¿Qué pasa con el curso académico?

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Hace unas semanas escribía sobre educación en esta columna. Hoy vuelvo a hacerlo porque sigue siendo tema de reflexión, debate y controversia en los medios de comunicación. Ojalá y esta preocupación por lo educativo no desaparezca después de la crisis sanitaria, aunque mucho temo que no será así. No obstante, volviendo a lo urgente (que en este mundo de prisas al final es lo único de lo que nos ocupamos) y retomando la pregunta que da título a este artículo: ¿qué pasa con el curso académico?

Hemos sido capaces de paralizar la economía, con todo lo que ello supone, pero está siendo difícil poder paralizar lo académico. El “lobby de los contenidos” es fuerte y parece un sacrilegio atreverse a decir que es hora ya de acabar con esta pantomima en la que estamos inmersos, esta burbuja que nos lleva a hacer como si no pasara nada cuando están pasando muchas cosas y muy graves.

Lo primero que debe pedirse a un sistema educativo es que forme al alumnado para enfrentarse a la realidad. Ignorarla, esconderse, mirar para otro lado no cambia la realidad que, tozuda, aparece tarde o temprano. Es hora, pues, de que miremos de frente a lo que está pasando y tomemos medidas de una vez.

Tenemos a miles de menores (en la niñez o en la adolescencia) en situación de confinamiento, con familias destrozadas porque sufren ERTES, con dolores vitales difíciles de sobrellevar porque se despiden de los abuelos en la distancia, con madres y padres quizá ingresados en hospitales… en definitiva, SÍ, estamos viviendo una situación dura y trágica; pero aún así, todavía hay quien pide a la chavalada que se concentre, estudie, se planifique y aprenda porque no estamos de vacaciones y hay que seguir. ¿En serio es esto lo que queremos enseñarles a los menores y a los jóvenes de este país?

Esta situación me ha servido para reencontrarme con mi gremio y en las redes, las personas que nos dedicamos a esto de educar, hemos aportado mil historias, mil argumentos y mil razones para pedir a nuestras autoridades académicas que nos escuchen. Si la situación es excepcional, que lo es, requiere medidas excepcionales. Atrévanse a preguntarnos al profesorado qué creemos que debería hacerse. Venga, va, aunque solo sea por la excepcionalidad de la situación.

No solo me he encontrado a docentes pidiendo humanidad, también me he encontrado a muchísimas familias que se alinean con nosotras y nosotros y nos agradecen nuestra labor y nuestras voces. Estamos creando comunidad, que es lo principal en esto de educar, pero nos faltan las autoridades en esta lucha. Autoridades que dicen sí, pero no; que puede que esto, aunque también aquello; que posponemos la decisión… y así seguimos, mareando la perdiz y desquiciando aún más a toda la comunidad educativa.

Para mí es tan clara la solución que no entiendo cómo seguimos dándole vueltas al tema. La brecha digital ha quedado manifiesta, la insustituible labor del personal docente también, la dura realidad que requiere atender a lo vital antes que a cualquier otra cosa es evidente; pero nada, vuelta la borrica al trigo.

Hemos concluido dos evaluaciones de tres que componen el curso. La evaluación presencial es la única que garantiza la objetividad, transparencia y fiabilidad de la misma, de ahí que las oposiciones docentes sean presenciales (¿por qué si se han paralizado estas se pretende evaluar al alumnado a distancia?).

Solución y muy sencilla: evaluemos con lo que tenemos (dos terceras partes del curso) y volvamos a recuperar septiembre cuando podremos hacer las pruebas de recuperación pertinentes (para la ESO y Bachillerato, que en primaria nunca ha habido evaluación extraordinaria y no ha pasado nada). Podría parecer especialmente difícil qué hacer con la EvAU o EBAU (el nombre depende de la comunidad autónoma, la selectividad para entendernos). Tampoco es difícil si se quieren buscar soluciones. Es cierto que reducir el temario, sin más, puede ser contraproducente porque no todo el profesorado imparte el temario en el mismo orden. Pues sencillo: este año hagamos exámenes con más opciones donde elegir, para garantizar que todo el mundo se pueda examinar de dos terceras partes del temario (que eso es lo que sí debemos haber visto ya de forma presencial). Si antes había dos opciones donde elegir, ahora cuatro y que esas opciones se puedan elegir no en bloque, sino por partes. Dependerá ya de cada materia, evidente, pero si se quiere buscar una solución en esta línea, se puede. ¿Es injusto esta situación respecto a cursos anteriores? ¿Acaso es justa la vida cuando dota a unas personas de recursos económicos, familiares y potencialidades personales y a otras no? ¿Es justo que esta chavalada esté viviendo esta situación en un curso de por sí estresante y difícil? Situaciones excepcionales requieren medidas excepcionales. Lo hemos dicho mil veces, hagámoslo.

Se me escapa qué hacer con las prácticas del alumnado de ciclos formativos y de formación profesional básica. Muy sencillo también: preguntemos a sus docentes cuál creen que es la solución más satisfactoria o menos mala, porque algo debemos decidir y cuanto antes lo hagamos, mejor para todo el mundo.

Esther, tú lo que quieres es estar ya de vacaciones hasta septiembre. Como desear, también deseo un novio guapo, listo y feminista y es imposible jajajaja, así que para nada. Ojalá y estuviera en las aulas con mis chicos y mis chicas. ¿Qué hacer entonces ahora? Programemos actividades de refuerzo para el alumnado que tiene que recuperar y actividades de investigación (más atractivas y motivadoras) para el que ha superado la materia. Hagamos que desarrollen su creatividad y a los más pequeños y pequeñas dejémosle que descubran la lectura o que directamente jueguen. O mándennos a desinfectar calles, a apoyar al personal de las residencias de mayores, a lo que crean esencial; pero no nos hagan colaborar en aumentar el agobio de las familias o en ser un motivo de discusión y pelea en las casas, que ya tenemos todas y todos bastante.

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