¿Incoherencias?

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Los mismos que negaban la necesidad de una sanidad pública potente o que afirmaban la necesidad de los recortes en los presupuestos sociales; los que presionaban por todos los medios habidos y por haber para reducir los impuestos a los más ricos; los que consideraban a los servidores públicos (trabajadores de la salud, de la educación pública, del Ejército, de las Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado, etc…) como privilegiados y vagos; los que se negaban a recortar beneficios de los intermediarios para dignificar las condiciones de vida de los agricultores y ganaderos; los que primaban los intereses de las multinacionales sobre las PYMES y autónomos; los que, siempre que tuvieron ocasión, se llevaron a paraísos fiscales sus fortunas o las blanquearon por medio de mil tretas de ingeniería financiera; los que cerraron camas y hospitales públicos para concertar acuerdos con la sanidad privada provocando un sobregasto de los fondos destinados a la sanidad para beneficiar sus propios bolsillos o los de sus amigos; los que se saltaron el estado de alarma viajando a sus segundas residencias “en provincias” para extender el virus por todos los territorios del Estado; los mismos que defendían la necesidad de la reconversión industrial y de la deslocalización de todo nuestro tejido industrial; los que aplauden a defraudadores fiscales que dan migajas como donaciones que no llegan a ser ni la milésima parte del importe de los impuestos que deberían haber pagado durante décadas; los que presionaron al Gobierno para que no tuviera lugar la cuarentena por considerar que eran más importantes los beneficios económicos de las empresas privadas que la salud pública de todo el pueblo; esos mismos que consideraban que era alarmismo tomar medidas drásticas lo antes posible para atajar la epidemia antes de que se extendiera; esos que se negaban a quedarse en casa; los que pagaban “en b” y “cobraban en negro”; los que veían al Estado como un organismo inútil o, incluso, hostil y que se desgañitaban por controlar “cada céntimo” que se gastara en la Sanidad Pública e, incluso, consideraban que la propia Sanidad Pública era una lacra; los mismos que organizan hospitales provisionales en Palacios de Exposiciones como IFEMA en lugar de abrir todas esas plantas cerradas en hospitales públicos para atender a los infectados; esos “patriotas” de pacotilla que en una situación dramática como la que estamos viviendo, en lugar de cerrar filas con disciplina y llamar a la unidad de todos (y me da igual si esos “patriotas” se llaman Torra o Abascal) buscan generar miedo y odios; los que dicen defender a los militares y los miembros de los FCSE pero luego les niegan medios y dignificación profesional aplaudiéndoles en público pero usándolos de carne de cañón ante cualquier problema; los que le lamen el culo a países extranjeros que son supuestamente aliados nuestros pero no nos ayudan en forma alguna cuando les necesitamos, mientras que le niegan el pan y la sal a los países que sí que nos están ayudando y nos han ofrecido toda la ayuda que sea necesaria; los que consideraban que las señales de alarma que daban los que estaban mejor informados que ellos era “alarmismo innecesario”; los que consideraban que los trabajadores del transporte, la alimentación, la logística o la distribución farmacéutica, que están yendo ahora mismo a trabajar para que los que estamos confinados en casa continuemos vivos no debían tener un salario mínimo de unos putos 950 euros; los que dicen defender la disciplina, la ley y el orden pero actúan como si el Gobierno legal y legítimo del país fuese algo menos que una panda de golpistas, actuando con una tremenda deslealtad rayana en la alta traición; los que señalan la necesidad de informarse desde “fuentes fiables” (las suyas) pero luego, en una situación de emergencia nacional difunden bulos, mentiras e intoxicaciones que sólo sirven para desmoralizar, desorientar y desmotivar no sólo a los que estamos encerrados en nuestras casas sino, sobre todo, a los que se están dejando la piel para que al resto no nos pase nada, arriesgando su salud y la de los suyos; esos mismos, ahora se ponen las manos en la cabeza y señalan con aspavientos la falta de medios y las carencias que ellos promovieron y/o jalearon durante décadas así como el retraso que pudo tener el Gobierno en ordenar ese mismo confinamiento que ellos consideraban innecesario e, incluso, contraproducente y al que han presionado hasta el último momento para que no lo haga.

No es que sean incoherentes, es que no tienen vergüenza y nos toman a los demás por gilipollas.

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