#AcosoALasFeministas

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Durante las concentraciones del 26J, como sabréis, en algunas ciudades fue necesario hacer frente a contramanifestaciones queer, que llegaron incluso a ejercer la violencia. De allí, y de otra serie de episodios violentos y amenazas continuas, tanto en redes como de forma presencial, salió el hashtag #AcosoALasFeministas –como iniciativa de denuncia de una mujer que no pertenece a ninguna organización, conocida en las redes como @Relegados–, que llegó a ser TT durante más de 24 horas en España, como anteriormente llegó a ser TT mundial durante 8 horas #26JFeminista.

Pero no es de este acoso del que quería hablar en esta ocasión. Pues al tradicional acoso de la ultraderecha y al ya habitual de los transgeneristas y sus aliades, la semana pasada hemos asistido, perplejas, a las declaraciones de la delegada del Gobierno para la Violencia de Género, Victoria Rosell, a quien no gustó que las feministas le recriminásemos que dijese que “los derechos de las personas trans han enfrentado al feminismo más clásico frente a sus privilegios”, acusándonos desde su cuenta de Twitter de “acoso”, por emplear el hashtag #AsesinadaOtraPrivilegiada, originado como respuesta a las declaraciones de Rosell y tras el asesinato machista de María Ángeles Guerrero, la víctima mortal número 25.

Pues bien, a la delegada del Gobierno para la Violencia de Género no le bastó con atreverse a llamar “privilegiadas” a mujeres, da igual de qué mujeres hablemos, ya que ninguna somos privilegiadas, y subió un escalón más al exponer –y, por tanto, acosar– en las redes a la compañera y maestra Amelia Valcárcel.

Desgraciadamente no es la primera vez que cargos públicos de Unidas Podemos arremeten en redes contra aquellos ciudadanos que, con todo el derecho que otorga la democracia, osan criticar sus actuaciones –empezando por aquello de “los españoles no saben votar”–. En fin.

Tras ese desafortunado tuit, las respuestas feministas no se hicieron esperar, y tampoco tardaron mucho en salir en troupe a defender a la delegada otras representantes de instituciones pertenecientes al partido morado y sus órbitas, tanto gubernamentales como autonómicas, que se autodenominan “feministas”, a pesar de que han olvidado representar a las mujeres en favor del transgenerismo y se dedican al poco sororo asunto de exponer e insultar a otras mujeres, a verdaderas feministas.

Y sí, las voy a nombrar, porque de antemano digo que las mujeres de las que voy a hablar tienen cargos públicos, y como tales, considero mi deber denunciar el mal uso que hacen del poder que les han otorgado las urnas. Porque exigir a nuestras políticas que respeten las leyes de Igualdad también es democracia, aunque algunas de ellas lo olviden con frecuencia. Exigir que respeten a las ciudadanas también es democracia, aunque esto lo olviden con más frecuencia aún.

Así, al ataque frontal se unió Mónica Oltra –que no es la primera vez que antepone la defensa de “hombres” frente a los intereses de mujeres–, llegando a acusar de “corruptas” a mujeres referentes del feminismo español, y emplazando a Amelia Valcárcel a que se retire, no sin acusarla (a Amelia y con ella a todo el movimiento feminista abolicionista) de “alimentar a Vox”.

También lo hicieron Toni Morrillas, directora del Instituto de la(s) Mujer(es); Rosa Bosaho directora general de Igualdad; Violeta Assiego Cruz, directora general de Derechos de la Infancia; María Eugenia Palop, eurodiputada de Podemos que no es la primera vez que antepone los derechos trans a los de las mujeres –tal y como lleva haciendo el Ministerio de Igualdad desde que inició su andadura, con el visto bueno, por supuesto, del Gobierno socialista, que ha decidido cuidar sus sillones aunque eso signifique abandonar a su suerte alas mujeres y la infancia–; Feministas de IU, obviando, como es habitual, a las mujeres del partido que firmaron en contra de la aprobación de la Ley Trans; y la asesora del Ministerio de Igualdad Ángela Rodríguez Pam, de quien, como dirían en mi tierra, ¿cuándo no es Pascua en domingo?, pues acostumbra a ser el perejil de todas las salsas, ya que, además de iniciar la recogida de firmas de forma “anónima” –aunque olvidó borrar su mail del formulario de Google– de supuestas asociaciones “feministas” a favor de la conocida como Ley Trans, y que Confluencia Movimiento Feminista demostró tras investigar una a una dichas firmas que se trataba en realidad de firmas de asociaciones transgeneristas (la obsesión podemita), también se dedica a hablar de “privilegios” de algunas mujeres feministas.

Pero, para que no faltase nadie a la fiesta de acoso feminista, Juan Carlos Monedero no pudo evitar mostrar una vez más su misoginia, y a propósito de la matria “cuidadora” de la Ministra del Trabajo y vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz —¡Otra que tal baila! ¿Cuidadora?—, llegó a asegurar –además del horror etimológico de decir que patria viene de patrimonio, y no de padre— que “dicen los paleantropólogos que hay una memoria biológica en las mujeres más dirigida a la cooperación, al diálogo, al encuentro, que se activa si las condiciones sociales son propicias”. ¿Qué paleoantropólogos, Juan Carlos? ¿Los mismos que consulta Vox para hablar de cerebros rosa y azules?

En fin, saquen ustedes sus propias conclusiones, desde luego las feministas ya hemos sacado las nuestras. Aunque no puedo dejar de preguntarme cómo es posible que mujeres formadas en feminismo sean capaces de defender que los hombres puedan ocupar nuestros espacios con su simple voluntad sin siquiera enrojecerse, y no me gusta nada la conclusión a la que llego.

Permitidme ahora una pequeña digresión para finalizar. Ayer fui a ver Miss Marx, y al margen de comentar mi opinión sobre la calidad del film, aunque debo decir que me gustó especialmente la banda sonora, me trajo a la memoria algo que ya sabía: hasta los hombres que dedicaron su vida a cambiar el mundo, a luchar por los derechos de los trabajadores –léase Marx y Engels–, olvidaron dejar de oprimir a las mujeres. Olvido que se mantiene dos siglos después, y que los hombres de izquierdas deberíais empezar a reconsiderar seriamente. Fundamentalmente, amigos, porque la sociedad –de la que somos algo más que la mitad– es asunto de todas y todos, y debemos actuar juntos antes de que se convierta irreversiblemente en cosa de todes.

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