En el día de hoy, jueves 2 de abril, el Ministerio de Trabajo ha hecho público los datos de empleo. El paro registrado ha aumentado en más de 300.000 personas, reduciéndose los datos de afiliación a la Seguridad Social en 900.000 trabajadores. Estos últimos datos hay que tomarlos más en serio: en el mes de marzo 900.000 trabajadores han perdido sus puestos de trabajo, a los que hay añadirle los más de 250.00 que se encuentran con sus contratos suspendidos debido a los ERTEs. ¿Es esto coyuntural o es estructural? ¿Volveremos a la senda del crecimiento económico, y por lo tanto a crear empleo, cuando pase la pandemia?
Pero hay otro planteamiento ¿Y si la crisis no se hubiera producido (sólo) por el coronavirus? si nos vamos a la serie económica podemos observar que desde 2015 el crecimiento del Producto Interior Bruto en España no ha hecho más que bajar. Así en ese año el PIB crecía un 3,8% con respecto al año anterior, en 2016 era un 3,2, un 2,9 en 2017, 2,4 en 2018 y un 2% el pasado año. La economía española durante todo este periodo ralentizó su crecimiento. Este mismo fenómeno se observa a escala mundial: en el año 2019 el crecimiento del PIB mundial cayó a un 2,3%, su nivel más bajo desde la anterior crisis económica. De esta forma podemos ver que la crisis ya se estaba anunciando, independientemente de que todavía no hubiese aparecido el fatídico virus en Wuhan.
En ese contexto de crisis estructural, estaríamos hablando de una crisis con forma de L. Es decir, que tras una fuerte caída de la producción habría un estancamiento – o ligero incremento – que se prolongaría durante un amplio periodo de tiempo. Desde la economía política marxista se analizaría como una crisis de sobreproducción y sobreacumulación de capitales y en la que la salida, en clave capitalista, no será más que la destrucción de fuerzas productivas para intentar recuperar la circulación ampliada de capital.
