Feminismo y transfobia II. Algunas aclaraciones

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Recientemente he publicado el artículo Feminismo y transfobia, una polémica falsa e interesada. La interacción que posibilitan las Redes Sociales me ha permitido conocer la acogida del mismo y recibir algunas apreciaciones críticas al respecto. Si bien la mayoría de compañeras feministas están de acuerdo con buena parte del contenido, muchas han detectado una contradicción en mi planteamiento. Esa contradicción se encuentra en que, al mismo tiempo que hablo del sexo como dato biológico y empírico, material y de carácter inmutable, defiendo el derecho de las personas adultas a cambiar de sexo mediante hormonación y operación quirúrgica cuando no hacerlo les provoque un malestar emocional que catalogaba como “injusto” e innecesario.

Apuntaban con razón que hablar de “cambio de sexo” cuando previamente ha sido definido como dato biológico empírico inmutable hace imposible llevar la vindicación feminista de derechos y emancipación por sexo hasta sus últimas consecuencias, lo que es absolutamente cierto y yo comparto.

El artículo que he escrito, y que está enlazado al principio de este, tenía un objetivo concreto: dirigirse a las personas que no conocen en profundidad el debate sobre el género como identidad (debate en el que yo no soy ninguna experta). Subrayaba que muchas personas de buena voluntad han podido ver en los argumentos queer un halo progresista deliberadamente fingido por sus defensores que les haya hecho situarse de su parte. Por eso, decidí estratégicamente abordar el asunto de modo superficial e introductorio eludiendo los aspectos más problemáticos a cambio de ofrecer una lectura amable y unos argumentos iniciales que no son otros que la reproducción de los que algunas amigas y compañeras feministas me brindaron a mí hace pocos años cuando estaba tomando postura al respecto. Recuerdo mis resistencias cuando me decían de forma tajante que no se puede cambiar de sexo y cómo me parecía contradictoria aquella postura con el resto de las que defendían. Luego comprendí que no había contradicción alguna, sino lucidez en el planteamiento. Sé el tiempo que  lleva superar esa barrera y sé que si hubieran comenzado a explicarme esta cuestión elidiendo esa contundente negativa, siguiendo sus premisas, hubiera llegado a la misma conclusión y evitando una resistencia emocional e irracional absurda.

Por aquello de que “somos todos bastante pareciditos”, al escribir el artículo anterior supuse que quien se encontrara de nuevas con el tema, avanzaría por sí mismo, y por pura lógica, por las mismas premisas hasta llegar a la misma conclusión: si el sexo es un dato empírico determinado por la biología, entonces es inmutable y entonces no se puede cambiar por modificación quirúrgica.

En consecuencia, lo problemático del artículo anterior es este párrafo: “defiendo que toda persona mayor de edad en pleno uso de sus facultades mentales debe tener derecho a cambiar de sexo cuando manifieste una convicción firme, informada, razonada e inequívoca al respecto; siempre que, cuando no hacerlo, le produzca un sufrimiento emocional que ni puede ni debe soportar ni es justo que lo haga.”

Desdecirme de él, aunque sea de modo parcial, exige una aclaración, y es la que intentaré sustentar aquí:

Primero. Defiendo que toda persona mayor de edad en pleno uso de sus facultades mentales debe tener derecho a someterse a un proceso de hormonación y a una modificación físico-genital quirúrgica cuando manifieste una convicción firme, informada, razonada e inequívoca al respecto; siempre que, cuando no hacerlo, le produzca un sufrimiento emocional que ni puede ni debe soportar ni es justo que lo haga.

Segundo. Aclaro que el matiz parece mínimo pero suficiente para no vulnerar la necesidad de las personas cuya existencia sin modificar sus genitales y someterse a un cambio físico o estético significativo resulta difícil, pero sin negar la evidencia biológica del carácter inmutable del sexo.

Tercero. La justificación racional a considerar inmutable el sexo es que 1) éste se define por los caracteres primarios y secundarios de un individuo y estos no pueden modificarse nunca de forma absoluta. Baso esta afirmación en cuanto que los órganos sexuales de un individuo van más allá del pene y los testículos o la vagina y la vulva. 2) Por otra parte, cualquier individuo transexual que cesara de suministrarse las hormonas que su cuerpo no produce naturalmente recuperaría buna parte de las funciones y características de su sexo. 3) Además, recientes estudios han detectado que las células de un organismo son diferentes en función de si ese individuo pertenece al sexo masculino o al sexo femenino. La diferencia es tan significativa que influyen en nuestra reacción ante determinados tratamientos y enfermedades. 4) Por otra parte, la estructura ósea del cuerpo humano también está diferenciada según nuestro sexo, lo que sirve para investigar las sociedades prehistóricas y determinar el sexo del individuo concreto hallado. Gracias a ello, se ha podido saber que, por ejemplo, las mujeres prehistóricas cazaban grandes animales, lo que contradice la hipótesis de que se dedicaran siempre a labores de recolección y cuidado.

Cuarto. Defender el derecho de un individuo a una modificación quirúrgica y médica de sus caracteres sexuales es compatible con asumir evidencias científicas como la que acabamos de señalar. Como también es coherente hacer un análisis crítico: buscar el por qué. Mi pregunta, profundamente honesta y respetuosa es: Si no existiera el género, esto es, el conjunto de  normas, estereotipos, prohibiciones y prescripciones que el patriarcado, en tanto que sistema de dominación que impone una radical jerarquía sexual que subyuga a las mujeres en tanto que hembras de la especie humana, dicta para cada sexo, ¿sería necesario un proceso transexual como el descrito?  Esta pregunta surge tras estudiar los testimonios de personas transexuales explicando su proceso. La mayoría refieren que lo iniciaron al sentir que no encajaban con los estereotipos y roles de género impuestos a su sexo.  Pero, si no existieran estos estereotipos y roles, ¿sería oportuna y necesario un proceso de tránsito tan duro como el que suelen experimentar? ¿No resultaría más oportuno, tal y como se destaca en la carta dirigida al Ministerio de igualdad en oposición a esta ley la defensa de que todo individuo, independientemente de su sexo tenga “libertad de sentimiento, de expresión, de elección sexual, estética o de comportamiento, y por la garantía del derecho a la no discriminación a causa de ello.” ¿No es esta una concepción más respetuosa y profunda tanto de la humanidad como colectivo como de cada individuo en particular?

