Jesús

El hombre que no puede visualizar un caballo al galope sobre un tomate es un idiota.

Breton

Siempre me sentí enormemente atraído por el surrealismo, por su ruptura frontal con las convenciones que sustentan la civilización occidental, casi todas ellas tan falsas como las sombras chinescas y que son reflejos de un mundo que se hunde en el fango sin ser consciente de ello.

El cuadro que hoy les presento, simboliza como ninguno ese desprecio de las convenciones y creencias, de los dogmas políticos, religiosos y económicos que tanto nos oprimen desde antiguo. El surrealismo es un movimiento artístico de liberación que rompe con el yugo aquiescente de las masas, para anularlo, para destruirlo de ser posible.

A Max Ernst se le podría considerar un surrealista de vocación militante, en sus obras quiso representar el mundo de lo onírico. Si en algún momento se pudiera haber sentido sin ideas ante el lienzo, éste lo solucionaba de manera expeditiva, extrayendo del inconsciente la materia de los sueños para luego plasmarla en el óleo.

Ernst llegó a convertirse en un artista del todo impredecible y, como buen surrealista, huyó en todo momento de lo que él llamaba «la ceguera de la razon», un tamiz por el que han de pasar todas nuestras circunstancias vitales, desposeyéndolas para siempre su profundo y verdadero sentido.

Pero, volvamos al cuadro que les quería revelar en el día de hoy, si se fijan, en la parte izquierda aparece una pequeña ventana en la que aparecen tres personajes que observan la escena, pues no son otros que André Bretón, Paul Éluard, poeta surrealista y el propio Max Ernst. Este cuadro es toda una provocación surrealista como extraída directamente de algún relato apócrifo, ya que representa a la Virgen María en actitud sancionadora, azotando bruscamente al niño Jesús, de tal manera, que éste, incluso, ha llegado a perder el halo de santidad que rueda por los suelos.

Romper con los dogmas de todo signo es lo más revolucionario que se conoce, atreverse a poner en duda todo aquello que esclerotiza la vida y las relaciones entre iguales es, igualmente, un atrevimiento desaforado y un furibundo grito de libertad. El moviento surrealista, en todas sus vertientes, rompió con el corsé represivo del consciente.

En mi opinión, a Max Ernst se le podría incluir dentro de los surrealistas veristas, aquellos que favorecían una lectura freudiana del subconsciente. Creían que la imagen era el lenguaje del subconsciente, y creaban obras más formales basadas en sus propios sueños y alucinaciones.

Los surrealistas pensaban que, en definitiva, la vida era una alucinación, un discurrir por una realidad inacabada y putrefacta y que, por eso mismo, había que dinamitar sus bases y fundamentos.

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