El orden de las cosas

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Me cuenta un compañero que, en su instituto, unos padres amenazaron con denunciar al director y a la responsable de Coeducación por pretender proyectar a sus hijos El orden de las Cosas en horario de tutoría. La idea era hacerlo para todos los niveles el 25 de noviembre, con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Pero al final, la autocensura venció y solo se propuso para 4º de ESO y Bachillerato. Y esto es una humillación que ya no es un caso aislado, sino todo un símbolo de estos tiempos que nos toca vivir.

LLevamos años, aunque está claro que no los suficientes, poniendo en las aulas ese y otros muchos cortos, documentales y películas contra la violencia machista. Y aunque alguna resistencia siempre ha habido, con ese y con otros temas, nada es comparable a la ofensiva reaccionaria a la que estamos asistiendo últimamente. Una ofensiva que es, además, no lo olvidemos, contra la escuela pública en particular: la privada, concertada o no, siempre clientelar, no tiene estos “problemas”, claro…

El corto en cuestión esboza una sencilla alegoría sobre cómo pasa la vida ante los ojos de una mujer maltratada, y sobre cuánto puede llegar a pesar la herencia familiar y social del patriarcado. Por más que lo intento, aquí podéis verlo, no logro entender qué es lo que pudo ofenderles tanto de la historia, si es que acaso la vieron; y sobre todo, de qué narices se quiere proteger a los niños y niñas de 1º, 2º y 3º de ESO en particular.

Cosas así no habrían pasado anteayer: pasan ahora, y empiezan a pasar ya demasiado, porque hete aquí que los palurdos reaccionarios se sienten respaldados ante el actual blanqueo de sus prejuicios, otrora vergonzosos para ellos mismos. Hoy, alimentados por los fascistas con voz en los medios mediocres, con voz y con voto en las instituciones.

Al parecer, la inspección de zona le dijo al director que si algún padre o madre se quejase de alguna actividad, les invitaran desde el centro a redactar un escrito de protesta y a dejarlo por registro de entrada —toma ya, ¿quién necesitaba pines parentales?—. Esos escritos, vomitivos, no tienen ninguna validez si lo que se pide en ellos no procede, deberían ser siempre carne de papelera.

Pero es que ya estamos enfangados de mierda y de miedo.

Por eso es que el director y la coordinadora de Coeducación, complacientes y cobardes, aceptaron revisar el vídeo; y de repente, Salomón al rescate, se pensó que igual ya no era apropiado para los cursos de niños y niñas más pequeños: que es que era muy violento, que es que no lo iban a entender… y más excusas del montón para no devolver dos tazas al mismísimo patriarcado que estaba llamando a la puerta.

Y esta es la deriva de una sociedad podrida que se queda de brazos cruzados ante la violencia de género, que no quiere ni tan siquiera aprender a reconocerla, que permite que el machismo se salga una vez más con la suya. Y que ahí y en otros lugares haya alumnos, y digo alumnos, niños, con o, que pierdan oportunidades para reflexionar sobre su propia herencia antes de que se convirtieren en maltratadores.

Y así seguimos, gota a gota, como las que caen en la bañera de la protagonista.

Y así es como las gotas se vuelven en olas de odio.

Y así es como mantenemos, casi una década después, el maldito orden de las cosas.

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