Quinto. Respecto a los menores sostenía que me oponía a que pudiesen acceder a bloqueadores hormonales y/o modificaciones quirúrgicas en cuanto que consideraba que no tenían madurez suficiente para iniciar un proceso tan complejo y exigente a nivel físico, mental y emocional. Amplío que cada vez son más los casos de menores que muy poco tiempo después revierten el proceso, habiendo tenido que asumir secuelas innecesarias. Banalizarlo o silenciarlo no es honesto. Por lo que insisto en ello.

Sexto. Mantengo la diferencia entre transgénero y transexualidad y mi simpatía por planteamientos como el de  Lucía Siading Bisbal. Hacer hincapié en esta diferencia no pretende ser un obstáculo para la asunción del resto de matices y críticas constructivas que he recibido y para reiterar lo señalado respecto a pensar la respetable necesidad de “transición” como consecuencia del sistema de género, esto es, del patriarcado.

Séptimo. Obliterar o suavizar algunos aspectos de mi posicionamiento en el primer artículo no ha sido un acto de cinismo, ni de deshonestidad ni de mala voluntad. Fue una opción estratégica en el sentido más limpio del término: una intención sincera de hacer buena pedagogía (o de la mejor de la que soy capaz). Dosificar o simplificar los aspectos de una cuestión suele servir para mejorar la exposición de una cuestión compleja, mucho más cuando es constantemente manipulada. Mi intención era aportar un pequeño grano de arena exponiendo la cuestión tal y como me la explicaron a mí, y del modo que me resultó más lúcido, pero reconozco mis limitaciones intelectuales ante un tema enormemente abstruso, como también el difícil equilibrio entre primar el entendimiento y la discusión sosegada y pausada y el deber de mantener firmeza y solidez, en principios y argumentos aun cuando hacerlo exige cierto esfuerzo e incluso desgaste.

Octavo. Mantengo con absoluta firmeza que, condeno firme y rotundamente cualquier agresión física o verbal, cualquier acto denigrante, cualquier tipo de acoso o discriminación a las personas transexuales por el hecho de serlo. Lo condeno al igual que TODAS las feministas, que son mis compañeras y a las que debo todo lo que he aprendido.

Espero que esta segunda parte revise, complete y rectifique los errores de la primera. Aun así sé que tiene carencias a cuyos matices últimos no soy capaz de dar respuesta completa, por lo que seguiré asumiendo los errores presentes en esta versión.

1 COMENTARIO

  1. Tengo dudas respecto al siguiente punto: «La mayoría refieren que lo iniciaron al sentir que no encajaban con los estereotipos y roles de género impuestos a su sexo. Pero, si no existieran estos estereotipos y roles, ¿sería oportuno y necesario un proceso de tránsito tan duro como el que suelen experimentar?»

    Pregunta inocente: ¿De verdad os parece que es única causa son los roles y estereotipos de género?

    Esas personas también refieren un visceral rechazo hacia su cuerpo, es decir, por sus pechos, menstruación, etc en el caso de las mujeres y de su pene, vello, etc en caso de los hombres. En los entornos en que los tratamientos quirúrgicos y hormonales no son accesibles, se llegan a provocar auténticas averías en sus cuerpos.

    Repito: ¿Solo por los roles de género? ¿Esa os parece una hipótesis válida desde el feminismo?

    Lo cual me lleva al siguiente aspecto, mencionado en el anterior artículo: la «despatologización», que Pollán dice apoyar. Lo que la filósofa feminista plantea arriba parece algo incompatible, o al menos problemático, respecto a la histórica demanda de «DESPATOLOGIZACIÓN» que, repito, Pollán dice que apoya en el anterior artículo.

    No sé si se tratará de otra «estrategia con fines didácticos» más de la autora, pero yo diría que sugiere que la condición transexual es algo a evitar, es decir, que se debería tratar con terapia y redirigir en cuanto aparezcan las primeras señales. Y, si no hay remedio, iniciar la transición y tratar a la persona respetuosamente según el sexo con el que se identifica, aunque sepamos que no es cierto.

    Lo anterior sería lo opuesto a promover la despatologización, al menos en la misma medida que hemos asumido completamente la despatologización de la homosexualidad, el reconocimiento legal pleno de las parejas homosexuales y la condena sin paliativos de las llamadas terapias de conversión.

    Hay un tercer punto que quisiera señalar, muy delicado y creo que debería disculparme de antemano: se suele afirmar que los altísimos porcentajes de suicidio se deben al rechazo social y la discriminación. También se dice que la causa es precísamente no haber «transicionado», lo cual es un argumento usado para convencer a los padres de niños que presentan disforia sexual. ¿Qué hay de cierto en ambos supuestos? Como bien dice Pollán, en realidad, cambiar de sexo es imposible, al menos mientras la ciencia médica no pueda fabricar y transplantar genitales totalmente funcionales, y ni aún así. Es inimaginable la frustración que debe de provocar vivir con ese anhelo y nunca alcanzarlo.

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